El proceso es tan importante como el resultado final
Lo que nos deja el proceso constituyente, hasta el momento, deja mucho que desear. Un proceso cargado de simbolismos identitarios, con discursos grandilocuentes e intervenciones culturales, pero con poca rigurosidad conceptual y técnica en lo que importa; la redacción de las normas por parte de las comisiones que van al pleno.
Es cierto, aún es muy pronto para evaluar los resultados de la Convención Constituyente. Sin embargo, en política no solo importa el resultado final, sino también el proceso. De ahí la típica frase que muchos parlamentarios usan en sus intervenciones: “Que quede registro para la historia de la ley”.
En este sentido, lo que nos deja el proceso constituyente, hasta el momento, deja mucho que desear. Un proceso cargado de simbolismos identitarios, con discursos grandilocuentes e intervenciones “culturales”, pero con poca rigurosidad conceptual y técnica en lo que importa; la redacción de las normas por parte de las comisiones que van al pleno. Ejemplo de lo anterior han sido los papelones que las comisiones de medio ambiente y derechos fundamentales han hecho, donde en el primer caso de 40 artículos propuestos no se aprobó ni siquiera uno completo, mientras que en el segundo caso de 50 artículos se aprobaron sólo 14.
Lo anterior, sin duda, es preocupante. Pero hay un hecho relativo a cómo se está dando el proceso que, personalmente, me parece aún más preocupante. Esto es la renuncia a principios por miedo a la funa por parte de varios constituyentes, lo cual inhibe sus posturas y con esto un debate que debiese ser representativo de la sociedad en su conjunto. Esta inhibición, no implica neutralidad como muchos de estos deben pensar, porque callar es tomar el bando de la mayoría vociferante. Ejemplo de este comportamiento es la abstención del constitucional Benito Baranda en la norma de aborto libre sin restricciones de tiempo ni motivos, ni tampoco objeciones personales o institucionales. Yo hubiese esperado un actuar distinto, pero quizás es mi imaginario del constituyente lo errado.
Una pequeña luz de esperanza es la responsabilidad que algunos constituyentes han mostrado, yendo incluso a contrapelo de su sector, quienes han entendido que la Constitución no es instrumento para plasmar una visión política particular, sino el instrumento que establece las reglas del juego para que los gobiernos, electos por el pueblo, puedan llevar a cabo proyectos políticos con una determinada visión. Es decir, la constitución debe entregar directrices generales que representen a todos los ciudadanos y no solo a un subconjunto. Ejemplo de este comportamiento ha sido el actuar de gran parte del colectivo socialista y de la lista del apruebo, quienes han trabajado para que la Convención arribe a un buen puerto, esto es, que exista una nueva Constitución, pero que esta no sea un mamarracho jurídicamente que nos lleve como país a un estado peor que el actual.