Inversión social en tiempos de vacas flacas
Las vacas flacas y la evaluación social parecen ser una buena oportunidad para acercarse a la comunidad y evaluar el trabajo con información transparente y mecanismos de participación que permitan la deliberación conjunta.
Frente a un nuevo contexto social, donde sin duda se avecinan momentos económicos difíciles, se hace necesario evaluar las inversiones sociales que efectúan las empresas desde sus programas de sostenibilidad, sobre todo de cara a las comunidades.
Este es un trabajo que requiere realizarse con tiempo y evitando posibles impactos desde el punto de vista social, ya que la experiencia nos dice que cuando llegan momentos de “vacas flacas” se tiende a eliminar todos los egresos (inversiones o gastos) que no se vislumbren como esenciales para el desarrollo del negocio.
Desde este punto de vista, es importante preguntarse por qué se destinan fondos a las comunidades, si no existe una visión ligada al negocio. Tal vez eran gastos que desde un principio no debieron haberse hecho y debo replantearme mi estrategia de vinculación con el medio. Es así como lo primero es evaluar la inversión o gasto, entendiendo si obedece a un objetivo que agrega valor a ambas partes en el largo plazo. Si eso no se cumple, sin importar si las vacas están gordas o flacas, la decisión debería ser la misma.
También, es clave tener en cuenta que la dimensión social es una variable y requiere de adaptación. No es posible pensar que una estrategia de relacionamiento comunitario es estática o que la receta exitosa de años anteriores sea estable en el tiempo. La evaluación de la inversión debe estar en directa relación con la línea base y los cambios en el bienestar de los grupos objetivos de los proyectos que se realizan en un determinado territorio.
La restricción económica, se presenta de esta forma como una oportunidad para repensar y reorientar las inversiones sociales con un criterio de focalización y de sinergia entre ellos. En nuestra experiencia, la mayor parte de las empresas evalúa sus programas de acuerdo a su cobertura o simplemente con un seguimiento al cronograma “logrado / no logrado”. Con esa información, difícilmente se pueden tomar decisiones respecto de la costo- efectividad de los proyectos de inversión social. Es así como parece simple cortar una suma de egresos que no tienen relación con el negocio ni visibilidad de sus resultados.
Las vacas flacas y la evaluación social parecen ser una buena oportunidad para acercarse a la comunidad y evaluar el trabajo con información transparente y mecanismos de participación que permitan la deliberación conjunta. Las inversiones sociales bien diseñadas, gestionadas y con la flexibilidad requerida, pueden tener importantes beneficios tanto para la comunidad como para el desarrollo del negocio. Ya es tiempo de aplicar el renombrado valor compartido.
Juan Pedro Pinochet,
administrador público y socio de Gestión Social