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26 de Septiembre de 2022

Locuras de la política

La política tiene mucho de locura. No hay mandatario que mejore su salud en el ejercicio del poder. Yo, al menos, no lo he visto. Pero ese deterioro del soberano debería servir para que los demás mejoren, partiendo por los que esperan por una hora siquiátrica. 

Por Redacción EL DÍNAMO
El pecado de Muñoz Riveros fue aludir al TOC, el trastorno obsesivo convulsivo, que ha reconocido padecer el presidente. Esa fue la sal que irritó la herida y activó hasta a los trabajadores de Copesa. Se alegó incluso sobre los límites de la libertad de expresión. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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El próximo 10 de octubre, la OMS celebra el Día Mundial de la Salud Mental, buscando crear conciencia sobre un tema que se ha agravado a causa de la pandemia a nivel planetario. Los escasos tratamientos para los más vulnerables y más proclives a padecer estas afecciones se volvieron aún más exiguos; el confinamiento gatilló conflictos de convivencia severos que afectan la psique; en Latinoamérica, los trastornos mentales, neurológicos y por uso de sustancias son un tercio más comunes ahora que antes del COVID-19, la depresión es la principal causa de discapacidad y casi 100 mil personas mueren por suicidio cada año en la región.

El sentido de la fecha es que todos los países trabajen por aumentar el acceso a la salud mental para todos. A Chile, desde hace años se le recomienda que al menos el 5 a 6 por ciento del presupuesto total de salud se destine a lo mental. Meta modesta si se la compara con la de países desarrollados y muy lejana del porcentaje de gasto de los últimos años, no más de 3 por ciento del total de salud. 

Hoy existe extremada sensibilidad para no estigmatizar a quienes padecen males siquiátricos, psicológicos y también discapacidad intelectual, aunque en estos casos, hay más paternalismo que política e ideología. Tiene más de compasión que de comprensión. 

Sergio Muñoz Riveros, analista político y escritor, de origen comunista y hoy híper crítico de los fanatismos del signo que sean, escribió hace unas semanas una columna que “enloqueció” a medio mundo. A medio mundo partidario del presidente Boric, mientras el otro medio mundo, opositor al gobernante, aplaudió su escrito, titulado “Dudas sobre Boric”.

Los primeros llamaron a Muñoz Riveros sedicioso, pseudo psiquiatra, repugnante, miserable y otros fuertísimos epítetos. Por otro lado, sobre las actitudes y procederes del presidente, ha habido decenas de analistas que lo han criticado duramente. Sólo en la última semana lo han tratado de amateur, infantil, inmaduro, poco humilde, amiguista, inconsecuente, machista, antisemita.  

El pecado de Muñoz Riveros fue aludir al TOC, el trastorno obsesivo convulsivo, que ha reconocido padecer el presidente. Esa fue la sal que irritó la herida y activó hasta a los trabajadores de Copesa. Se alegó incluso sobre los límites de la libertad de expresión.

Honestamente, yo creo que son los gajes del oficio. O más bien los del poder.

A Piñera se le quiso declarar interdicto. Reproduzco partes de un artículo de 2020, publicado en El Mostrador: “La opinión pública tiene derecho a saber si los tics, andar vacilante, rigidez del brazo izquierdo y espasmos incontrolables, y descontrol físico en general, además de las conductas y decisiones erráticas, contradictorias e incoherentes, en lapsos cortos, son consecuencia de una enfermedad, física o mental, o no. Se trata de un asunto del mayor interés nacional, con alta relevancia pública, política y noticiosa, y que bajo ninguna circunstancia debe ocultarse o callarse.

“Incluso un senador de la República, Juan Ignacio Latorre, perteneciente al Frente Amplio, ya se refirió a ellas de manera directa, señalando a un medio de la Quinta Región que, en su condición de psicólogo, creía que el Presidente manifiesta claros síntomas de una dolencia mental y requiere de atención profesional”.  

Muñoz Riveros escribió su texto sobre la base de preguntas. Planteando dudas. El texto anterior no tenía ni firma y es una afirmación, casi un diagnóstico. A esas alturas, a Piñera ya nadie le prestaba ropa, por eso nadie rasgó vestiduras por él.

Y ya que hablamos de vestiduras, siempre se requiere indicarle al rey cuando está desnudo. Hacerle ver cuando mete la pata, cuando sus gustos adolescentes pueden tener consecuencias, cuando hay que contar hasta 100 y echarle la caballería encima a una joven periodista por plantear una pregunta legítima. Yo creo que las dudas son lo único que no hay que limitar.

La política tiene mucho de locura. No hay mandatario que mejore su salud en el ejercicio del poder. Yo, al menos, no lo he visto. Pero ese deterioro del soberano debería servir para que los demás mejoren, partiendo por los que esperan por una hora siquiátrica. Ojalá la conmemoración del 10 de octubre ayude a los verdaderos enfermos y enriele a políticos y autoridades en la búsqueda del bien común.  
 

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