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4 de Noviembre de 2022

Pide ayuda

Existe la creencia de que no se debe hablar de suicidios porque los fomentaría, sin embargo, la evidencia muestra que hablar del tema genera alivio en quien lo está evaluando. Esto porque ayuda a manejar la angustia que causa la intención de querer suicidarse. 

Por Sanndy Infante
El suicidio no es sinónimo de una enfermedad mental, pero sí de alguien que está sufriendo. Es un proceso de experiencias y emociones muy dolorosas que se vuelven intolerables y, aunque se cree que afecta solo a adultos, también existe en menores de edad. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Hace un par de semanas se efectuó un sumario sanitario a un conocido mall de la capital por la cantidad de suicidios que ahí ocurren. Instalar barreras anti-suicidio o poner teléfonos para pedir ayuda son algunas de las medidas que se toman en sitios que registran un mayor número de este tipo de eventos. Como, por ejemplo, el puente Nankín sobre el río Yangtsé. Pero esto es solo la punta del iceberg: el problema es más de fondo, porque las cifras muestran únicamente los suicidios consumados y esconden el número de intentos que es mucho mayor. Entre el 80% y 90% de las personas que se suicidan dieron señales previas, aunque se piensa que quienes “amenazan” con quitarse la vida no lo hacen.

Existe la creencia de que no se debe hablar de suicidios porque los fomentaría, sin embargo, la evidencia muestra que hablar del tema genera alivio en quien lo está evaluando. Esto porque ayuda a manejar la angustia que causa la intención de querer suicidarse. El suicidio no es sinónimo de una enfermedad mental, pero sí de alguien que está sufriendo. Es un proceso de experiencias y emociones muy dolorosas que se vuelven intolerables y, aunque se cree que afecta solo a adultos, también existe en menores de edad. La diferencia está en que los primeros comenten menos intentos, no obstante, son más letales y efectivos.

Son infinitas las necesidades que deben cubrirse para hacerse cargo del tema, tanto a nivel individual como colectivo. Sin embargo, la primera recomendación es “estar” y tomarse un tiempo para observar a otros y a uno mismo con el fin de pedir ayuda. Es válido estar mal, lo importante es qué hacemos ante esto.

El deseo de morir viene aparejado de desesperanza. Los programas de acompañamiento y la posibilidad de acceder a salud mental, son un puntal para abordar el tema. Aun así, se hace necesario desmitificar y desestigmatizar la salud mental. Es importante dar espacio para pedir ayuda, pero además, para ser escuchados.

En definitiva, que se haya efectuado un sumario sanitario en un mall de Santiago, debido a la tasa de suicidios, es atender un síntoma social, lo que está bien y es pertinente. Sin perjuicio de esto, se hace necesario pensar en políticas públicas orientadas a la prevención. Cada uno de nosotros – como parte de una sociedad – aportemos un granito de arena: mirarnos, escucharnos, ofrecer apoyo y no juzgar. Pedir ayuda y darla si la solicitan. Y si no sabemos cómo apoyar, preguntar cómo hacerlo. El camino hacia el suicidio es muy desolador y silencioso. Aun así, dar el primer paso marca la diferencia. Si sientes agobio o sospechas que algún cercano necesita apoyo. Pide ayuda.

Sanndy Infante, psicóloga del Centro Clínico del Ánimo y la Ansiedad

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