Nuevas fases en la adaptación a la pandemia: ¿Dejamos las mascarillas?
Si bien las mascarillas no serán obligatorias en espacios abiertos, cada persona es libre de mantener su uso, en especial en pacientes inmunocomprometidos o que viven con personas bajo esta condición. En estos nuevos tiempos, cobra vital relevancia la responsabilidad individual.
A comienzos de la semana pasada el Ministerio de Salud anunció su nueva estrategia de control para la pandemia de COVID-19, con diversos cambios al anterior Plan Paso a Paso. El paquete de nuevas medidas contiene tres fases ordenadas por su riesgo para la población (Bajo impacto sanitario, Medio impacto sanitario y Alto impacto sanitario). Pero sin duda, lo que más llamó la atención de los chilenos, fue la medida de levantar el requerimiento de mascarillas en el exterior. En las dos primeras fases -bajo y medio impacto- el uso de mascarilla es obligatorio en espacios cerrados, mientras que en espacios abiertos es opcional, siempre y cuando se pueda mantener un distanciamiento de al menos un metro.
Mientras algunos celebran la noticia, otros se preguntan los posibles efectos negativos de esta nueva disposición. Se cita, por ejemplo, el caso de Europa, donde en Reino Unido el término al uso de mascarillas vino acompañado de un posterior aumento en el número de casos. ¿Qué podemos esperar entonces en nuestro país? Chile se ubica en el tercer puesto del ranking mundial de vacunación, con un 91 % de cobertura. Si miramos el caso de Reino Unido, al momento de levantar las mascarillas contaban con tan solo un 70% de población vacunada. Otros elementos a considerar son el menor número de casos (dinámica de circulación viral) y la capacidad de respuesta de nuestro sistema de salud.
Entonces, ¿no sirven las mascarillas? La ministra de Salud María Beñoga Yarza sostiene que en Chile la mascarilla no se elimina. La evidencia científica mundial respalda la importancia de la mascarilla, como elemento de protección contra la infección del virus. Las mascarillas funcionan “frenando” las gotitas de saliva o aerosoles que se expelen desde un paciente infectado. No obstante, en lugares de bajo riesgo su verdadero aporte se limita.
La preocupación persiste en el sistema educativo, donde la decisión del uso de las mascarillas en recreos u otros espacios de esparcimiento que lo permitan, ha quedado en manos de cada comunidad educativa. Datos desde Estados Unidos, indican que aquellos establecimientos donde se mantuvo el uso de mascarillas reportaron bajas significativas en los índices de contagio, según el trabajo publicado en la revista Pediatrics. Lo anterior ratifica la utilidad de la mascarilla en el escenario de plena pandemia, y cuando existe un porcentaje de vacunación acotado. Al día de hoy, con un menor número de casos y mayor cobertura de vacunación, podemos movernos a una nueva fase de la pandemia y -en el contexto de espacios abiertos- el beneficio de usar mascarillas comienza a ser menor que los inconvenientes asociados, tales como incomodidad, menor interacción social, afecciones a la piel, costo económico, disponibilidad y contaminación. Se suman los casos de personas en situación de discapacidad que presentan alguna condición de incompatibilidad con la mascarilla o niños menores de 2 años, en cuyo caso el uso de mascarillas puede ser riesgoso.
En el caso de los establecimientos educacionales probablemente sea cauto mantener las mascarillas en la educación inicial y básica temprana, considerando que aún no todos los menores tienen su esquema de vacunación completo, y lo complejo que es mantener una distancia al momento del juego.
¿Y qué podemos esperar ante la aparición de nuevas variantes? Los mecanismos de recombinación y mutación del virus permiten que las partículas con mayor éxito reproductivo tiendan a hacerse más frecuentes en la población. En general la virulencia suele disminuir con el tiempo, lo que sigue la lógica de que mientras menor sea el daño al huésped (no matarlo), el virus podrá “reproducirse más”. Es de esperar, por lo tanto, tener cepas “más contagiosas” y “menos letales”. La efectividad de las vacunas ha sido notable y se augura que sigan funcionando como hasta ahora, con una buena efectividad ante nuevas cepas del virus. No obstante, en un escenario hipotético de cepas con mayor infectividad, que necesiten de un menor título viral (cantidad) para infectar a una persona, o se mantengan más tiempo en el ambiente, las mascarillas volverán a tomar relevancia en el exterior, tal como lo ha estipulado el gobierno en la fase de alto impacto sanitario.
Si bien las mascarillas no serán obligatorias en espacios abiertos, cada persona es libre de mantener su uso, en especial en pacientes inmunocomprometidos o que viven con personas bajo esta condición. En estos nuevos tiempos, cobra vital relevancia la responsabilidad individual, donde cada individuo debe sopesar sus propios riesgos y mantener las medidas de prevención contra el COVID-19 como el lavado de manos, los esquemas vacunación y el diagnóstico oportuno.
Lisbell Estrada,
decana Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Bernardo O’Higgins