Pepe Auth: “Aunque me crié entre ovejas, nunca he sido parte del rebaño”
Por eso lo han funado, increpado, amenazado, como cuando votó en contra de la acusación constitucional contra Piñera o de los retiros. Aquí se la juega con una crítica “tamizada por el cariño” a la instalación del presidente Boric, un juicio frontal a los constituyentes, una confesión personal muy íntima sobre la relación con su padre. Son las opiniones de un “Contra la corriente”, como se llama el libro que está por lanzar
-Es difícil saber cuándo se jodió el Perú, como decía Vargas Llosa. Cuándo y cómo se jodió el INBA, cómo se produjo ese deterioro progresivo y se convirtió en lo que es hoy, con otra infraestructura, otra calidad de alumnos, otra calidad de educación que la que conocimos nosotros. Yo me sigo juntando con mis ex compañeros del Internado Nacional Barros Arana y nunca cuando fuimos adultos ninguno soñó con poner a nuestros hijos ahí, mientras en mis tiempos la mayoría de los alumnos eran hijos de inbanos. Tiene que ver con un cambio de época.
Duro diagnóstico del ex diputado y analista político Pepe Auth Stewart (65), quien pasó toda su adolescencia en el emblemático liceo de la Quinta Normal. Que vivió allí como “chico de internado”. Eso, a partir de los 12 años, cuando dejó su vida de película como niño libre que jugaba en la nieve, remaba en el río, descubría nidos de queltehues, sin rejas, restricciones ni límites, siendo hijo del médico jefe del Campamento Cerro Sombrero en la pampa norte de Tierra del Fuego.
-Nosotros, como ex alumnos, pensamos atraer a cabros de ciudades y localidades de regiones para que vinieran a estudiar al INBA, pero no nos fue bien, porque hoy la distancia en calidad de la educación entre el Liceo de Talca y el Barros Arana es inexistente. Además, es cierto que poner a un hijo en un internado en estos tiempos es una idea completamente peregrina.
Su padre, el médico José Raúl Auth Caviedes, murió hace pocos años. “Nosotros nos habíamos distanciado mucho, pero nos reencontramos al final, el último semestre de su vida, cuando le volvió un cáncer a la próstata que había remitido y se le expandió a los huesos. Él quería que yo lo ayudara y le hiciera la eutanasia. Yo averigüé que era posible; si hubiera sido civil y no diputado, probablemente lo habría hecho, porque descubrí que había un mercado de esto en Chile y que se puede hacer. Pero él sufrió dolores terribles y no pude hacer nada”.
-Dejaste de ser diputado con la bandera al tope, sin claudicar de tus posiciones. Oponerte a los retiros y a las acusaciones constitucionales, en particular a la que le hicieron a Piñera, al final de su periodo, te volvieron una persona non grata. ¿Cómo viviste esa etapa?
-La consecuencia tiene costos y beneficios, sin duda. Entre los costos, están la incomprensión de muchos, el juicio fácil, el insulto, la funa concreta, la amenaza, a veces. El costo principal fue un cambio obligado de mis hábitos por un periodo largo. Yo, dentro de los políticos, era considerado un tipo cercano, de buen humor. En el peor de los casos, me gritaban cuando iba al estadio: “¡Van Ryssel verga!” por ese lapsus linguae que tuve una vez con el nombre de la ex presidenta de la UDI. Pero para algunos, sobre todo para la franja más radical del Parlamento, me convertí en un enemigo jurado.
Debió renunciar a ir al estadio, lo que, para un colocolino como él, no es trivial. Se vio obligado a evitar las multitudes. “Yo caminaba con mucha soltura por todos lados, pero la cosa se puso muy dura. Un día cometí el error de ir a comer cerca de la Plaza Italia un viernes por la tarde. Justo el intendente Guevara había cercado la plaza y la gente empezó a subir hacia Providencia. Yo iba con mi mujer caminando con una botella de espumante y otra de vino en las manos, cuando escucho el grito: “¡Allá va Pepe Auth!”. Y empezaron a correr detrás nuestro. Yo mantuve un paso ágil y logramos entrar al departamento adonde íbamos. Afortunadamente, conseguí salvar las botellas… -bromea.
Y agrega: –Un par de días antes le había pasado lo mismo a Gabriel Boric en el Parque Forestal, donde lo funaron, ¿te acuerdas? Yo sabía que si nos alcanzaban venían los escupos, la filmación de eso, la funa física. En otra ocasión llamaron por redes a ir a tirarme pintura a la salida de la radio donde yo hablaba. La noche de la acusación constitucional a Piñera, me pasé contestando en audio por Whatsapp a los que se les podía responder con razones, porque alguien puso mi número de celular en redes sociales. Fue una noche dura esa.
-Ya que mencionas a Gabriel Boric. ¿Cómo has visto la accidentada instalación de su gobierno?
-Le tengo mucho cariño, eso es lo primero, y la mía es una evaluación crítica tamizada por ese cariño y la estima. Construimos una muy buena relación durante ocho años en el Parlamento, aunque nunca compartimos en una comisión juntos. Lo que sí compartimos es la pasión por la literatura, sobre todo por la poesía y por la historia. Él es, sin duda, el más curioso de los políticos de su generación. El que más duda y, como duda, conversa, escucha, evoluciona. Nuestra relación es completamente horizontal a pesar de la distancia generacional. He aprendido de él y seguramente él de mí algo también.
-¿Cuál es esa evaluación crítica?
-Siempre supe que iba a ser muy difícil todo para él. Le anticipé que ganaría Kast en primera vuelta y que el apoyo propio con que contaba, a su carisma y a su programa, era muy pequeño. Y que, obviamente, para ganar en segunda vuelta tenía que trabajar muchísimo. Debía ampliar su mensaje, hacerse cargo de las demandas de orden que convivían con las de cambio. Kast no se hizo cargo de estas últimas y por eso perdió, mientras Gabriel hizo suyas las de paz y orden. Lo que está ocurriendo tiene que ver con su escaso apoyo propio. Nunca un presidente en Chile había ganado con tan poco apoyo; es inédito. Bachelet tuvo 37 por ciento; Piñera, 48; Lagos, lo mismo. Boric tiene un 25, lo que significa que sólo uno de cuatro chilenos lo eligió. Hoy las encuestas se están acercando a ese apoyo propio duro. La esperanza de hacer crecer ese número estaba en el trabajo de la Convención Constitucional, pero la Convención le ha jugado en contra. Porque no hizo lo que esperaba la gran mayoría: un texto de unidad. Hoy Boric está enfrentado a que la Convención no lo va a salvar.
-¿Lo podría hundir entonces?
-Creo que no. Si se impone el Rechazo, como hoy advierte la mayoría de las encuestas (aunque para votar faltan 17 semanas), puede ser una oportunidad para liderar un nuevo proceso hacia una constitución aprobada por todos los chilenos. La responsabilidad de conducir ese proceso, sea cual sea el camino, y satisfacer en buena forma la demanda que sigue siendo la de más del setenta por ciento de todos los chilenos –la de una nueva constitución– es una tremenda oportunidad.
-¿Cómo ves el texto en proceso?
-Tiene cosas positivas, pero muchas muy negativas. Voy a esperar el resultado… Tengo esperanzas en la Comisión de Armonización. En que, de sus observaciones, se pueda deshacer lo que está mal, en particular en materia de sistema político. Por ejemplo, la posibilidad de reelección presidencial inmediata. Eso es como para poner la cabeza en la línea del tren. Ahora sólo queda esperar el texto definitivo. Ahí decidiré mi voto.
Veterinario upeliento
“Pepe Auth defendió sus convicciones en los momentos de mayor presión por abandonarlas en pos del aplauso fácil pero efímero. No estuve de acuerdo en algunas de sus conclusiones, pero sus reflexiones y decisión de defender lo que consideraba correcto fueron actitudes señeras, que seguirán siendo referente y estándar de evaluación de nuestro comportamiento, mientras seguimos navegando entre tempestades”, escribe el presidente Gabriel Boric en la contratapa del libro que Auth lanzará el próximo miércoles 18 de mayo. “Contra la corriente” tiene en ese mismo espacio palabras halagadoras del ex ministro Juan José Ossa, de Gonzalo Winter y de “la abuela” Jiles, quien indica que parlamentarios de todos los signos “recurren a su consejo y experiencia como a un confesionario”.
Esta capacidad de hacer amistades con moros y cristianos, sin limitaciones de ningún tipo, Auth la atribuye a su condición de “chico de internado”. Cuando habla de la Cámara de Diputados e incluso del Congreso en su totalidad, dice: “Nunca experimenté el aislamiento en la corporación, en el internado, como yo lo llamo. Soy un tipo extravertido, de amistades amplias y diversas. Tengo amigos en el Frente Amplio y en la UDI, en el PS, e incluso en el PPD, donde milité tantos años… y eso que uno con los ex nunca tiene una buena relación”.
-Debes sentirte un poco huérfano ahora que dejaste este segundo internado…
-No, porque pasé rápidamente a tener harta pega y eso facilita las cosas, aunque lo que hago ahora es mucho más solitario. En el Congreso, la vida es en patota, en convivencia, el almuerzo es todos juntos. Yo hice muchos amigos, pero varios partieron cuando se puso límite a la reelección. Algunos de los que se quedaron lo están pasando mal, como mi amigo Pancho Undurraga. Con él teníamos un grupo de diez que almorzábamos todos juntos y nos fuimos nueve. Se quedó solo.
Ahora lo llaman para asesorías, charlas, activó su consultora y está dejando que fluya el analista que hay en él. “En los 90 fundé mi consultora y me iba muy bien hasta que me metí de lleno en la política. Ahí tuve doble militancia: analista y protagonista de la política, como diputado. Esa doble militancia tiene de bueno y de malo. Mis amigos dicen que yo podría haber sido más importante como protagonista si no hubiera vivido en mí el analista y hubiera tenido más ambición”.
Pero no la tiene. Quizás porque, como dice, se crió a sus anchas en la estepa de Tierra del Fuego. “Esa infancia en libertad quizás formó mi carácter de resistencia al rebaño, de tomar mis propias decisiones. No fue solo la vida en Cerro Sombrero, también tuvo que ver el haber estado entre medio de los hijos de mi madre y la hija chica de mi papá”.
La madre de Pepe Auth era Joan Elizabeth Stewart Visintainer, magallánica pura, como su abuelo, que llegó a Chile desde Escocia a hacerse cargo de la escuela unidocente de la Isla Dawson. “Mi abuelo era graduado en literatura inglesa de la Universidad de Essex, pero cuentan que se habría enamorado de la persona equivocada y que su padre, que era pastor y quería que él siguiera la carrera religiosa, lo habría hostilizado y obligado a buscar otros horizontes. Acá, se casó y nació mi mamá”, relata el ex diputado. En esas lejanías azotadas por el viento y la nieve creció su madre, quien a los 15 años quedó huérfana y debió emigrar a Magallanes, a trabajar como nanny o institutriz de los hijos de los ricos estancieros de la zona. Ahí se casó con un migrante italiano de apellido Tonino que le dio cuatro hijos y con él que se vino a vivir a Santiago, a La Reina. Acá, el esposo enfermó gravemente y fue asistido por el hijo de los vecinos de enfrente, un estudiante de medicina a punto de egresar. Al enviudar, la señora Stewart se casó con el joven médico recién recibido, José Raúl Auth.
“Mi mamá nunca me aclaró si se embarazó de mí antes o después de quedar viuda. Pero cuando mi papá egresó de médico, ya tenía cinco hijos. Y en esa época ser médico no era la gran carrera económica. Yo fui el primero de la segunda hornada y mi papá nunca supo asumir a los hijos de mi mamá como propios, siempre hubo ahí un lío. Quizás porque era muy joven para ser padre, muy inmaduro”, dice.
En ese eterno rollo tan literario, tan cinematográfico, de hijos y padres desencontrados, se explica en parte una llamativa decisión de Pepe Auth, que nació llamándose José como su padre, pero de adulto se cambió legalmente el nombre a Pepe. Cuenta:
-Yo no quería ser médico como mi papá, por eso entré y soy egresado de ciencias pecuarias y medicina veterinaria. Lo hice también porque mi hermano mayor y mi amigo, Patricio Tonino Stewart, mi referente, el que me enseñó a jugar ajedrez y a ser hincha del Colo, era un veterinario frustrado.
Otra razón fue que yo era un joven upeliento, como se decía entonces, dirigente de la Juventud Socialista del INBA, y mi mamá, “comunista, con el favor de Dios”, y mi padre, independiente, pero de los médicos allendistas. Éramos una familia entusiasmada con el proceso de Allende y con la Reforma Agraria. Y, aunque yo era muy buen alumno humanista, entonces todos teníamos una especie de desprecio por el trabajo intelectual y valorábamos el trabajo concreto, en la tierra. Así fue como me convertí en veterinario.
-¿Alguna vez ejerciste?
-Egresé de la carrera, pero nunca ejercí. No era lo mío. Entonces en la escuela se hacían experimentos espeluznantes con los animales, cuestiones que deben estar prohibidas hoy. Les metí la mano a vacas preñadas para anticipar partos, les saqué los testículos a cientos de cerditos chicos, pero simultáneamente entré a estudiar psicología.
De esa carrera no egresó, sino que fue expulsado y debió ser protegido por el conocido académico y sociólogo Manuel Antonio Garretón, que lo llevó a la FLACSO y al que considera su “maestro”. Garretón le consiguió una beca para estudiar en París con el conocido sociólogo Alain Touraine, “maestro” a su vez de Garretón.
Formado en el idioma inglés por su madre, interesado en el alemán porque la única profesora mujer del INBA era la de ese ramo y por la obsesión juvenil de leer El Capital de Marx en la lengua de su autor, y apurado por aprender francés, a los 29 años, con mujer e hija (la segunda, porque fue padre prematuramente en la universidad), llegó a París a hacer de todo.
Venguémonos de estos gallos
Con 28 años, 53 kilos de peso (“Estudiando dos carreras: una en el paradero 33 y medio de Santa Rosa y otra en el Pedagógico, no almorcé durante como tres años”, dice, explicando su delgadez de entonces) y con una melena de un metro de largo, el joven estudiante chileno en Francia, que hacía de un cuantuay para sobrevivir, fue reclutado para posar desnudo. “Me lo pidió mi vecino, un salvadoreño que estudiaba fotografía, para un trabajo académico, pero después le salió un pituto publicitario para una marca de calzoncillos y me propuso que usáramos las fotos para una campaña que se exhibió en El Salvador”.
-Cuando vas a El Salvador más de alguien te reconocerá…
-Nunca he ido a El Salvador.
También, como su mamá inglesa, hizo de niñero. “Carlos Ominami y la Manuela Gumucio me pedían que cuidara a ME-O. Y a mí me encantaba porque Marco tenía un tren eléctrico fabuloso, con el que jugábamos toda la tarde. Y a él le encantaba yo, que era una especie de hermano mayor que lo conectaba con Chile. Nunca imaginé entonces que ese niño, que hablaba dificultosamente español, sería candidato presidencial en Chile y, menos, que yo llegaría a ser diputado.
Creo que lo peor es que muchos están viendo la democracia como la representación de los fragmentos, cuando la democracia es la representación de la unidad de la sociedad”
Ahora, con 65 años, la edad legal de jubilar para los hombres chilenos, dice que los cálculos previsionales le indican que si hace el esfuerzo de trabajar cinco años más, tendría el doble de pensión que si lo hace ahora. “No necesito mucho. Siempre he sido más bien austero. Tengo lo que puedo e incluso menos de lo que puedo. He ahorrado y estoy siempre preocupado de no aumentar demasiado mis gastos fijos. No me cambio de casa, ni me compro autos nuevos. He ahorrado. Vivo en La Reina Baja”, detalla.
Ha sido prolífero en cuanto a descendencia. Tiene 6 hijos, de distintas madres y circunstancias, que nos explica con pelos y señales. Tal como nos explica sus siempre interesantes teorías electorales y políticas.
¿Por qué se jodió la Convención Constituyente?, preguntamos parafraseando a Vargas Llosa, tal cual hizo él al comienzo de esta conversación.
Responde:
-La mayor paradoja de todo esto es que más de un tercio de los constituyentes se declaraba contrario al proceso constituyente. Partiendo por el Partido Comunista y la fenecida Lista del Pueblo, que denostaron a Gabriel Boric por empujar la iniciativa. Es una contradicción bien difícil de explicar. El Partido Comunista, aprovechando la dispersión de las fuerzas políticas, empujó la elección de estos independientes que no eran independientes en una especie de fraude publicitario, porque estos independientes resultaron peores que los partidos políticos: menos transparentes, sin liderazgos claros, sin democracia interna. Mira nada más lo que pasó con la Lista del Pueblo. El problema es que hoy los vemos a cada uno con su causa, y la constitución resultante es una suerte de mosaico de pequeñas causas minoritarias más que la expresión del sentido común mayoritario. Ahí se ha ido formando un conglomerado en que los escaños reservados negocian con las feministas, éstas con el PC, todo para que cada uno apruebe la pequeña causa del otro. Así se produce un texto sin consistencia, que no apunta a los mínimos comunes que son el objetivo de una constitución.
Afirma que no se puede culpar a nadie de lo sucedido con nombre y apellidos. “Llama la atención que la gente más preparada haya tenido mucho menos protagonismo del que se esperaba. Ya ves a Agustín Squella, un tipo insobornable, preparado, que resultó arrinconado, funado, porque han primado estas otras cosas: la defensa de mi causa, de mi obsesión. Al final se han cometido excesos inauditos”.
Sin temor a las funas pone como ejemplo el texto aprobado sobre paridad de género que le parece insólito, porque dice que habrá al menos cincuenta por ciento de mujeres en los diversos organismos. “Ese al menos significa que puede haber 60, 70, 80 mujeres. O sea, ¿dónde quedó la paridad? Es como decir: Venguémonos de estos gallos que han sido mayoría todo el tiempo. Otra cuestión insólita es esta otra norma que leo textual: Se deberá asegurar la representación efectiva de la diversidad de las minorías exogenéricas. Eso significa cuotas para transgéneros. ¿Por qué esas minorías sí y no para los discapacitados o por oficios? Es una suerte de corporativismo, a lo Primo de Rivera en España. Creo que lo peor es que muchos están viendo la democracia como la representación de los fragmentos, cuando la democracia es la representación de la unidad de la sociedad”.
Lo dice alguien que quizás porque se crió entre ovejas, no cree en seguir al rebaño, y se cuestiona, piensa por sí mismo y se atreve a cuestionar lo que no le parece. Un tipo contra la corriente.