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25 de Octubre de 2022

Liceos Bicentenarios, cuando prevalecen los prejuicios

Hoy tenemos un Ministerio de Educación que no ha mostrado una ruta sobre qué quiere hacer, que termina un proyecto exitoso de inclusión en la sociedad, aunque habla de inclusión como su horizonte principal.

AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Siempre la izquierda estuvo en contra de los Liceos Bicentenarios. 

Por dos motivos: primero porque fue una política impulsada por un gobierno de derecha. Luego, por un afán igualitarista extremo que obliga a que no haya incentivos que no sean universales. Si hay poco, todos se contentan con poco. Lo demás es un privilegio inaceptable, aunque éste se oriente a quienes más lo necesiten, para emparejar la cancha y empujar los cambios. Prefieren emparejar para abajo. Lo otro sería una política competitiva o de mercado. 

Lo cierto es que en la historia de la educación chilena han existido políticas públicas para incentivar la experimentación, la innovación y el apoyo educativo para lograr mejoras educativas. Eso fueron los liceos experimentales en su tiempo, luego los emblemáticos, los Liceos Montegrande, Liceo para Todos cuyo objetivo era aumentar la cobertura en la enseñanza media. Todos esos proyectos tuvieron recursos acotados que permitieron avanzar en la calidad educativa en sectores vulnerables. Todos estos ejemplos constituyeron espacios de movilidad social. 

Para aclarar de qué estamos hablando, los Liceos Bicentenario que hoy llegan a 320, tienen un promedio altísimo de vulnerabilidad social. En promedio más del 90% de sus estudiantes pertenecen a los sectores más pobres. Por otra parte, participan en un concurso con un proyecto de mejoramiento apoyado por toda la comunidad. Los que son seleccionados, reciben un recurso acotado de alrededor de 140 millones de pesos por una sola vez y deben gastarse en los compromisos asumidos en sus proyectos en dos o tres años. Un porcentaje de esos recursos puede orientarse a mejorar infraestructura, laboratorios, techar patios o canchas, respondiendo a un propósito establecido en el proyecto. El resto debe gastarse en formación de profesores, mejoras en metodologías de enseñanza o profundización en algún sector de aprendizaje, entre otras innovaciones educativas que los establecimientos propongan. También forma parte del proyecto la vinculación a una red regional, con una activa y exigente supervisión del Ministerio de Educación . El proyecto exige levantar los estándares de calidad. 

Esta forma de trabajo ha permitido que todos los Liceos Bicentenario mejoren sus aprendizajes y que un porcentaje significativo de ellos haya logrado situarse en los niveles más altos de calidad en sus comunas o regiones. Cabe destacar que los Liceos Bicentenario cumplen con las mismas obligaciones que cualquier establecimiento y por lo participan en el mismo proceso de selección de sus estudiantes que los demás. O sea, no seleccionan por sí mismos. 

Este año, apenas asumió el gobierno, notificó que la coordinación de los liceos no continuaba, se deshizo la red regional (al menos en la Región Metropolitana, entiendo que sólo queda una red nacional).

Los testimonios de equipos directivos que participaron de ella, dan cuenta de numerosas oportunidades de intercambio, que fueron especialmente valiosos durante la pandemia. Les permitió participar en webinars y apoyarse para tomar decisiones en momentos tan complejos. Los nuevos funcionarios encargados de esta política pública, antes que se anunciara su término, ya se habían desentendido de su propósito. 

En fin, hoy tenemos un Ministerio de Educación que no ha mostrado una ruta sobre qué quiere hacer, que termina un proyecto exitoso de inclusión en la sociedad, aunque habla de inclusión como su horizonte principal. Sólo que -hasta ahora- ese propósito de inclusión solo se ha referido a temas de género.

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