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Actualizado el 16 de Mayo de 2023

Temas prohibidos

Estos dos temas: no aumentar la vida “útil” y reducir las horas “útiles” parecen ser parte de la idea del estado de bienestar.

Por Tomás Szasz
Hay muchos tabúes más y se necesita coraje para tratarlos. Los países donde son asuntos abiertos y públicos, deben ser los ejemplos para seguir por Chile. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Nos encontramos en estos momentos en una situación peculiar: por un lado el temor a la extrema derecha (y la incapacidad del centro y centroderecha) llevó a un gobierno de extrema izquierda; gobierno que está fracasando en todas sus iniciativas y, en su tanteo de encontrar un camino para dominar la crisis, está cambiando prédicas, sin cambiar comportamiento. Y mientras ese péndulo llegó a elegir a Boric como Presidente, su hasta ahora demostrada ineptitud hizo que el oscilante esté en el otro extremo, dejando prácticamente en manos de los Republicanos la redacción de la nueva Constitución.

La consecuencia puede derivar en uno de tres resultados: una Carta Magna moderna, si la centroderecha logra poner freno a intenciones excesivas de la extrema; un texto demasiado conservador si prevalece el veto de ésta; el rechazo del texto en cuyo caso regirá la actual Constitución. Ninguna de esas opciones significa que el PR será el próximo gobierno; falta demasiado para las nuevas elecciones y, en caso de imponerse la tercera opción, eso se considerará como un golpe a la extrema derecha y causará un movimiento brusco en la aguja pendular.

Pero el asunto que hoy inquieta son los temas prohibidos entre tanta inseguridad y crisis económico-social. Temas que nadie se atreve a mencionar directamente, ni la derecha, ni la izquierda; pero que son de fundamental importancia para el futuro del país. Veamos a algunos, los más importantes que no solo son tabú en casa sino también en otros países e incluso causan escozor en algunos lados donde permiten que surjan.

La fuerza productiva, es decir la proporción de la población que genera la riqueza que permite nuestra existencia, supervivencia, es cada vez menor. Por un lado, crece la edad de jóvenes que entran a producir a causa de que cada vez más entran a las universidades; por el otro, la expectativa de vida es exponencialmente cada vez más larga en consecuencia de los avances en salud, alimentación y cultura. Pero la edad de jubilarse es asunto intocable. En lugar de ello, triunfa la reducción de horas de trabajo semanal, un triunfo meramente populista en un país donde la productividad está en decadencia y la inversión en franca ausencia. O sea, en vez de aumentar la edad de pensionarse con un mínimo de 5 años, se redujo el tiempo para producir.

Estos dos temas: no aumentar la vida “útil” y reducir las horas “útiles” parecen ser parte de la idea del estado de bienestar. Esa idea que, en los regímenes donde se implantó, trajo como consecuencia matemáticamente inevitable la reducción de la existencia a lo mínimo dispensable para la población, con la obvia excepción de la jerarquía y sus custodios.

Otro tema prohibido es la garantía de la seguridad del individuo que el Estado está obligado a proveer con toda la fuerza opresiva contra la delincuencia. Los DD.HH., que la izquierda expropió para su particular uso, hoy no se atreven a incluir la lucha sin cuartel y la tolerancia cero al crimen. La revolución, según manifiesta la extrema izquierda, se debe hacer con la ayuda del delincuente, del lumpen; pues éste no tiene nada que perder y, una vez ganada la guerra contra la democracia, esa primera línea será la que menos DD.HH. tendrá, pues será simplemente eliminada.

Tampoco se puede hablar de la excelencia de educación, una educación moderna y sin matices ideológicos. La creación de una élite de educadores no es un tema que esté en la mesa a pesar que su importancia es fundamental: solo un país educado llega al desarrollo, llega a crear una población feliz. La discusión está en si debe ser solo estatal, si los padres pueden o no elegir el lugar de aprendizaje… pero nada de la calidad, de la excelencia.

Con estos pocos temas debo cerrar este artículo, porque los considero los más importantes para no solo mejorar la vida en general, sino para defender la democracia y lograr el desarrollo tan ansiado. Hay muchos tabúes más y se necesita coraje para tratarlos. Los países donde son asuntos abiertos y públicos, deben ser los ejemplos para seguir por Chile.

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