22 de marzo: Día Mundial del Agua
Desde el punto de vista medioambiental es fundamental que logremos proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua, incluidos los bosques, la montaña, los humedales, los ríos, los acuíferos y los lagos. Se debe repensar el impacto que tienen los distintos sistemas productivos sobre los ecosistemas a nivel local y se debe fortalecer la participación de las comunidades locales en las mejoras de gestión del agua.
Todas las actividades sociales y económicas dependen, en gran parte, del abastecimiento del agua y, sin embargo, en el año 2022 una parte importante de la población mundial vive sin acceso a ella. En nuestro país la situación también es crítica. El año 2021 se convirtió en el año más seco del siglo XXI, condición que según las proyecciones de distintas instituciones se podría mantener debido a las variaciones que se están experimentando por el cambio climático que afecta al mundo entero.
El cambio climático, entre otros factores, es el responsable de la extensa sequía que se viene registrando por años prácticamente en todo Chile. El déficit de lluvias registrado durante el año 2021, que ascendió a alrededor del 40%, es muestra de aquello. A la falta de precipitaciones, debemos agregar el aumento de las temperaturas y el aumento en el nivel de la isoterma cero, que provocarán que la disponibilidad de agua sea cada vez menor. Por lo tanto, necesitamos con urgencia orientar nuestras acciones hacia un uso eficiente del agua y asegurar el abastecimiento de ella a todos los sectores de la población.
En 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible y en ella se plantean 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), donde el acceso y el uso de agua están relacionados con la mayoría de estos objetivos. El ODS número 6 se llama “Agua limpia y saneamiento”, pues el mundo se está enfrentando a un escenario de escasez de agua, pero sin tomar mayor conciencia al respecto, ya que gran parte del agua disponible está siendo contaminada por el vertimiento de residuos de distintos sistemas productivos, lo que finalmente disminuye aún más la disponibilidad de agua limpia.
Nuestro país adhiere a estos objetivos y, por lo tanto, todos debemos enfocarnos en realizar acciones que permitan lograr el acceso universal y equitativo al agua potable y a un precio asequible para todos, así como lograr el acceso a servicios de saneamiento e higiene adecuados. Otra acción importante es que de aquí al 2030 se debería mejorar la calidad del agua, reduciendo la contaminación que pueden provocar las distintas labores productivas, eliminando el vertimiento y minimizando la emisión de productos químicos y materiales peligrosos a las aguas.
Desde el punto de vista medioambiental es fundamental que logremos proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua, incluidos los bosques, la montaña, los humedales, los ríos, los acuíferos y los lagos. Se debe pensar y repensar el impacto que tienen los distintos sistemas productivos sobre los ecosistemas a nivel local y se debe apoyar y fortalecer la participación de las comunidades locales en las mejoras de gestión del agua y el saneamiento.
Desde la perspectiva de la industria agroalimentaria es fundamental contar con agua y esto está unido al objetivo de desarrollo sustentable número dos “Hambre Cero”. Es necesario llevar a cabo un cambio profundo en el sistema agroalimentario si el mundo pretende alimentar a más de 820 millones de personas que padecen hambre y a los 2.000 millones de personas más que vivirán en el mundo de aquí al 2050. El aumento de la productividad agrícola y la producción alimentaria sostenible son cruciales para ayudar a aliviar los riesgos de hambre. Muchos de los agricultores que alimentan áreas locales y comunales tienen operaciones pequeñas, y la mayoría aún está en condiciones de secano produciendo alimentos, sin contar con una fuente permanente de agua. Por lo tanto, es importante que para el 2030 se logre duplicar la actividad agrícola, especialmente de las mujeres, de los pueblos indígenas y de los agricultores familiares, entre otros, mediante un acceso seguro y equitativo a las tierras y también al recurso hídrico, fomentando una mayor participación en obras de riego prediales o asociativas. Es fundamental que la producción agropecuaria sea sostenible y que estos sistemas de producción de alimentos apliquen prácticas agrícolas resilientes que aumenten la productividad, pero que también contribuyan al mantenimiento de los ecosistemas, fortalezcan la capacidad de adaptación al cambio climático y las sequías.
Mejorar la producción en un contexto de déficit hídrico va a requerir ser eficiente en el uso de los recursos, por supuesto con un menor consumo de agua, pero también con un menor consumo de energía y ser responsables en el uso químicos potencialmente contaminantes. Los sistemas productivos deben ser sustentables y nuestra labor como institución de Educación Superior es formar técnicos y profesionales destinados a ser agentes de cambio capaces de proponer soluciones a los desafíos presentes y futuros comprometidos con el territorio y las personas.
Un gran aporte es la materialización del nuevo enfoque curricular de las mallas de Ingeniería y Técnico Agrícola implementada este año, que está fuertemente dirigido a la agricultura sustentable, siendo relevante la gestión del recurso hídrico y del sistema productivo general. La Institución también realiza acciones en vínculo con las comunidades, como el sistema de monitoreo de caudales en tiempo real, desarrollado para la Asociación de Canalistas del Laja, en la provincia del Biobío, para impulsar el uso eficiente del agua.
Dentro y fuera de las aulas, debemos formar personas que aporten en el territorio bajo dicho enfoque, quienes son y serán fundamentales para tener sistemas de producción eficientes en un contexto de déficit hídrico.
Alberto Tamayo,
profesor del Área Agroindustria y Medio Ambiente en Inacap Sede Osorno