Repensar la creatividad en el contexto digital
Con el despliegue de lo digital, la función, lugar y sentido del arte, como de sus productores, tiende a acentuar su ya inestable ubicación.
Cristóbal Vallejos Fabres es Académico, Escuela de Artes y Humanidades, Pedagogía en Artes Visuales UCSH
Los múltiples fenómenos derivados de la revolución digital traen una serie de cambios que han llegado a impactar, como no, al arte y la cultura. Hoy en día las prácticas de arte generativo o algorítmico (no pocos usan indistintamente estas nomenclaturas) están en cada disciplina creativa.
Tan común como la presencia de esta tecnología en el ámbito cultural, resultan las visiones, comentarios (más o menos fundados) respecto del futuro catastrófico que conllevará la colonización de la tecnología digital de las áreas de producción cultural de nuestra sociedad. Con el despliegue de lo digital, la función, lugar y sentido del arte, como de sus productores, tiende a acentuar su ya inestable ubicación. No menos acontece respecto de la capacidad creativa del ser humano: no es poco habitual escuchar y leer discursos que vinculan la (supuesta) atrofia creativa actual con la omnipresencia de la tecnología en cuestión.
Ante tal escenario, surgen ciertas interrogantes, más o menos acuciantes:
¿El desarrollo de la tecnología digital, el arte algorítmico, supone un decrecimiento en la función creativa de los productores culturales (artistas visuales, músicos, diseñadores, escritores, etc)? ¿el desarrollo informático algorítmico impacta en los procesos de creatividad humana? ¿reduce este proceso? ¿son las máquinas, que soportan estas tecnologías, capaces de crear arte? Y si es así, ¿ese arte podría alcanzar el mismo valor que una obra hecha por seres humanos? Finalmente, una pregunta que podría ayudar a perfilar nuestra dimensión epistemología al respecto: ¿podemos desvincular el arte de la tecnología?
En 2016, el desarrollo algorítmico contribuyó a esclarecer algunas de las cuestiones antes mencionadas. El proyecto de Next Rembrandt puso en evidencia la capacidad artística de algoritmo y máquinas para construir una obra de arte alejada de la intervención humana; una muestra de la creatividad “maquínica” que nos debería animar a formular otras preguntas, partiendo de la base de que lo tecnológico y lo algorítmico opera creativamente y que nuestra idea (humanista) de creatividad exhibe, mucho más frecuentemente de lo deseado, su faz de obsolescencia.