Pierde la gente
Es hora de una nueva épica, de nuevos y amplios acuerdos, para enfrentar lo que estamos perdiendo y volver a ganar.
Enrique Morales Mery es cientista político
Si seguimos mirando al pasado nos petrificamos, nos detenemos en una memoria improductiva. No todo es digno de recuerdo, lo destructivo y divisivo debe quedarse en aquellos tiempos y no sobrevivir como bandera de ningún tipo. Nos reencontramos con nuestra historia porque superamos el quiebre institucional, enterramos supuestamente el legado de los fanatismos, de los tres tercios, de las trincheras ideológicas. No nos obliguemos a retroceder, no tiene sentido seguir abrazando lo que nos desune y nos autodestruye.
Cuando rescatamos la democracia nos encaminamos a construir un nuevo presente, una nueva institucionalidad, una política consciente de lo justo y lo bueno, del cumplimiento del derecho y la corresponsabilidad solidaria. Sabíamos de tiempos oscuros, de desencuentros profundos y de enfrentamientos dolorosos; no era un momento para banalizar las violaciones a los Derechos Humanos y la inconstitucionalidad de muchas acciones pasadas. Desde esa conciencia se construye un país, desde esa conciencia ganó la gente y fuimos parte de un momento épico, un momento que no se reduce a un eslogan, a un determinado gobierno, a una especifica verdad política. La realidad exigía ese esfuerzo, esa convicción, esa energía entregada para una gran y necesaria tarea; era la expresión conjunta de una ciudadanía dispuesta a construir, a integrar, a avanzar.
Hoy nos detuvimos y hasta cierto punto hemos retrocedido, se escuchan llamados a la rebeldía, a introducir inestabilidad, a empujar cambios radicales. El bien del país está en juego y nuevamente la reflexión y la prudencia nos convoca a pensar y sentir en la gente. Pierde la gente frente a la corrupción, pierde la gente frente al terrorismo, pierde la gente frente a la pobreza, pierde la gente frente a políticas públicas ineficientes. Si no hay una política exterior clara, una agenda de crecimiento, políticas de desarrollo sostenido pierde la gente. Si no existe un núcleo administrativo enfocado a una moderna gestión pública, si no hay un nexo fuerte entre la administración y la ciudadanía, si no hay representatividad democrática pierde la gente.
La autoridad debilitada, el Estado de Derecho debilitado, la institucionalidad debilitada, las convicciones comunes debilitadas son signo de una frágil ciudadanía. Lo que ganamos en 1990 es más importante porque incluye la toma de conciencia de cómo nos encontrábamos ante la fractura de 1973, lo es porque fue un amanecer más amplio, consciente de los horrores, una página de nuestra historia que renació sabiendo que los extremismos no posibilitaron jamás una salida democrática.
En la actualidad no podemos entregarnos a errores administrativos, a lenidades, a una comprensión errada o interesada de nuestra realidad. Gustos partidarios, dimes y diretes, efervescencias vanas no contribuyen a salir de esta crisis, de esta carencia de probidad, eficiencia y amistad cívica. El país post estallido social no es reflejo siquiera de las demandas exigidas por aquel entonces y es además un pálido reflejo de aquel país de 1990 que vio a la gente ganar, ganar todo aquello que hoy se está rifando como niños desesperados bajo una piñata. Es hora de una nueva épica, de nuevos y amplios acuerdos, para enfrentar lo que estamos perdiendo y volver a ganar. La memoria cobra sentido cuando vuelve al recodo indicado, al momento preciso, a ese momento en que cada uno de nosotros está consciente de las necesidades del otro, de los respetos y de las normas que nos preservan como sociedad. Será ese momento, desde este presente, desde nuevos acuerdos en que volveremos a emocionarnos al reconocer que ¡ganó la gente!