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30 de Marzo de 2022

Gobernar

Más allá de las emociones y sensaciones, de las expectativas, del cambio de aire y de generación, las cualidades de gobernar del Presidente Boric y su equipo, son una incógnita. A diferencia de lo que se puede esperar de clásicos gobiernos socialistas o neoliberales, cuyos modelos son previsibles, Boric encara un estilo representado por un conjunto de piezas dispersas.

La pregunta es si Boric tiene la aptitud para gobernar lo que construyó, lo que implica capacidad para contener la violencia, reducir los desacuerdos e ir creando un espacio de poder. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Gobernar es el arte de convertir las ideas en acción. Fácil de decir, pero muy difícil de hacerlo considerando que, como todo arte, los principios y los métodos están subordinados a las cualidades del artista. En el caso de la política, son las cualidades de quien gobierna, las que podemos simplificar como: a) la cualidad de darse cuenta de las diferentes percepciones de la realidad y de diseñar las hipótesis de conflicto; b) la cualidad de decidir el rumbo; c) la cualidad de alinear los diferentes intereses de propios y de adversarios;  y d) la cualidad de evaluar para aprender a aprender. Un círculo virtuoso que no todos los gobernantes han logrado en los últimos tiempos, no sólo en Chile.

Más allá de las emociones y sensaciones, de las expectativas, del cambio de aire y de generación, las cualidades de gobernar del Presidente Boric y su equipo, son una incógnita. A diferencia de lo que se puede esperar de clásicos gobiernos socialistas o neoliberales, cuyos modelos son previsibles, Boric encara un estilo representado por un conjunto de piezas dispersas, algunas contradictorias y con maniobras que pueden llevar a la confusión. 

Porque una cosa es el pragmatismo y la inmediatez, y otra es el “confusionismo” producto de una curiosa mezcla de dogmas controversiales y declamaciones pragmáticas que buscan convencer acerca de cómo resolver situaciones urgentes. Más relato que acción.

El discurso popular y esperanzador en La Moneda aún no ha tenido traducción en un modelo sistémico de país que resulte ser una base para hacer frente a las hipótesis de conflicto que se suponen en Chile, que provienen de factores externos, con un escenario económico que amenaza al crecimiento posible y con un alineamiento internacional complejo, y las provenientes de factores internos, especialmente de orden político para neutralizar la de su propia coalición y para cubrir los espacios que parecen abrirse para una nueva oposición. A todo esto, se deberán sumar las situaciones originadas en la crisis social de las que el mismo Boric y su equipo fueron protagonistas y cuya solución es uno de los pilares centrales que lo llevaron al sillón presidencial.

Estas primeras dos semanas dejaron de manifiesto algunas heridas abiertas que tienen a prueba de actitud anticipativa al gobierno, especialmente si consideramos que lo que suponía una tregua que habilitara una conversación, termina en un grado de violencia que parece tan inmanejable como interminable.

En tal sentido, lo más preocupante es, tal vez, que quienes impulsaron las banderas del cambio social y lideraron activamente las movilizaciones no puedan gobernar su propia creación. Y siempre es peligroso cuando una revolución supera la capacidad de conducción de quien la ha impulsado.

La pregunta urgente es si Boric tiene la aptitud para gobernar lo que construyó, lo que implica capacidad para contener la violencia, reducir los desacuerdos e ir creando poco a poco un espacio de poder. 

Si el creador no puede gobernar lo creado, está en problemas. Y gobernar un país en el que conviven pretensiones, carencias, visiones encontradas, y hasta un nuevo y bastante manoseado proyecto constitucional, no es fácil. Ni para Boric y su carisma.

No es fácil cuando las miradas se posan en un recién llegado, al que no de dan tiempo ni para una mínima luna de miel, porque ese tiempo donde lo simbólico genera motivación por sobre la razón empieza a diluirse y aparece la necesidad de actuar sobre las promesas posibles. Y eso es pragmatismo. 

No es fácil hacer lo que hay que hacer cuando hay dos extremos en pugna, donde uno maneja la expectativa del cambio radical y el otro pretende darle lecciones de moderación. Así, Boric deberá ser un surfer. Sí, porque la ola es importante y va a requerir equilibrio para llegar a la playa sin caer en el intento. Porque vienen otras olas y más olas. Ese equilibrio, es la verdadera esperanza.

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