El crimen sí paga: La TV y su mina de oro
Es una forma de hacer periodismo que sirve para vender miedo y atraer auspiciadores, por un lado; y para criminalizar barrios, sujetos, migrantes y grupos sociales, con lo que se acrecientan políticas represivas y la industria del miedo.
Jorge Saavedra Utman es investigador de CICLOS, Facultad de Comunicación y Letras UDP.
El dicho “el crimen nunca paga” tiene su origen en la idea de que delinquir, cometer atracos y llevar una vida reñida con la ley, tiene una salida poco feliz. Al corto, mediano o largo plazo, fechorías y tretas ilegales harán caer en desgracia a quien las comete sin obtener beneficios por lo mal obrado. Distinta es la realidad para quien cuenta sus historias. El crimen siempre ha pagado muy bien a editoriales, revistas, comics, cine y, sin dudas, al periodismo. Asesinatos, robos y criminales copan titulares y portales web con el fin de capturar nuestra atención —esa que sirve para tener más auspicios— y demarcar el límite entre el bien y el mal —ese que sirve para subrayar ideologías. Esto es tan antiguo como el periodismo y tan actual como el reciente informe del Consejo Nacional de Televisión (CNTV).
Cuando digo reciente me refiero a enero de 2024, mes en que la entidad dio a conocer un estudio cuyo objetivo fue “identificar temas, voces y fuentes presentes en los noticieros centrales de los cuatro canales de señal abierta con mayor audiencia de la TV chilena, durante los meses de septiembre y octubre de 2023, desde la perspectiva del tiempo que ocupan en cada noticiero”. Los resultados fueron claros.
Tras analizar 24 Horas Central, Teletrece Central, CHV Noticias Central, y Meganoticias Prime, el estudio reveló que las noticias policiales ocupan un 21,3% del total de tiempo al aire de dichos noticieros. Pero los promedios engañan. Hay dos casos en que el porcentaje llega casi al 30%. Se trata de CHV Noticias Central y Meganoticias Prime, frente a un 20% de Teletrece Central y 12% de 24 Horas Central.
¿Qué efectos podría tener esto en las audiencias? Más que inyectar ideas en nuestras cabezas, a la usanza de teorías conspiranoicas, lo que podemos observar es que los principales proveedores de realidad son los medios de comunicación y que la televisión ocupa un lugar importante allí. La ciudadanía chilena se informa en un porcentaje muy alto a través de la televisión. Por ende, si un cuarto o un tercio del marco de mundo que tengo en mi consumo de noticias está ligado al crimen, pues vaya, ¡el mundo es un desastre! ¿Ahora, qué es un desastre? ¡Los delitos! Pero, ¿cuáles? Al hablar de CHV Central, el informe señala que la gran mayoría de las noticias delictuales está vinculada a ataques contra las personas y la propiedad, y (cito) “a gran distancia se encuentran los casos judiciales, las noticias sobre narcotráfico/lavado de dinero y los delitos económicos”.
¿Y quién habla en estos noticieros? ¿Las personas afectadas, vecinas y vecinos de los lugares donde el crimen se ha instalado? No, hablan conductores y periodistas, un 89% del tiempo. El restante 11% lo ocupan expertos, profesionales, y voces académicas o del Poder ejecutivo. ¿Agreguemos un dato más? De este universo de personas que hablan sobre estas materias, un 80% son hombres. El caso de Teletrece Central es el más agudo. Allí, apenas el 13% del tiempo es cubierto por voces de mujeres.
Si nos guiamos por lo que indica el reporte del CNTV, el 20% de nuestra vida como sociedad que amerita ser noticia está compuesto por crímenes y delitos. ¿Es lo anterior creíble? Sí y no. Sí, desde el entendimiento de que la prensa no trabaja en base a una realidad externa, sino que construye una realidad interna. Es decir, lo que ocupa el espacio de los noticieros televisivos tiene que ver con una internalidad propia de empresas mediáticas que continúan un legado disciplinar y funcional a sus intereses económicos e ideológicos. Es una forma de hacer periodismo que sirve para vender miedo y atraer auspiciadores, por un lado; y para criminalizar barrios, sujetos, migrantes y grupos sociales, con lo que se acrecientan políticas represivas y la industria del miedo.
Ese periodismo no sirve para denunciar la desigualdad estructural de la sociedad en que habitamos, no sirve para minar negocios fraudulentos de cuello y corbata (incluidos los del gran narcotráfico), y menos aún sirve para dar voz a la ciudadanía o plantear la problemática con perspectiva de género. La razón es simple. Si esto ocurriera, el crimen ya no sería tan rentable para la función comercial e ideológica de los medios. Por ahora, eso no se vislumbra que cambie, no al menos en Chile, un país donde el crimen sí paga, y muy bien, a los noticieros de los principales medios televisivos del país.