Felipe Harboe y nueva propuesta constitucional: “Imponer una visión se instaló por sobre la altura de miras de un pacto social”
El abogado e integrante del grupo Una que nos Una asegura en conversación con EL DÍNAMO que votará En Contra, y que de aprobarse o rechazarse el texto "no le va a cambiar la vida a los chilenos".
El abogado y ex diputado Felipe Harboe no tiene dudas que más allá del A Favor o En Contra del próximo 17 de diciembre, Chile necesita con urgencia realizar reformas sociales fundamentales en pensiones, salud y vivienda. Aquello, porque todas las condiciones que estuvieron presentes en el estallido social de 2019 siguen presentes y “probablemente son más graves hoy día“.
El ex convencional enjuicia con dureza el primer proceso del que formó parte y asegura que muchos de su integrantes “creyeron que los elegían para refundar la República” y que por lo mismo “pretendieron hacer un experimento que no resultó“.
En conversación con EL DÍNAMO, Felipe Harboe, miembro del grupo Una que nos Una, critica la propuesta que votarán los chilenos y asevera que la idea del Estado social y democrático de derecho que consagra la propuesta de Constitución “es más bien retórica que práctica“.
—Con el tiempo transcurrido desde que participó en la Convención Constitucional, ¿qué conclusiones se pueden sacar sobre lo vivido en el país en este tiempo, tras el estallido social, el fracaso del primer proceso constitucional y con la actual propuesta de los consejeros?
—Es lamentablemente que el sistema político en su conjunto, no haya sido capaz de recoger el mandato a la ciudadanía y proponer un pacto social que hubiese congregado una gran mayoría del país. No se trataba de un texto unánime, que son propios más bien de utopías o de ingenuidad, sino textos mayoritarios, minimalistas, que resaltaran los valores que nos unen para vivir en comunidad, y que estableciera ciertas reglas básicas de funcionamiento, que resolvieran el problema que tenemos hoy día, que es el bloqueo entre las diferentes fuerzas políticas que están en el Congreso y en el gobierno.
Sin perjuicio de que el resultado no es el correcto, creo que el proceso de participación ciudadana vinculante era necesario, porque había y hay todavía mucho cuestionamiento al sistema de democracia representativa en el Congreso. La gente que muchas veces llamaba a votar por no políticos, tuvo su respuesta.
Eligieron no políticos y terminaron entre disfrazados y con todo tipo de escándalos y problemas, porque finalmente no tenían la experticia suficiente ni la altura para entender la importancia de un proceso constituyente. Creo que era necesario en la ciudadanía se diera cuenta que requería tener una mejor calidad de su de sus representantes.
—Aparte de las mencionadas, ¿hay otras razones que explican el fracaso de la primera propuesta de Constitución?
—Hubo una especie como de borrachera electoral en muchas personas que nunca habían sido elegidas para nada. Creyeron que los elegían para refundar la República, cuando en realidad lo que estaba pidiendo la gente era que redactáramos un texto constitucional de unidad. Y por tanto, presentaron un proyecto de un país imaginario, muy identitario, donde en vez de personas se distinguía entre diferente etnia, género, religión. Esos aspectos identitarios no tienen cabida en el mundo hoy día. Por tanto, en Chile algunos pretendieron hacer un experimento que no resultó.
Lo segundo, es que creo que hay un elemento común entre el primer y el segundo proceso y es la profunda desconfianza que tuvieron los primeros convencionales y los actuales consejeros en el sistema político. Eso explica, pero no justifica, que hayan intentado instalar en el texto constitucional materias que son propias de leyes, porque desconfían de los legisladores y los gobernantes.
—¿Hace alguna autocrítica respecto a su participación en el primer proceso?
—Sin duda. Creo que siempre se pudo haber hecho más. Hicimos algunos esfuerzos con algunos colegas convencionales, pero no fueron suficiente. Lamentablemente, éramos una minoría con poca capacidad de influir. Creo que nuestro principal aporte después del proceso fue haber explicado fácil un texto lleno de complicaciones, y que a mi juicio había generado una refundación de lo que conocemos hoy día como la República de Chile.
Responsables del fracaso del primer proceso
—¿A quién o quiénes consideraría responsable del fracaso del primer proceso constitucional?
—Los responsables son quienes estaban llamados al liderar el proceso. Cuando hay procesos políticos y hay mayorías, quienes liberan esas mayorías son los llamados a conducirla adecuadamente. Mi percepción es que en el primer proceso los convencionales del Frente Amplio, y particularmente los más ilustrados, como Fernando Atria y Jaime Bassa, tenían la responsabilidad de conducir un proceso y no supieron hacerlo. Se dejaron llevar o motivaron discusiones refundacionales que no tenía sentido. Por otro lado, hay otro tipo de responsables, que son aquellos que con sus declaraciones, con la falta de estética en el lenguaje, fueron creando un ambiente inadecuado. Y ahí están, por ejemplo, (Daniel) Stingo, la misma presidenta (Elisa) Loncón y otros que fueron generando un ambiente de enfrentamiento.
Por último, también está la responsabilidad de aquellos que, bajo la lógica de decir que no eran políticos, levantaron las “banderas del pueblo” y resulta que finalmente el propio pueblo les dio vuelta a la espalda y rechazaron lo que se les proponía por más de un 60%. Entonces, se arrogaron una representatividad que no tenían.
—¿Qué opina del desarrollo del segundo proceso, qué análisis haría del trabajo del Consejo Constitucional y la Comisión Experta?
—Diría que el segundo fue un proceso muy distinto, porque tenía un conjunto de reglas destinadas a corregir los errores que significaron el fracaso del primer el proceso. Además, los expertos hicieron un muy buen trabajo en el sentido de abstraerse del debate político, para concentrarse en el texto. Y luego el Consejo avanzó, pero al final del día cayó en lo mismo, que fue imponer una mayoría e intentar instalar en el debate una visión que probablemente no va a generar un consenso masivo a nivel de la ciudadanía.
Es decir, se volvieron a repetir los problemas como el factor identitario, la instalación en la Constitución de aspectos que son propios de la ley. El maximalismo se traduce en los 216 artículos, más los 60 transitorios.
—¿Ha tenido tiempo de interiorizarse sobre el nuevo proyecto de Constitución que se votará el 17 de diciembre?
—Absolutamente. Terminé la lectura de los 216 artículos y de los 62 artículos transitorios.
—¿Cuáles son según su criterio los puntos más críticos de la propuesta?
—Desde el punto de vista de la instalación de conceptos, la idea del Estado social y democrático de derecho es más bien retórica que práctica, porque al revisar los artículos relativos al orden público y económico, surge un una subsidiaridad reforzada respecto a la que hay hoy día en la Constitución del 80. Un segundo problema es la instalación en la Constitución de temas que son propios del debate legal y que van a tener consecuencias a nivel legislativo. Me refiero principalmente a la consagración en la Constitución de la propiedad de los fondos y, particularmente, de las cotizaciones previsionales. Es un tremendo problema, porque saca del debate público un tema que es legítimamente opinable. Hay gente que puede estar a favor o en contra de la solidaridad, pero no es justo que no se pueda discutir porque la Constitución lo prohíbe.
Además, también hay un problema cuando se establece una regulación bastante más laxa de lo que se conoce como la objeción de conciencia, pues se abre la puerta para que el intérprete constitucional pueda ir al Tribunal Constitucional para defender la posición de que las empresas, las personas jurídicas, pueden tener conciencia y por tanto objetar la aplicación de ciertas leyes.
Y otro aspecto que me parece muy delicado, es que se debilita la función sancionadora del Estado. Hoy el Sernac, la Inspección del Trabajo, la CMF y el Servicio de Impuestos Internos tienen atribuciones sancionadoras. Esto llevaría a que todas las actuales sanciones administrativas fueran materia de juicios. Tendríamos un Poder Judicial completamente sobrepasado y un sistema económico financiero que no funcionaría.
¿Cómo votará el 17 de diciembre?
—¿Coincide con que la actual propuesta de texto constitucional es refundacional?
—No, no. A diferencia del texto anterior, este es un proyecto que de aprobarse o de rechazarse, no le va a cambiar la vida a los chilenos. Desde ese punto de vista, es un texto de continuidad y profundización de lo que existe hoy día. Eso, a diferencia del anterior, que efectivamente cambiaba los destinos de República.
—¿Se fracasó en el propósito de entregar un texto “que nos una”?
—Sí, se fracasó, porque los vicios de intentar imponer una visión respecto de otra se instaló por sobre la altura de miras que requería el mandato ciudadano de crear un pacto social. Creo que sí era posible un texto que permitiera tener acuerdos en torno a los valores que nos unen, a los principios que deben regular el actuar en sociedad.
—¿Tiene claro cómo votará el 17 de diciembre? ¿Cuáles son las razones?
—En el movimiento Una que nos Una, junto a Óscar Landerretche, Andrés Velasco, Javiera Parada, Cristóbal Bellolio y otros, tomamos la decisión de votar En Contra, porque creemos que la aprobación también validaría el aumento del quorum que haría más difícil su reforma. Pero adicionalmente porque no se hace cargo de los temas propios y la crisis que tenemos en Chile por el sistema político.
—¿Cree que la votación obtenida por el Partido Republicano con los consejeros se puede proyectar de cara a una eventual candidatura de José Antonio Kast?
—Creo que la votación de los consejeros republicanos obedece a tres fenómenos. Primero, a una reacción visceral del pueblo de Chile ante la estridencia, tontera, irresponsabilidad y arrogancia de la izquierda refundacional en el primer proceso. Segundo, responde a que la campaña del Partido Republicano fue muy inteligente en el sentido de hacer un símil entre el rechazo y un repudio a la acción del gobierno. Y en tercer lugar, también respondió al match que hizo el Partido Republicano entre votar republicano es votar seguridad, en un momento en que la delincuencia era, y todavía lo sigue siendo, la gran preocupación ciudadana.
Dicho lo anterior, no creo que la votación del Partido Republicano sea extrapolable o permita predecir un triunfo de José Antonio Kast.
—¿Cómo cree usted que quedaría la centro izquierda si gana la opción A Favor?
—Creo que el mundo de la centro izquierda tiene que reinventarse. No tiene por qué hacer mantención del statu quo. Uno puede ser reformador y radical desde el centro. Es decir, lo que se requiere para Chile es un proyecto político que sea razonable, que tenga la posibilidad de hablar de crecimiento, pero también de igualdad; de libertades, pero también de justicia y seguridad. Y eso significa ser un proyecto transformador. Mientras la centro izquierda no tenga un proyecto transformador, mi impresión es que se le hará muy difícil instalar un proyecto político con mayor influencia.
—¿Qué ocurrirá con la izquierda más radicalizada ante la disyuntiva de elegir entre seguir con la Constitución de Pinochet o votar por la que lideró el Partido Republicano?
—Creo que los que llamaron a aprobar en el perecido anterior son los que tienen que tratar de dar alguna explicación, porque si estuvieron de acuerdo en sacar adelante un texto completamente refundacional e irresponsable, y decían que cualquier Constitución era mejor que la de los cuatro generales. Bueno, parece que van a tener que aprobar la de los cuatro generales.
La opción de un tercer proceso
—Sea cual sea el resultado del 17 de diciembre, ¿cree que habría que iniciar o no un nuevo proceso constitucional?
—Creo que la gente está bastante harta del tema constitucional. Mi percepción es que hoy la gente quiere que se discutan los temas reales. No le veo mucho espacio a un nuevo proceso.
—Más allá del triunfo de cualquiera de las dos opciones, ¿cree que es posible que volvamos a vivir un estallido social?
—Todas las condiciones que estuvieron en 2019 están presentes y probablemente son más graves hoy día. Hay más desempleo, hay más pobreza, hay más sobreendeudamiento, más polarización política. La Constitución ya no es un instrumento que permita calmar a la gente, y los supuestos revolucionarios, que son los gobernantes de hoy día, no dieron el ancho. Entonces creo que es complicado. Y por eso que es clave realizar reformas sociales fundamentales en pensiones, salud y vivienda.
—¿Cuál tiene que ser la posición del Gobierno en este proceso?
—El Gobierno ya tomó una decisión, que es En Contra, pero obviamente, con mucho más prudencia en el proceso anterior, no va a salir a hacer una campaña explícita como la vez anterior, porque (Gabriel) Boric tiene que seguir gobernando después del 17 de diciembre.