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10 de Septiembre de 2023

La historia tras el uniforme de educadora de párvulos que forma parte de exposición sobre los 50 años del golpe de Estado

El uniforme pertenece a María Victoria Peralta, actual presidenta de la Fundación Integra, quien la mañana del 11 de septiembre de 1973 lo utilizó para dirigirse a su trabajo en el jardín infantil Montahue, en Peñalolén.

Por Cristián Meza
FUNDACION INTEGRA
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El Museo Histórico Nacional está presentando la exposición “50 años después. Golpe en la memoria” y en la muestra destaca la presencia de un uniforme de educadora de párvulos.

El uniforme pertenece a María Victoria Peralta, actual presidenta de la Fundación Integra, quien la mañana del 11 de septiembre de 1973 lo utilizó para dirigirse a su trabajo en el jardín infantil Montahue, en Peñalolén, destinado a los hijos de trabajadores de la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP).

Peralta recordó, en entrevista con la Universidad Central donde es docente, que dicho día “me extrañó que, al subir por Eleodoro Yáñez, muchas tanquetas iban al centro de Santiago”.

“Esa mañana fue de mucha incertidumbre, llegaron menos niños y a otros los fueron a retirar tempranamente sus padres, quienes tampoco sabían mucho de lo que pasaba. Pronto surgió la preocupación por resguardar la seguridad de esas niñas y niños que continuaban allí, entre quienes también estaba mi sobrina”, indicó.

Sin embargo, en el jardín quedó una niña de un año y medio que no fue retirada, llamada Pilar Molina, por lo que María Victoria Peralta indicó “¿qué hago ahora?… Como no me podía quedar en el jardín, decidí llevarla conmigo a mi casa. Sabía que sus padres vivían a las afueras de Santiago y, por las condiciones de ese día, sería muy complicado que pudiesen llegar”.

En la puerta del jardín dejó un papel que decía “Papás: Pilar está conmigo, soy educadora de párvulos, la llevo a mi casa”. Más abajo su teléfono y dirección para que la fueran a buscar”.

Tras esto, subió a la menor a su auto junto a su sobrina y partió a su hogar. “Mi casa se encuentra al otro lado del río Mapocho, a los pies del cerro San Cristóbal, y para llegar debía atravesar el puente del Arzobispo. Había un grupo de militares resguardándolo y, cuando me vieron, uno de ellos, metralleta en mano, se acercó y me preguntó adónde se dirige. Bajé el vidrio y cuando vio mi uniforme de educadora le respondí que iba hacia mi casa con mis niñas. Entonces le hice una seña para que viera a estos dos ángeles, las que lo miraban con cara de no entender nada. —¡Ya!, pase— me dijo, y le hizo una seña a otro militar para que nos dejara seguir avanzando”.

“Pilar pasó los tres primeros días de toque de queda con nosotras, jugando con mi sobrina y regaloneando con mi mamá. Recuerdo que al final de ese primer periodo de toque de queda dieron tres horas libres. Pensé que quizás llegarían los padres de Pilar, pero solo entró un llamado telefónico donde me comunicaban que no alcanzaban a ir a mi casa a buscarla. Los tranquilicé diciéndoles que estaba muy bien y que esperáramos hasta que dieran otro periodo de movilidad, lo que sucedió al día siguiente”, expresó.

María Victoria Peralta recuerda que los padres de Pilar llegaron a su casa y “se las entregué con alegría y pena a la vez. Lamentablemente, nunca más supe de ella. Hoy ya debe tener 52 años y no creo que lo recuerde, pero sus padres le deben haber contado que en esos difíciles días, cuando comenzó el golpe militar, estuvo con la familia de una educadora de párvulos, espero haberle entregado toda la tranquilidad y seguridad que merecía”.

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