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28 de Marzo de 2022

Un mes de guerra en Ucrania

El número de refugiados y desplazados internos ha aumentado, así como la ferocidad y destrucción del conflicto. Los rusos siguen sin conquistar los principales centros urbanos, aunque en el Sur están a punto de unir sus fuerzas con las del Este controlando toda la costa del Mar de Azov.

Por Redacción EL DÍNAMO
Rusia ha recurrido a armas de mayor poder destructivo y más letales, lo que incluye misiles hipersónicos, bombas de racimo y bombas termobáricas.
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Habiendo ya transcurrido un mes desde la invasión a Ucrania, sigue siendo imposible abstraerse de lo que está ocurriendo allí, no solamente por la cobertura de la prensa mundial, sino también por sus múltiples efectos a escala global, que se están empezando a sentir o hacer más visibles.

Todo lo reseñado en mi columna de hace dos semanas sigue lamentablemente profundizándose. El número de refugiados y desplazados internos ha aumentado, así como la ferocidad y destrucción del conflicto. Los rusos siguen sin conquistar los principales centros urbanos, aunque en el Sur están a punto de unir sus fuerzas con las del Este controlando toda la costa del Mar de Azov. Solo resta conquistar la arrasada ciudad de Mariupol, en la cual ya las tropas invasoras dominan buena parte y se está luchando encarnizadamente calle a calle en los sectores aún en manos de los locales. En los otros frentes, las tropas ucranianas han podido asestar algunos duros golpes a las líneas rusas e incluso recuperar algo de terreno en torno a Kiev.

Rusia ha recurrido a armas de mayor poder destructivo y más letales, lo que incluye misiles hipersónicos, bombas de racimo y bombas termobáricas, también conocidas como bombas de vacío y que provocan explosiones de alta temperatura. Estas se encuentran prohibidas por las convenciones de Ginebra. Respecto de las de racimo, en 2010 entró en vigor una convención que prohíbe su fabricación y uso, pero no ha sido ratificada por Rusia.

Los muertos siguen aumentando dramáticamente, especialmente entre los civiles. En cuanto a las bajas militares rusas, el gobierno sigue manteniendo una férrea censura y no ha vuelto a informar sobre su número desde hace semanas. Sin embargo, hace unos días, el tabloide ruso Komsomolskaya Pravda, que con frecuencia presenta noticias pro-Kremlin, publicó una sobre la guerra en la cual venía un recuento: “Según los datos del Ministerio de Defensa ruso… 9.861 soldados rusos han muerto en combate y otros 16.153 han resultado heridos”. Pocos minutos después de su publicación en línea esta parte de la noticia despareció, pero algunos internautas alcanzaron a sacar un pantallazo y la información siguió circulando por las redes sociales. Las autoridades dijeron que fue un hackeo ucraniano insertando información falsa.

En materia energética la Unión Europea sigue avanzando en disminuir su dependencia de Rusia, a la cual sigue pagando por su gas y petróleo, lo que contribuye a financiar directamente su esfuerzo de guerra. Estados Unidos suscribió un acuerdo con sus pares europeos mediante el cual aumentará en casi un 70% sus exportaciones de gas a ese continente. A ello, se suman otros acuerdos con diversos países productores de combustibles fósiles. Por su parte, los alemanes estiman que en dos años más podrán prescindir de las exportaciones rusas. Sin duda que la resolución del tema energético y la dependencia de Rusia al respecto sigue siendo el mayor obstáculo para afectar más decisivamente a Rusia en el plano económico y forzar así el término de la guerra.

En materia de alianzas, se ha seguido consolidando la unión transatlántica bajo el liderazgo de Estados Unidos. El presidente Biden se ha erigido en el gran articulador y principal figura de la coordinación contra la invasión rusa. Esto ha incluido potentes gestos como su viaje esta semana a Europa incluyendo a Polonia, principal destino de los refugiados ucranianos y en la primera línea de la OTAN frente al teatro de guerra.

Más allá de estos efectos ya señalados y aquí actualizados someramente, quisiera volver a la pregunta que dejé abierta en esa misma columna sobre lo que puede pasar con Putin y Rusia como consecuencia del conflicto, y qué escenarios se pueden abrir. Esto particularmente si el conflicto se arrastra por meses o años, lo que no es descartable.

Un escenario positivo sería que, como resultado de las sanciones económicas, el aumento de los muertos y heridos rusos y el oprobio de figurar como invasor con el consecuente aislamiento internacional, se genere una reacción interna que termine con la remoción de Putin y una segunda liberalización política del país. Este renacimiento democrático facilitaría no solo el término de la guerra y su reparación, también la reinserción de Rusia en Europa y en el sistema internacional.

Aunque posible, las dos décadas de férreo control de Putin han debilitado a toda la oposición, la que tiene muy pocas figuras a nivel nacional y menos estructuras partidarias o movimientos posibles de articular. El aparato de seguridad además ha crecido en su alcance y efectividad, bajo el mando directo del propio Putin y sus adláteres, lo que es una formidable barrera por superar.

Por último, y si miramos la experiencia de los años noventa del siglo pasado, el paso súbito de un régimen autoritario a uno liberal generó un gran desorden interno y serias repercusiones a nivel regional y mundial. La repetición de un fenómeno similar, que incluso puede conllevar una jibarización territorial de la Federación Rusa no puede descartarse, lo que podría sumar más incertidumbre e inestabilidad a nivel global.

Otro escenario posible es que Putin logre aferrarse al poder aumentando la represión y apoyándose más en China. En esa eventualidad, Rusia será cada vez más dependiente de ese país y más débil y aislada globalmente, pero al mismo tiempo se acentuará su condición de actor impredecible. La misma alianza con China conlleva desconfianzas y antagonismos históricos difíciles de conciliar, no siendo suficiente la reciente convergencia temporal de intereses. A China le conviene tener a Rusia de su lado porque le da más peso en la competencia contra Estados Unidos y sus aliados, pero Rusia no será nunca una aliada sumisa y puede arrastrar a los chinos a dinámicas bélicas. De hecho, actualmente está la sospecha de que China está prestando apoyo militar a Ucrania directa o indirectamente, lo que ha generado una dura advertencia de Estados Unidos y un rotundo desmentido del gobierno chino.

En esa misma Rusia disminuida pero autoritaria, Putin muy probablemente sería sucedido por alguien de perfil similar, para desgracia de su pueblo y del mundo.

Finalmente, está la posibilidad de que Rusia se aísle en el estilo de Corea del Norte y aproveche su poder nuclear para obtener concesiones y perpetuar su sistema. Este sería el peor escenario sin duda.

Volviendo a la alianza sino-rusa, la invasión a Ucrania y la reacción occidental ya está salpicando a la propia China. La ambigüedad que esta ha tenido que asumir, apoyando a Rusia, pero al mismo tiempo ofreciendo mediar y sin reconocer las anexiones territoriales rusas previas, ha profundizado la desconfianza europea hacia China en circunstancias que este país busca fortalecer su posición en la competencia con Estados Unidos.

Las sanciones y la inestabilidad generada por la guerra también impactarán económicamente a China, en momentos en que su crecimiento se ha ralentizado y cuando viene en la segunda parte del año el vigésimo congreso del Partido Comunista, oportunidad en la cual se debiera elegir por un tercer período a Xi Jinping. Lo que menos quisiera el líder chino es comenzar con malas señales su tercer mandato.

Hace un mes atrás Putin iba por una victoria rápida. De acuerdo con su propio discurso, su derecho a gobernar Rusia se funda en su logro de haber restaurado la fuerza del país y en consecuencia el respeto de los otros estados. En esa misma lógica, la no consecución de un triunfo rápido debilita su posición y amenaza directamente la continuidad de su gobierno. Por eso Putin debe ahora conseguir una victoria decisiva, sin permitirse el lujo de parecer débil ni aceptar ningún compromiso que le haga parecerlo. Se viene más sangre, sudor y lágrimas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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