Secciones El Dínamo

cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad
28 de Noviembre de 2022

Política educacional: ¿Mirando al sudeste?

A comienzos de los 90, cuando la tarea era reinstalar la democracia en nuestro país, el Estado se desplegó sobre gran parte del sistema, restableciendo las condiciones de base para un sistema educacional más equitativo. 

Por Carlos Concha Albornoz
Los nuevos desafíos de calidad tienen mucho que ver con capacidades para abordar las brechas de desigualdad hoy aumentadas, con el fortalecimiento de la educación pública y con los temas docentes. Ya no queda tiempo de seguir mirando al sudeste. AGENCIA UNO
Compartir

Aunque la referencia es a una notable película argentina de fines de los 80, resulta curiosa la coincidencia con lo que observamos hoy en la política educacional: ella parece mirar a una dirección desconocida, ajena a la realidad, donde la ilusión y la cordura carecen de límite preciso. Tenemos una política que ha optado por omitir los principales problemas que afectan a la enseñanza y el aprendizaje de niños, niñas y jóvenes y desperfilar la tragedia presente y futura de profundización de las desigualdades educativas.

¿Asistimos a un momento en el que los antecedentes y las investigaciones dejaron de relacionarse con la definición de las políticas? No parece preocupar mucho al Ministerio de Educación que hoy tengamos el doble de estudiantes con problemas serios de inasistencia que en 2019. Se trata nada menos que de 1.254.000 niños, niñas y jóvenes, es decir, cuatro de cada diez estudiantes. El desglose es impresionante, afecta al 64% de los niños y niñas de Prekínder y Kínder, al 37% de los de Enseñanza Básica y al 33% de los de Media. En Básica es un 130% más que en 2019. Ello se agrava con el dato de los más de 50.000 estudiantes, un 24% más que en 2019, que debiendo matricularse este año, simplemente no lo hicieron. 

El escenario se complica más si se revisa las implicancias sobre el aprendizaje, las interacciones sociales y el desarrollo socioemocional que generó la suspensión de clases en 2020 y 2021. Nuestro país ostenta el triste primer lugar entre los países OCDE, con 259 días lectivos de cierre total de escuelas.  En mayo de 2021, ya se calculaba que en un escenario de 10 meses de clases remotas, se perdería el 88% de aprendizajes y se retrocedería 1.3 años de escolaridad (el país ha mejorado cerca de un punto promedio cada 10 años). Hay que considerar también que suspender clases no solo afecta los aprendizajes presentes, también los ya logrados y los futuros. Por supuesto que las consecuencias son mucho más profundas en los sectores socialmente menos favorecidos, en los que la brecha de desigualdad educativa solo se ha incrementado. 

Hay otros temas críticos, anteriores a los señalados, que no atenderlos solo augura laberintos sin salida. Entre ellos, el tema docente, su formación inicial y permanente y la falta de docentes; la educación pública y la urgencia de resignificarla y fortalecerla; la crisis profunda de la educación pública secundaria con vocación académica (los mal llamados emblemáticos); la urgencia de asegurar trayectorias de aprendizaje permanente a las personas.

¿Y, en este escenario, por dónde va nuestra política educacional? Lo que se observa incluye declaraciones sobre algunos de los temas antes revisados y anuncios de abordaje completamente insuficientes, como la Política de Reactivación Educativa Integral (60 comunas de 346), de Salud mental en 100 comunas, o las tutorías a 10.000 estudiantes por parte de alumnos de pedagogía. No existe un plan que aborde de manera más integral los principales problemas, indicando con claridad los puntos de partida, las metas propuestas, las estrategias, su despliegue e información de avances. Tampoco un llamado a las comunidades educativas para abordar estos temas de manera conjunta. 

Se aprecia una tendencia clara a omitir mucho de los sistemas e instrumentos que hoy existen. Anuncios como la postergación del SIMCE, postergar la evaluación docente, postergar la implementación de la Nueva Educación Pública, reemplazar el Sistema de Aseguramiento de la Calidad de la Educación, o cambiar la evaluación docente, van en esa dirección. Si se revisa el sitio web del Ministerio, solo aparece como relevante la “Jornada por una educación no sexista” (por segunda vez), de mucha importancia, pero sin un vínculo claro con las necesidades expuestas.

A comienzos de los 90, cuando la tarea era reinstalar la democracia en nuestro país, el Estado se desplegó sobre gran parte del sistema, restableciendo las condiciones de base para un sistema educacional más equitativo. El despliegue llevó a nuestro sistema educativo a lograr los mejores índices de calidad de América Latina. Los nuevos desafíos de calidad tienen mucho que ver con capacidades para abordar las brechas de desigualdad hoy aumentadas, con el fortalecimiento de la educación pública y con los temas docentes. Ya no queda tiempo de seguir mirando al sudeste.

Carlos Concha Albornoz

Profesor
 

Léenos en Google News

Notas relacionadas

Deja tu comentario

Lo más reciente

Más noticias de Opinión