En busca de la foto
Izkia, alentada por el éxito y los aplausos de sus fans en la web, por la fe de su círculo de devotos y asesores traídos desde el Colegio Médico, partió a Temucuicui convencida de que gracias a su carisma lograría fotografiarse abrazada al padre del malogrado Camilo Catrillanca, en el lugar donde fue el joven mortalmente abatido por Carabineros. Ese era el fin, el golpe de gracia, el inicio de la pacificación de La Araucanía: esa era la foto.
Se ha repetido hasta el cansancio en la última semana que la fracasada incursión de un día de la ministra Izkia Siches a La Araucanía pecó de “ingenuidad”, “improvisación”, “cero inteligencia” (entendida como anticipación en términos de seguridad a potenciales riesgos y no al CI de una persona en particular), “atarantamiento”, “exceso de confianza”, “desconocimiento de la magnitud de tema al que se estaba enfrentando”.
Con estas y otras palabras, han calificado el episodio amigos y adversarios. El análisis también incluye el haber dejado en evidencia en una etapa tan temprana de la nueva administración discrepancias esenciales entre la ministra y su subsecretario, el también médico, Manuel Monsalve, socialista y con harto más carrete político.
¿Por qué el error en una mujer que había demostrado tanto manejo? Hay quienes le atribuyen el mérito de haber dado vuelta la desconfianza de los nortinos en sus avanzadas a las regiones de Arica y Parinacota y de Tarapacá, mejorando significativamente la votación en Gabriel Boric en la segunda vuelta presidencial. ¿Cómo pudo equivocarse tanto en el sur?
Mi hipótesis es que a esta joven camada política le gusta “la imagen” y eso nubla. Busca “el mono”, entendido como esa imagen que tiene más fuerza que mil palabras cuando se difunde en redes y se remata con textos breves adornados con emoticones: corazones verdes, brazos con exhibición triunfalista de músculos, champaña que se descorcha, besitos, caritas tristes o alegres.
Izkia, alentada por el éxito y los aplausos de sus fans en la web, por la fe de su apretado círculo de devotos y asesores traídos desde el Colegio Médico hasta el Ministerio del Interior, partió a Temucuicui convencida de que gracias a su carisma lograría fotografiarse abrazada al padre del malogrado Camilo Catrillanca, en el mismísimo lugar donde fue el joven mortalmente abatido por Carabineros. Ese era el fin, el golpe de gracia, el inicio de la pacificación de La Araucanía: esa era la foto. Pero el asunto salió como el forro.
Para qué abundar. Aunque sí, es bueno el abundamiento a la hora de hacer un warning, porque cuando uno se pasea por las redes de las nuevas autoridades o descubre la forma en que sus asesores millennials y menos que eso gestionan sus agendas y coordinan sus comunicaciones por WhatsApp, descubre que la espontaneidad, la instantaneidad, el número de likes de la web, es lo que manda. Un ejemplo, menos grave, más anecdótico, fue la imagen de la nieta de Allende, Maya Fernández, flamante ministra de Defensa, fotografiada sonriente, a la salida de un restorán, junto a un conocido abogado defensor de narcotraficantes, en la misma fracasada visita multiministerial concebida por Izkia y su equipo a La Araucanía sobre la que había cifradas tantas expectativas. Y otra que contribuye a la comprensión de la hipótesis es la toma de fotos “espontáneas” del presidente, como esa en que se le ve con un libro de ficción en la mano y con la camisa por fuera del pantalón asomándose por una ventana de La Moneda, para subirla a redes y emocionar a sus fans, puede ser un nuevo y relajado estilo, propio de la nueva generación que asume el mando. Lo que no puede ser es ingenuidad, improvisación, cero inteligencia, atarantamiento, exceso de confianza y sobre todo desconocimiento de la magnitud del tema y de las responsabilidades que se están enfrentando.