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Actualizado el 23 de Diciembre de 2023

El nudo gordiano argentino

Milei sabe que está en el punto de quiebre sistémico, pero también que, si todo sale bien en materia de la aceptación e implementación de sus medidas, vendrá un período muy duro para la población que podría extenderse por meses.

AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Juan Pablo Glasinovic

Juan Pablo Glasinovic es Abogado.

Javier Milei lleva menos de dos semanas como presidente de Argentina, pero en este período se está definiendo no solo el curso de su mandato, también el del país.

Fiel a su programa, el mismo día que asumió, anunció que se venían una serie de medidas y cambios radicales, a la altura de las dramáticas circunstancias que vive el país. Efectivamente, la situación económica y fiscal es muy grave tras la desastrosa gestión de Alberto Fernández y de su ministro y candidato Sergio Massa, los que ahondaron la crisis disparando el gasto fiscal durante la campaña para sumar votos.

Como sabemos y lo hemos manifestado en estas columnas, Argentina lleva décadas al borde de la cornisa, pero en algunas ocasiones como la actual, el riesgo de caer al abismo es inminente. La inflación supera el 200%, el déficit fiscal el 15%, la pobreza abarca el 40% de la población, el Banco Central no tiene reservas y la posibilidad de acceder a financiamiento externo es muy reducida, tanto por la calificación crediticia del país como por sus reiterados incumplimientos con las instituciones multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Milei, aunque es un novato político, sabe que tiene muy poco tiempo y recursos – su representación parlamentaria es muy menor – y que debe por lo tanto actuar decisivamente. En su óptica no hay espacio para el gradualismo, tanto por la emergencia como por la reciente experiencia de Macri. Por eso, como en el caso de Alejandro Magno, está cortando el nudo gordiano.

Para quienes no conozcan la leyenda griega, se refiere a un rey, Gordio, quien dedicó un templo a Zeus en el cual estaba su carro y lanza, atados con un nudo muy complicado. Según se dijo entonces, aquel que consiguiese desenredarlo conquistaría el Oriente. Cuando el rey macedonio Alejandro cruzó el Helesponto y conquistó Frigia donde se encontraba dicho templo, le enfrentaron al reto de desatar el nudo. Solucionó el problema cortándolo de un golpe con su espada y después, coincidencia o no, terminó conquistando el imperio persa.

De ahí surgió la expresión nudo gordiano, la cual se refiere a un obstáculo difícil de salvar o de difícil solución o desenlace, en especial cuando esta situación solo admite soluciones creativas. “Cortar el nudo gordiano” significa resolver tajantemente y sin contemplaciones un problema. También está relacionado con la solución urgente de problemas que podrían empeorar ante el paso del tiempo.

Argentina bajo el peronismo, pero especialmente en su variante kirchnerista, vio crecer una maraña de intervencionismo estatal, cruzado con subsidios y prebendas clientelistas, mediante el cual se profundizó una cultura de dependencia en vastos segmentos de la población en función del poder de turno (entendiendo que sacar al peronismo arriesgaba perder esos beneficios). Esta dinámica fue desfondando el sistema y la economía doméstica en un esquema de desvío o redistribución de recursos cada vez más oneroso hacia los subsidios, en desmedro del aumento de la capacidad productiva, el emprendimiento y del comercio. En lenguaje simple, se venía nivelando para abajo por años y sin crecimiento sostenido, la ecuación no daba. Y no dio por lo que se recurrió a la emisión de dinero, impuestos a las exportaciones, fijación de precios, corralito, expropiación de los fondos de pensiones, entre otras medidas, sin nunca poder equilibrar el gasto con los ingresos.

El anuncio presidencial del día de su asunción, fue seguido, dos días después, por otro del ministro de economía Luis Caputo, quien presentó una serie de medidas económicas entre las cuales destacan: los ministerios se reducen de 18 a 9 y las secretarias de 106 a 54; reducción al mínimo de las transferencias discrecionales del Estado a las provincias; no habrá más licitaciones a obra pública y se cancelarán las de aquellas cuyas edificaciones aún no hayan empezado; se reducirán los subsidios a la energía y el transporte; se sincerará el tipo de cambio oficial, que valdrá $800 para que los sectores productivos reciban los “incentivos necesarios para los exportadores”; duplicación de las ayudas sociales para los más necesitados.

El 19 de diciembre, Milei consciente de que tenía que ampliar su base de apoyo y avalar o legitimar estas medidas para seguir avanzando, convocó a una reunión a todos los gobernadores (23 + el jefe de la Ciudad de Buenos Aires). En Argentina uno de los centros de poder más importantes son los gobernadores, entre los cuales la Libertad Avanza no tiene ningún representante mientras el kirchnerismo detenta la Provincia de Buenos Aires, las más importante de todas, con Axel Kiciloff, el delfín de Cristina Fernández.

Digamos que la reunión anduvo bien para Milei en el sentido de que concurrieron todos y el tono fue conciliador entre las partes, comprometiendo mejorar el presidente las finanzas provinciales a cambio del apoyo de los gobernadores para sus medidas económicas (incluyendo su lobby con los parlamentarios). Por supuesto que cada actor vela por sus intereses y si estos divergen se producirá la fractura. La ventaja del ejecutivo es que controla la manija del financiamiento provincial.

A día siguiente de este importante encuentro, vino la movida presidencial más potente con la dictación de un decreto de necesidad y urgencia (DNU). En su primera cadena nacional luego de ganar las elecciones, el presidente presentó, rodeado de sus ministros y asesores, un extenso decreto de 366 artículos que apunta a modificar profundamente las relaciones económicas y civiles en Argentina.

La figura del DNU existe desde la reforma constitucional de 1994 y evidentemente ha sido controversial desde entonces, porque siempre está la tentación de los presidentes de saltarse el trámite legislativo con este recurso. El “corralito” fue implementado por un DNU en 2001.

La constitución de Argentina habilita a “dictar decretos por razones de necesidad y urgencia (DNU)” cuando “circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de normas que regulen materia penal, tributaria, electoral o de régimen de los partidos políticos”. Pero la misma carta fundamental prohíbe expresamente al poder ejecutivo “bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de carácter legislativo“.

Los DNU deben ser enviados en el transcurso de 10 días a la Comisión Bicameral Permanente del Congreso, que a su vez debe expresarse en 10 días si acepta o rechaza el decreto.

En definitiva, es suficiente que una de las cámaras apruebe para que el DNU sea ratificado, más allá de la discusión de si es o no constitucional y por lo tanto anulable judicialmente. Se entiende que rige con efecto inmediato, más allá de lo que determine el congreso o poder judicial posteriormente. Esto fue el corte al nudo gordiano.

El DNU incluye más de 300 medidas para desregular la economía, de las que el presidente nombró 30 en su alocución. Entre estas y a modo de ejemplo, destacan: derogación de la normativa que impide la privatización de las empresas públicas; transformación de todas las empresas del Estado en sociedades anónimas para su posterior privatización; reforma del Código Aduanero para facilitar el comercio internacional; autorización para la cesión del paquete accionario total o parcial de Aerolíneas Argentinas; modificación del Código Civil y Comercial para reforzar el principio de libertad contractual entre las partes.

El alcance del decreto levantó una inmediata reacción porque en términos prácticos significa un encarecimiento sustancial del costo de la vida. Esa misma noche hubo cacerolazos en las principales ciudades argentinas con movilizaciones espontáneas, que se han repetido en los días siguientes.

Previo al anuncio hubo también una protesta de los “piqueteros”, contra los cuales el gobierno concentró un numeroso contingente policial y la amenaza de dejar sin beneficios sociales a cualquiera que estuviese involucrado en el bloqueo de calles. El mismo Milei y su ministra de seguridad Patricia Bullrich estuvieron supervisando la labor policial. El gobierno salió victorioso de la jornada porque la convocatoria fue baja y los “piqueteros” no pudieron implementar sus bloqueos.

Milei tiene muy presente que no puede demostrar debilidad en materia de orden público y protestas, porque si no se va a convertir en un rehén de estos grupos, como lo fueron sus antecesores.

El “decretazo” fue seguido por el anuncio de un paquete de leyes que llegará al congreso en formato “ómnibus”, con la respectiva convocatoria a sesiones extraordinarias, y la confirmación de que los puntos del DNU no figuran en ese paquete, negando así diluirlo con iniciativas de ley. La Casa Rosada está en modo ofensiva total.

Por el momento, Milei y su equipo no han hecho ninguna concesión a la oposición o a los gobernadores y se apoyan en la creencia de que la presión de la opinión pública será suficiente para torcer voluntades y garantizar los votos.

La jugada de Milei es buena porque todavía está fresco el apoyo popular y rechazar el DNU sería en la práctica defenestrarlo, lo que nadie, ni la oposición más dura, quisiera asumir como autoría, al menos en estos momentos. Y si el DNU es ratificado, entonces habrá un escenario favorable para empujar el paquete legislativo y las transformaciones.

Milei sabe que está en el punto de quiebre sistémico, pero también que, si todo sale bien en materia de la aceptación e implementación de sus medidas, vendrá un período muy duro para la población que podría extenderse por meses. Y en ese lapso podría darse una verdadera rebelión popular exigiendo revertir todo o lo más sustantivo, lo que incluso podría reeditar el contexto de la caída de De La Rúa. La oposición de hecho apuesta a que el tiempo la va a favorecer y que en unos meses podría poner en jaque al gobierno en el congreso, pero también con las provincias.

Otra incertidumbre es la judicialización del DNU. ¿Qué pasa si la Corte Suprema termina anulándolo, especialmente a meses de su dictación?

Milei ha “quemado sus naves”. No hay vuelta atrás. El gradualismo anterior de Macri no pudo contra el sistema. ¿Podrá hacerlo este personaje que apareció de la nada y que no es hijo ni tributario del modelo que quiere cambiar? ¿Podrá contar con la voluntad popular para cumplir con su propósito o naufragará y quedará como un excéntrico que apostó al todo y perdió absolutamente?

La trama es intensa y de final abierto. La única certeza es que Milei está haciendo lo que dijo que haría.

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