¿Qué democracia quieren los chilenos?
Las decisiones del actual sistema político van en el sentido contrario respecto de lo que las encuestas indican. ¿Por qué en vez de lograr fortalecer un Estado con niveles de decisión más rápidas y eficientes, prefiere seguir acumulando un centralismo político que ya está completamente agotado?
La última encuesta CEP nos permite conocer la opinión de las y los chilenos sobre
contingencia nacional. Me parece importante en estas líneas hacer referencia a un asunto de importancia: ¿qué tipo de democracia valoramos los chilenos? Tal vez las respuestas que entrega la muestra de la encuesta nos dejarán más preguntas en vez de realizar conclusiones sólidas.
Según la CEP el 69% de los encuestados manifiesta que la situación política del país es “muy mala”, y sólo un 6% considera que la situación política es buena. Enseguida, 52% prefiere la democracia a cualquier otra forma de gobierno, pero el 24% señala que “le da lo mismo” si un gobierno es autoritario o democrático.
El 89% de los encuestados señala su preferencia por tener un presidente elegido democráticamente, y el 86% dice que este presidente debería gobernar con fuerza. Otra vez el 25% (1/4 de la muestra) señala preferir un líder sin congreso y sin elecciones.
Detengámonos aquí. Lo que parece subyacer en los datos, es la percepción de querer un régimen “democrático con amplias atribuciones y fuerza” una especie de Rey que nos gobierne. Que tome decisiones.
Los atributos que hay detrás coinciden con esta sociedad de incertezas, fragilidad política. De un sistema político que ha perdido legitimidad y que desea que alguien “ponga orden”. No es menos cierto pensar que si esto es extrapolable a la población, habría un cantidad importante (25%) que opta por gobiernos autócratas. No es un cifra marginal.
En contraposición a las cifras, podemos deducir una hipótesis: que la política actual no es capaz de entregar certezas, de proveer la satisfacción de las necesidades y expectativas. La gente cree que quienes gobiernan no saben lo que hacen, y es por ello, por lo que la encuesta CEP señala que el 53% de los encuestados prefiere expertos a políticos a cargo de los asuntos públicos.
Todo lo anterior, es propio de una política delivery, de una sociedad de la inmediatez que busca un lugar donde sentirse seguro, sentir que hay una roca firme para agarrarse. Hoy esa oferta proviene de la extrema derecha que construye un relato mirando el pasado. Porque le dice a la gente: “Volvamos hacia atrás”, “menos democracia”, “nacionalismos”. Todos productos de una sociedad más simple que era inteligible para la gente de a pie.
Las decisiones del actual sistema político van en el sentido contrario respecto de lo que las encuestas indican. ¿Por qué en vez de lograr fortalecer un Estado con niveles de decisión más rápidas y eficientes, prefiere seguir acumulando un centralismo político que ya está completamente agotado? La lentitud e ineficacia lleva a los ciudadanos a preferir incluso a intercambiar sus libertades. Los discursos ya no convencen, y la democracia se aleja de la deliberación participativa e igualitaria de quienes componen la comunidad. Ésta última se está moviendo al campo de lo inmediato, del traslado de la responsabilidad del ciudadano a la contraprestación del cliente. Lo quiero, lo quiero ya, y quiero que me lo hagan otros. Un Estado mínimo del cual podemos arrepentirnos por generaciones.