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Actualizado el 25 de Enero de 2023

Sobre la seguridad

No hay crítica que valga si no es seguida por ideas, intentos de sugerir soluciones. Y las hay, pero deben ser tomadas en serio, ser profesionales y seguir procedimientos y caminos exitosos para contrarrestar la delincuencia organizada que ya está tomando al país.

Por Tomás Szasz
Los cambios cuestan. Pero bien hechos, siempre valen más que el precio que se pagó por ellos. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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La prensa, la maldita prensa ávida de cualquier hecho para armar escándalos y el Gobierno, el errático, novato y metelapata Gobierno; no sé cuál de los dos es que más distrae la atención de los problemas que atraviesa el país, problemas de una magnitud que pienso no se dieron hace décadas y algunos nunca. Los medios están llenos de presos mal indultados, de fugas de conversaciones desastrosas, de acusaciones constitucionales burdas, de – por ejemplo – adquisiciones indudablemente fraudulentas de una clínica… la comidilla supera todo lo imaginado.

Si alguien cree que esto no lo observan fuera de nuestras fronteras, está rotundamente equivocado. No solo otros gobiernos y medios tienen a Chile en la mira sino también – y esto es tan importante como lo otro – los inversores, los grandes conglomerados que sacan sus conclusiones sobre la seguridad de sus eventuales planes en nuestro país. Y un Gobierno novato, que en menos de un año cometió más errores y meteduras de pata que la suma de las últimas cinco administraciones no inspira seguridad en ningún aspecto. Ni financiero, ni ciudadano, ni económico, ni político. Falta poco de convertirnos en los hazmerreíres de Latinoamérica, si no en algo peor (y no quisiera dar ejemplos, ya que todas/os los conocen).

En medio de esa batahola rimbombante, pasan por fin algunas cosas que muestran cierta voluntad para comenzar con soluciones. El problema más latente sin dudas es la seguridad. Llegamos a presenciar el intento de un delincuente de matar no uno, sino dos carabineros, que durante su fuga tipo “Rápidos y Furiosos” en auto robado por fin ha sido detenido a balazos junto a la droga que llevaba. ¡Tenía 32 (¡TREINTA Y DOS!) detenciones anteriores! ¿Cómo es posible que siga con sus andanzas? Bueno, no volverá a la calle por lo menos durante el período que le curen de la bala recibida en una pierna. Algo es algo, dijo el diablo y se llevó un sacerdote bajo el brazo…

Pero chiste aparte, es evidente que en la zona conflictiva de la Araucanía la presencia militar redujo casi a la mitad los atentados, que muchos de sus dirigentes criminales están – por lo menos hoy – detenidos (veremos hasta cuándo: ¿el final de los juegos Panamericanos?), que Carabineros recibió nuevas tecnologías y vehículos…lástima que la tan necesaria y obvia presencia del Ejército en la frontera norte haya sido rechazado – curiosamente por la oposición – ya que ese confín es el alimentador inagotable de la importación y crecimiento del crimen organizado.

No hay crítica que valga si no es seguida por ideas, intentos de sugerir soluciones. Y las hay, pero deben ser tomadas en serio, ser profesionales y seguir procedimientos y caminos exitosos para contrarrestar la delincuencia organizada que ya está tomando al país. El narcotráfico, las bandas internacionales, la industria de robo y “exportación” de vehículos, el robo de la madera que sus perpetradores disfrazan de recuperar una propiedad ancestral… la corrupción que ya se está instalando en altas esferas. Se debe buscar el origen, el causante de ese explosivo crecimiento del crimen. Ubicando el origen y encontrar la solución: así se puede cortar primero su crecimiento y luego gradualmente minimizarlo.

La inseguridad, va, las muchas inseguridades que padecemos hoy tienen varios orígenes. Los más importantes se pueden señalar con los dedos de una sola mano: crisis económica que causa desocupación; inmigración legal e ilegal descontroladas; falta de educación y cultura; falta de adecuar las fuerzas represoras del delito en todo sentido: número, tecnología, conocimiento, inteligencia, remuneración; cooperación ciudadana. Mencioné aquellos que creo más importantes. Y las soluciones deben comenzar por la voluntad de nuestras autoridades, el análisis de cada rama de inseguridad, el diálogo franco, constructivo y falto de especulación política o ideológica y la experiencia de otros países incluyendo la eventual solicitud de ayuda y entrenamiento. La mejor oportunidad se presenta en marzo, cuando el Gobierno cumple un año y tiene la chance de sincerarse y abrirse a soluciones a las que ni la oposición podría – valga la redundancia – oponerse. ¿Existe esa posibilidad? Nuestro Presidente es cualquier cosa, menos tonto. Sí, le faltará práctica y liderazgo, comete errores y se apega demasiado a compromisos contraídos para llegar a donde llegó. Pero nada tiene tanta importancia que el bienestar del país, el desarrollo, la felicidad de todas y todos nosotros; ni las ideologías, ni los compromisos, ni las amistades. Creo que todo debe comenzar con el cambio de su equipo, despidiendo con un agradecimiento a prescindibles y reemplazarlos por profesionales que han demostrado su honestidad, sapiencia y compromiso para emprender las soluciones. ¿Qué importancia tiene el “color” de un gobierno si la ciudadanía es feliz, libre y optimista? Y son estas tres condiciones a las que debe apuntar tanto Gabriel Boric, como sus asociados, amigas/os y hasta detractores u opositores.

Los cambios cuestan. Pero bien hechos, siempre valen más que el precio que se pagó por ellos.

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