Genaro Arriagada: “Me repugnan los overoles blancos”
Así de hastiado se manifiesta el cientista político que vivió su adolescencia en el Internado Nacional Barros Arana. Hoy dice: “No entiendo cómo se puede ser tan estúpido para destruir algo tan valioso. Cuando se daña al INBA, al Instituto Nacional, al Liceo de Aplicación, al Lastarria, Chile se vuelve más pobre”. Irónico, gracioso y documentado, repasa aquí el estado de cosas en un país marcado por afanes refundacionales.
–Así es que también fuiste pingüino…
–Claro que sí. Hoy algunos creen que ellos inventaron los pingüinos, pero en Chile había pingüinos mucho rato antes de que ellos nacieran.
Habla el abogado, cientista político, investigador, académico, diplomático y político, Genaro Arriagada (79), a propósito de sus años de dirigente estudiantil secundario, como alumno del hoy desvalorizado Instituto Nacional Barros Arana. El INBA, donde la semana pasada quemaron la oficina de la nueva rectora. Es evidente que ese deterioro, esa anomia, le duele.
–Estuve internado en él durante seis años, desde primero de humanidades hasta sexto. Egresé de ahí y entré a Derecho en la Universidad de Chile. El Internado Barros Arana era un gran, gran colegio. Con una infraestructura que hoy es impensable: había cine para quinientas personas, pabellón de dibujo, sala de arte, un extraordinario laboratorio de química, otro de física, sala de ajedrez, una amplísima biblioteca, cancha de fútbol. Con una educación pública realmente de calidad, con profesores de excelencia. Y era un melting pot, como dicen los gringos. O sea, una cazuela donde se juntaba gente de los más diversos orígenes, hijos de empresarios, agricultores, profesionales, con los de personas muy pobres. Entregaba educación laica, igualitaria y de mucha calidad.
–Eran tiempos, claro, en que la minoría del país cursaba Humanidades, como se le decía a la actual Enseñanza Media entonces, y ni hablar de la universitaria o superior.
–Claro, no eran más del 4 por ciento de los que estaban en edad de estudiar. No quiero meterme en cifras pero serían unos ciento cincuenta mil alumnos en total los que hacían Humanidades; hoy la enseñanza media concentra a millones. El Internado Nacional Barros Arana era una maravilla; convivíamos armoniosamente, más allá de cualquier diferencia social, personas muy distintas. Era un ideal de integración muy grande.
–¿Y cómo lo ves ahora?
–Lo que veo me genera una mezcla de ira y desconcierto tremenda. No entiendo cómo se puede ser tan estúpido para destruir algo tan valioso. El proceso de destrucción de la educación pública no es de hoy; se inició con el régimen militar en 1973 y ha sido trágico para el país. Me indignan, me repugnan los overoles blancos, pero sería insensato decir que el problema empieza con ellos. Hoy es imperativo un esfuerzo conjunto de los ex alumnos, los apoderados, los profesores, las autoridades y, por cierto, los estudiantes, para recuperar una de las historias más honorables que existen en la historia educativa chilena. Es necesario poner paños fríos, controlar actitudes irracionales de los apoderados… y hacer lo mismo con los demás colegios que antes se conocían como “liceos emblemáticos”.
Menciona al Internado Nacional Barros Arana –primero, y por supuesto con el nombre completo, no la sigla INBA–, al Instituto Nacional, al Liceo Manuel Barros Borgoño y al Liceo de Aplicación, como partes del mismo desgraciado problema. “Chile es más pobre al ver el estado en que están”, sostiene. Y habla de controlar el violento clima país, que, a su juicio, es lo más complejo de todo.
“Así como yo no elegí nacer en Chile ni en 1943, sino que me tocó, al gobierno hoy le toca manejar esta tensión y esta crisis política que el país vive en ciclos cada 40 años como si se tratara de un karma. Les tocó y deben saber hacerlo”. Anota la revolución de 1859, la revolución de 1891, la anarquía de los años 1927 a 1932, el Golpe Militar… y afirma que “hay ciertas circunstancias que se repiten”.
–Hoy vivimos una crisis muy profunda. Si sólo se tratara de “veamos cómo nos va con esto de la Constituyente y la nueva Constitución”, estaríamos bien, porque sería sólo eso. Pero está el problema de la violencia, que se ha desatado. Y como a mí me carga eso de andarse echando la culpa, a esta hora lo único que importa es buscar una solución.
¿Podrá la joven y enérgica generación que asume encontrar esa solución? Siga leyendo después del subtítulo.
“No da ni para Piñericosa”
–¿Cómo ves a los jóvenes que han asumido el mando?
–Cuando lo que te planteas en fundar el país desde cero, lo primero que haces es denigrar el pasado. Eso es lo que hicieron los militares cuando dieron el golpe contra el gobierno de Salvador Allende. Les tomó apenas media hora traspasar el odio contra Allende, a toda la república anterior. Y se lanzaron a querer refundarlo todo. Esta generación llegó con una actitud similar, cuando no han inventado la rueda y todo no partió con ellos. Es muy delicado eso de suponer que nada de lo anterior es valioso. Tardíamente, ya en el gobierno, han ido rectificado esa actitud, por suerte. Honestamente, los primeros veinte años de la Concertación son el periodo más brillante de la historia de Chile, y los treinta también. Denigrar ese periodo es una estupidez y no haberlo defendido es una cobardía.
–¿Quiénes eran los llamados a defenderlo?
–No, no vamos a dar nombres, para qué. Mejor es señalar que hubo una tendencia a denigrar ese periodo como parte de un proyecto político y, más que buscar ideas nuevas, se procuró atacar el pasado, llegando a absurdos increíbles. Disparates, por ejemplo, como afirmar que aquí en Chile nunca se hizo nada en materia de derechos humanos…
Genaro, que tiene mucho de profesor, se detiene para recomendar un libro a propósito: el de Sergio Bitar y Abraham Lowenthal, “Transiciones democráticas”, al que considera “notable” para aprender del tema. “Es difícil encontrar un país que haya hecho más justicia respecto de crímenes pasados. En Francia, por ejemplo, recién ahora se está haciendo una comisión 60 años después de la masacre de Argelia; España blanqueó todo de lo sucedido durante la era de Franco, Polonia también. Denigrar lo que ha hecho Chile es una aberración y una injusticia”, dice, ofuscado.
Cuando le pregunto por cuál va a ser su opción el 7 de septiembre, quedamos en hablar el 5 de julio, cuando dé su opinión sobre el texto constitucional que tiene fecha de entrega definitiva un día antes, el 4. Antes, prefiere callar. Y hablar de lo que supera, por lejos, la conflictividad del proceso constitucional: la violencia.
Dice: “Por la macro zona norte los problemas son gigantescos. A mí me impactó el violento y reciente robo del tren de Antofagasta a Bolivia, detenido con camiones y grúas para robar carga. Una operación impresionante. También es preocupante la entrada de mafias internacionales a Iquique y Arica. Y ya lo dije en una columna: lo de la macro zona sur es una guerra de guerrillas. Súmale la entrada del narco en las poblaciones, lo que es algo realmente intimidante. Y todo con un aditamento muy complicado: la ultra izquierda. Hay que volver a leer a Marx, a Engel, al propio Lenin, para darse cuenta de que la ultraizquierda ha sido siempre la que ha facilitado el ascenso del fascismo en el mundo. Hoy los que andan destruyendo el mobiliario público y cometiendo desmanes en la calle son los facilitadores de que la ultra derecha pueda tomar el poder –sostiene, agitado y preocupado.
Instalados en la actualidad, le pedimos que analice el reciente viaje presidencial a Norteamérica. Ahí es mucho menos duro y muy positivo en su análisis de la figura del presidente.
Parte precisando: “Yo separaría la gira de Boric de la Cumbre de las Américas. Son cosas distintas. La gira fue un éxito muy notable para él, hizo una exhibición de solidez e inteligencia. Se le vio como un hombre bien intencionado, articulado, que habla bien inglés y francés. Una figura que concita interés y admiración en una América Latina donde no hay mucho liderazgo a qué echar mano. La Cumbre de las Américas, en cambio, fue muy mediocre. No fue México, Brasil se asomó por 24 horas sólo para manifestar su desacuerdo con Biden. Sin López Obrador ni Bolsonaro participando, estuvo ausente el 65 por ciento del PIB de América Latina, que es hoy un continente desmembrado”.
Y continúa así su análisis: “Con una Argentina dislocada y un Perú en ruina económica, con una Cuba insignificante, con Nicaragua en manos de una dictadura familiar patética, y ni hablar de Venezuela, ahora, este domingo, veremos cómo le va a Colombia. Y para qué mencionar al triángulo norte de América Central, donde hay puros estados fallidos: El Salvador, Guatemala, Honduras. En este paisaje desierto de liderazgos, la figura del presidente más joven del mundo, de izquierda que se ofrece como socialdemócrata, sin duda destaca, aunque de la Cumbre no se sacó nada”.
–¿Y el error con Kerry?
–No da ni para Piñericosa.
El 5 de julio nos juntamos
Educado por una madre a la que ama y admira como digno hijo mayor y testigo de lo que significó para ella quedar viuda de un marido que murió a los 26 años y sacar adelante a sus 4 niños, es muy celoso de su vida privada y no nos deja indagar más allá. Donde sí una puede adentrarse es en su temprana vocación político social.
Tenía 18 años cuando entró a militar al Partido Radical, ese tan bien perfilado en lo cultural, lleno de frases hechas tan propias de club social, como aquella que yo citaba mal, cuando apelaba a la discreción y silencio de los concurrentes: “Que esto quede en el seno íntimo de la amistad”.
Genaro corrige y asegura que lo correcto es “en el seno turgente de la amistad”.
En ese seno fue que conoció e hizo amistad con Jorge Arrate y Ricardo Lagos Escobar, uno ex presidente, otro ex candidato a presidente, y a quienes sigue ligado, pese a los distintos caminos recorridos. “Con Arrate me veo menos, pero si nos topamos, nos abrazamos. A Ricardo Lagos lo veo más. Los tres hicimos lo que ningún político hace: renunciar a un partido cuando ese partido entra al gobierno, como sucedió en la administración de Jorge Alessandri. Después cada uno se fue a lo suyo; creo que la Revolución Cubana, tan marcadora, nos dividió. Yo, pese a ser desde siempre un hombre agnóstico, entré a la Democracia Cristiana”.
–Ellos dos tuvieron ambición presidencial, uno con más suerte que el otro. ¿Nunca te imaginaste tú en esas lides?
–Nunca, nunca, nunca. Yo soy una persona sin carisma electoral. No tengo vocación ni talento para recolectar votos, para postularse y elegirse en cargos. Nunca he sentido que ese sea un camino posible para mí. Lo que hago es escribir harto y ser leal a ciertos principios.
Admirador declarado de Eduardo Frei Montalva, volviendo al tema de la revolución pingüina, sostiene: “Bueno, lo de pingüinos tiene que ver con la instauración del uniforme escolar obligatorio en los años 60, una medida inclusiva. El gobierno de Frei Montalva extendió la educación primaria a todo el mundo; eso fue muy notable. Y fue el de su hijo, Eduardo Ruiz Tagle, el que extendió la secundaria. Y gracias a los gobiernos de la Concertación, el 60 por ciento de los egresados de enseñanza media entraron a la universidad en Chile. Esos son tremendos avances.
A fines del año pasado y tras 58 de militancia, Genaro renunció a la DC, partido al que se unió cuando tenía 21 y, junto al difunto Edgardo Boeninger integró, dice, risueño, el “ala agnóstica del movimiento. Jaime Castillo, católico al que a veces le venían unas dudas religiosas tremendas, en periodos intermitentes, integró nuestra ala”.
Hoy, dedicado a lo que le gusta, la ciencia social, este egresado de Derecho, que nunca se tituló, y a quien seduce mucho más la filosofía que las leyes, no se baña si no ha leído al menos un diario de papel por las mañanas. Y nos deja citadas para el 5 de julio, cuando dirá formalmente si Aprueba o Rechaza. “Y ahí quizás recibamos castigo terrestre y aéreo, como decía el estadista fallecido”, se despide, mostrando su mejor lado: el humor.