¡O gano o la calle!
El 17 de diciembre, los ciudadanos también decidirán si castigan a los socialdemócratas por aliarse con actores que no creen ni respetan la virtuosidad inherente a la democracia representativa.
Juan Ignacio Correa es abogado
Los mismos que no repudiaron enérgicamente la ilegitima violencia del 18-O y que luego se transformaron en impulsadores del intento de fraccionar a Chile en un menjunje que llamaron plurinacional que sometía a toda la institucionalidad a un desmadrado veto indígena, hoy vuelven a levantar cabeza tras conocerse la propuesta constitucional que será plebiscitada el próximo 17 de diciembre. Ahora resurgen señalando que votarán “en contra”, pues no ayudaría “a cohesionarnos” (Ricardo Lagos); no concitaría unidad ni se haría cargo de los problemas (Yerko Ljubetic de Convergencia Social); sería “una pasada de cuenta” (Karen Araya del Partido Comunista); impondría limitaciones importantes al financiamiento de los derechos sociales (Eduardo Engel, presidió el Consejo Asesor Presidencial Anticorrupción de la presidenta Bachelet); establecería “derechos con letra chica” (Paulina Veloso, exministra del gobierno Bachelet); su raigambre conservador sería “anterior a la separación de la Iglesia y del Estado” (Adriana Valdés de la Academia Chilena de la Lengua y del Instituto de Chile); sería “de extrema derecha” (Nicolás Eyzaguirre, exministro de los gobiernos de Lagos y Bachelet); y suma y sigue.
Con la intención de querer entender ese llamado a votar “en contra” ese 17 de diciembre, a los que pude ─por intermedio de las redes sociales─ les consulté cuáles serían las normas constitucionales específicas que justificaban sus apremiantes afirmaciones. Nadie respondió. La frivolidad de quedarse en los titulares y no fundarlos es una práctica política que no fortalece ni profundiza la democracia representativa. Es complicado quedarse solo en la cuña. Y peor transmitir expectativas que luego la sociedad no es capaz de satisfacerlas, ¿o no?
Paradojalmente, lo más grave ─hasta el momento─ ha sido la honestidad de un senador del PPD, partido político supuestamente socialdemócrata, que declara que si ─en diciembre─ triunfa el “a favor” ese resultado podría “ser el detonante de un nuevo estallido social aún mayor que el de 2019”.
En un principio interpreté tal amenaza encubierta como otro descarrilamiento de la retroexcavadora que aspira a choferear el senador Quintana. Pero no. Le siguieron las declaraciones, con sus dimes y diretes, de la comunista Karol Cariola, vocera del “Apruebo” en el pasado plebiscito del 4 de septiembre del 2022, manifestando que si triunfa el “a favor“ habrá que pensar en una nueva etapa del proceso constitución, que incluirá “desde la movilización en las calles” (después ─seguramente reprendido su desatino por los gurús electorales y sus superiores en el PC─ reemplazó sin tapujo, como acostumbraban los sóviets, la frase “en las calles” por “en el parlamento o a través de otras discusiones en otros espacios”). O sea, queda claro que el delirio sanatorial también es ─al menos─ compartido por el PC
(NdR: Posterior a la publicación de la entrevista a la diputada Karol Cariola a la que hace referencia el columnista, el medio El Mercurio pidió disculpas por la tergiversación de sus dichos).
Así, las intimidaciones del senador Quintana, unidas a las de la vocera Cariola, ratifican que el credo de los octubristas resurge desde las cenizas tras la derrota electoral de ese 4 de septiembre.
También evidencian que para estos radiales la toma del poder no está subordinada al resultado electoral: No obstante ello, sus adláteres socialdemócratas son incapaces pararse de frente a aquellas fuerzas políticas que nunca han tenido ni respetado el espíritu democrático de la alternancia en el poder.
No deja de sorprender que los socialdemócratas chilenos llegado el momento de posicionarse electoralmente continúen aliándose con aquellos que no aceptan perder elecciones, como si de democracia representativa no exigiera desvincularse del totalitarismo de la “calle” o “de las discusiones en otros espacios” (que no identifican, pero que amedrentan). No hay que confundirse a la hora de competir. Si se desea avanzar en pos de una sociedad más solidaria hay que diferenciarse de ultras, como los octubristas y el PC, que creen que el socialismo solo representa una estación intermedia en el tránsito hacia una sociedad superior que solo se alcanza con la dictadura del proletariado y que todo retroceso en ese ideario es visto como revisionista. El PC chileno jamás ha aceptado, como lo destaca Eduardo Labarca en su crónica Corvalán, 27 horas (1972), que ese paraíso no sea definitivo y permanente.
El 17 de diciembre, los ciudadanos también decidirán si castigan a los socialdemócratas por aliarse con actores que no creen ni respetan la virtuosidad inherente a la democracia representativa.