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6 de Noviembre de 2023

Una cruenta guerra más

Nada justifica las guerras, agresiones, matanza indiscriminada de civiles, torturas y su derivado: las guerras con muerte de civiles, hambre, desolación, destrucción, miserables campos de refugiados.

Sin embargo, siempre fueron y son la secuelas de guerras y confrontaciones, desde que la humanidad es humanidad, que dominan nuestro mundo.
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Hasta hace unos días Israel, con sus bombardeos de Gaza y las consecuentes miles de víctimas civiles incluyendo muchísimo niños, aparece en gran parte de la opinión mundial oficial como un agresor impío, que no respeta los derechos humanos y no escucha los llamados de la ONU y muchos gobiernos a terminar los ataques y negociar un armisticio. Nadie sabe con QUIÉN haría esa negociación.

Nada justifica las guerras, agresiones, matanza indiscriminada de civiles, torturas y su derivado: las guerras con muerte de civiles, hambre, desolación, destrucción, miserables campos de refugiados. Sin embargo, siempre fueron y son la secuelas de guerras y confrontaciones, desde que la humanidad es humanidad, que dominan nuestro mundo.

Todas las protestas y críticas se justificarían si Israel sencillamente se dedicaría a exterminar la población palestina de Gaza mediante bombardeos discriminados, corte de energía eléctrica y ayuda alimenticia y cierre de su frontera para no dejar escapar su población de la muerte. Pero resulta que Israel en realidad hizo y hace lo de siempre: “ablanda” al enemigo mediante fuego que precede al ataque del ejército.

Porque ahora, que los soldados judíos cruzaron la frontera y llevan a cabo la ofensiva, consta que están luchando contra una fuerza enemiga: el ejército de Hamás que ocupa el territorio castigado y hace una fiera oposición a la invasión. Invasión generada por el artero ataque sin prevención del grupo terrorista asesinando civiles israelíes; secuestros, torturas y ejecuciones que provocaron la respuesta del país que ahora califican de agresor, fascista, inhumano y desmesurado.

El presidente Netanyahu anunció la decisión de terminar definitivamente con el Hamás. Esto, lamentablemente, incluye una cruenta guerra en el territorio que la banda yihadista no solo ocupa sino ha estado gobernando en las últimas décadas. Un grupo cuya existencia esencial es exterminar al estado de Israel, aniquilar su población y establecerse como país en el territorio que hoy es de los judíos. Ese manifiesto propósito tomó forma concreta con la agresión de Hamás y nada ni nadie puede negar el derecho, más aún: la obligación de Israel, como cualquier otro país en su situación, a responder y tratar de destruir totalmente a su agresor.

Nunca antes en ninguna guerra – porque Hamás transformó el conflicto en guerra – el país atacante advirtió durante semanas a la población civil que abandone al territorio contra el que iba a arremeter, para evitar la muerte masiva de mujeres, niños, ancianos y enfermos. Israel lo hizo, exhortándolos que se desplacen hacia el sur de Gaza, ya que atacará al norte del territorio, donde se encuentra enquistado Hamás y sus instalaciones. También llamó a Egipto a abrir su frontera a los refugiados, cosa que éste país solo hizo cuando ya situación de los civiles se transformó insoportable y las muertes alcanzaron a muchos miles.

En pocas palabras, lo que Israel hizo era el habitual reblandecimiento de las defensas enemigas mediante fuego de artillería, cohetería y bombardeo para debilitar su resistencia contra el ataque que sigue. Es inhumano, como lo son todas las guerras. Destruye hogares, escuelas, hospitales; como en todas las guerras. Asesina hombres, mujeres y niños; como en todas las guerras. Pero finalmente la lucha de cuerpo a cuerpo que se lleva a cabo ahora entre las fuerza israelíes y de Hamás demuestra que este último es una organización militar importante y que su eliminación es un propósito bélico; propósito elemental para la supervivencia del Estado de Israel que está tratando de eliminar definitivamente una parte – solo esta parte – de muchas fuerzas islámicas que se proponen hace décadas borrar de la faz de la tierra al pequeño país judío. Poniéndose en su piel se puede comprender su comportamiento.

Esta es la cruda verdad, guste o no guste a personas, gobiernos u organizaciones internacionales. Hablamos de una conflagración de fuerzas contendientes y la que cometió el primer ataque es el agresor (como por ejemplo en la guerra ruso-ucrania donde el agresor es Putin) sin justificación y la que se defiende y, a continuación, contraataca es la parte justificada. Las consecuencias, los efectos laterales que siempre causan más daños y muertes entre los civiles que los combatientes, son previsibles y están trágicamente ocurriendo hoy en la franja de Gaza.

Así mismo, como en todas las guerras, hay gobiernos que se inclinan hacia uno de los bandos que combaten y hay los que quedan neutrales. La posición de los gobiernos no necesariamente representa la opinión de su pueblo o parte de él, más bien su ideología o pertenencia a un grupo o una asociación política o económica internacional. Los intereses muchas veces justifican la posición tomada y en su mayoría se contraponen a la razón de los que están en guerra.

Así somos los humanos, así son nuestros líderes. Oportunistas, calculadores, unos/as inteligentes, otros/as tontos o indiferentes. Así ha sido siempre en la historia, que esta guerra entre Israel y el Hamás no cambiará; solo agregará una conflagración más a las innumerables en cualquier parte del globo y en cualquier época desde que somos Sapiens, e incluso antes. Ésta es una escalada más en nuestra siniestra intención de destruir la tierra en que vivimos.

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