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23 de Marzo de 2022

Para una escuela libre de violencia de género: educación no sexista

Los modelos pedagógicos reproducen el sexismo de nuestra cultura y validan la supremacía del hombre, imponen las responsabilidades sexuales y reproductivas sobre las mujeres y no reconocen la existencia de las personas LGTBIQ+.

Por Marcelo Trivelli
La educación sexual debe ser integral en la educación no sexista. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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El sexismo consiste en la sobrevaloración de un grupo sobre otro, por su género u orientación sexual. Establece una asimetría de poder que conduce a dominación y sometimiento, con la consiguiente carga de violencia. En contraposición, una cultura no sexista establece relaciones horizontales de poder equilibrado y, por tanto, una sana convivencia.

La escuela, como buen reflejo de la sociedad, reproduce desigualdades de género y una cultura sexista. De ahí radica la importancia de las movilizaciones y demandas de estudiantes mujeres que paralizaron el sistema educacional en marzo de 2018, visibilizando el problema al interior de sus instituciones logrando cambios de forma más que de fondo.

El que estudiantes secundarias hayan tomado la posta, salido a la calle y entregado una carta al nuevo ministro de Educación con sus demandas es señal de que los cambios de fondo están cerca, a pesar de que los medios de comunicación no recogieron opiniones de las jóvenes ni publicaron la carta. Además están los sectores conservadores que se parapetan detrás de su moral para relegar estos temas al ámbito privado y así evitar que sean abordados en el sistema educacional.

La educación sexual debe ser integral en la educación no sexista. Hoy, esta se limita a ser impartida desde modelos biológicos, anatomía y fisiología de los genitales y de la reproducción; biomédico, centrado en las enfermedades de transmisión sexual como efectos indeseados de la sexualidad; y moralizante, con un enfoque ético-moral de abstinencia asociado a las creencias religiosas.

Estos modelos pedagógicos reproducen el sexismo de nuestra cultura y validan la supremacía del hombre, imponen las responsabilidades sexuales y reproductivas sobre las mujeres y no reconocen la existencia de las personas LGTBIQ+.

En octubre de 2020, la Cámara de Diputadas y Diputados rechazó y archivó el proyecto de ley de Educación Sexual Integral. Obtuvo mayoría de votos, pero no alcanzó el quórum supramayoritario, por contener disposiciones de Ley Orgánica Constitucional. Es lamentable, porque la educación actual sustenta relaciones violentas, refuerza estereotipos de género, y normaliza conductas homofóbicas, patriarcales, racistas y prejuiciosas.

Es incomprensible que la Educación Sexual tenga rango constitucional. Los lineamientos generales deben estar enunciados en el currículum nacional, pero su implementación debe ser descentralizada para que cada escuela, colegio o liceo vaya asumiendo los cambios en la medida que puedan ser asumidos y adoptados por su comunidad.

Mantener el statu quo significa, según el Injuv, que el 83% de jóvenes chilenos accedan a información de sexualidad a través de redes sociales, un 71% de estos niños, niñas y adolescentes lo hagan por medio de páginas de Internet.

En Fundación Semilla promovemos una educación no sexista y enfoques complementarios para la Educación Sexual, que se hagan cargo de las brechas generacionales, que tengan una mirada desde el derecho y la normativa jurídica, y también de la sexualidad y afectividad, desde un enfoque de género. Estamos convencidos de que la única manera de contar con escuelas libres de violencia de género es a través de una educación no sexista.

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