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Actualizado el 9 de Marzo de 2023

Problemas y soluciones fronterizos

Por fin hoy nuestro Ejército cumplirá con el papel que corresponde al de a un país pacífico, no agresivo y democrático: defender sus fronteras.

Por Tomás Szasz
Es menester entonces que nuestra Cancillería se sienta urgentemente a dialogar con los gobiernos vecinos y convencerlos – ya sea a las buenas, ya sea por medio de algunas presiones – que acepten la “devolución” de cualquiera que fue pillado tratando de entrar a Chile ilegalmente. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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No soy ni visionario, ni genio geopolítico, solo un simple ciudadano que trata de mantenerse informado en un mundo actual, donde las millones de noticias y desinformaciones hacen casi imposible formarse un cuadro que se acerque a lo que ocurre en realidad. Sin embargo hay cosas tan simples y lógicas que hasta uno como yo puede deducir las necesidades o verdades en ciertos ámbitos y situaciones. Hablo de nuestras fronteras.

Modestia aparte, el primero de octubre de 2021 se publicó en este prestigioso diario virtual mi artículo en Opiniones, titulado “Qué hacer con nuestras fronteras”. No pretendo asumir que alguien del Gobierno actual haya leído esas líneas pero por fin, bajo la presión pública y desistiendo de ciertas convicciones ideológicas, se decidió llevar a cabo lo que a gritos pedí – y pedía mucha gente sensata – hace años: el ejército controlando la frontera. Cito una pequeña parte de ese artículo de hace año y medio:

“Las policías son para garantizar el orden y la seguridad, perseguir el crimen y controlar el cumplimiento de leyes de convivencia; no están preparadas ni destinadas para defender nuestros confines. Chile tiene un ejército moderno y bien dotado para esta tarea. Una fuerza armada que, aparte de sus maniobras y ejercicios, está vacante, y por lo tanto disponible. ¿Quién sino ella para patrullar, controlar la frontera? … ¿Cómo no se le ocurre a ninguna de nuestras autoridades esa evidente, lógica y fácil solución?”

Algunas otras ideas expresadas en ese artículo por suerte también se realizaron. No porque yo los escribí, sino porque así lo dictaba la sensatez.

Por fin hoy nuestro Ejército cumplirá con el papel que corresponde al de a un país pacífico, no agresivo y democrático: defender sus fronteras. Pero, según mi modesta opinión, lo ideal sería entrenar una parte de la fuerza armada para tal tarea específica, creando una tropa – o fuerza – especializada en ella, con poderes afines de actuar en forma independiente y en contacto directo con la justicia, las fiscalías correspondientes.

Los ilegales que tratan entrar a Chile solo en su minoría son ciudadanos de países fronterizos: Perú, Bolivia y Argentina. La inmensa mayoría de ellos viene de más lejos: Ecuador, Colombia, más que nada Venezuela, etc. etc. Sin embargo para llegar a nuestros límites debe primero cruzar a alguna de las naciones vecinas en forma tan ilegal cómo sería su entrada a Chile. Y estos países poco o nada hacen para impedir que entren por sus fronteras, atraviesen todo su territorio y lleguen sin dificultades – o, lo que sería peor, quizás con ayuda – a nuestros confines, donde son empujados para entrar a territorio chileno.

Bolivia ya anunció que no recibirá ningún expulsado que no sea boliviano y es de esperar que Perú haga algo similar. Esa medida parece una burla: no recibir ilegales que cruzaron los países limítrofes sin ser detenidos es una medida que puede considerarse hostil hacia Chile. Nosotros no podemos hacernos cargo del resultado de la incapacidad de nuestros vecinos: si ellos no pudieron controlar sus fronteras; no somos nosotros que debemos ser el castigo final, léase quedarnos con los migrantes que Bolivia o Perú no podían – ¿o no querían? – controlar. Si nuestro Gobierno acepta esa condición impuesta (por el momento solo) por Bolivia, entonces la presencia del ejército solo mermará una insignificante parte de la inmigración ilegal. Cualquier ciudadano o ciudadana con nacionalidad boliviana, peruana o argentina puede ingresar legalmente a Chile; las/los que lo hacen de forma furtiva, casi siempre son delincuentes perseguidos por su justicia.

Es menester entonces que nuestra Cancillería se sienta urgentemente a dialogar con los gobiernos vecinos y convencerlos – ya sea a las buenas, ya sea por medio de algunas presiones – que acepten la “devolución” de cualquiera que fue pillado tratando de entrar a Chile ilegalmente. Estoy convencido que se dispone de suficientes argumentos diplomáticos para lograr tal fin. De lo que no estoy convencido es si tenemos diplomáticos capacitados para tal tarea…

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