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Actualizado el 2 de Marzo de 2024

Girona: donde la excelencia se vuelve Normal

Hablar del Celler de Can Roca en el mundo gastronómico es hablar de un lugar de culto. Pero en la antigua ciudad se encuentran también dos lugares, vinculados a la familia Roca, que no pueden ser pasados por alto.

Por Felipe Quiroz
Más allá de la fama, es posible disfrutar de platos espectaculares, en formato menú diario, para servir o llevar, con precios cercanos a los 16 euros. CEDIDA.
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Felipe Quiroz

Felipe Quiroz es sibarita, amante del vino y otros brebajes.

A poco más de una hora de Barcelona, se encuentra la hermosa ciudad de la comunidad autónoma de Cataluña, llamada oficialmente en catalán como Girona o Gerona en castellano, lugar que adquiriera gran popularidad gracias a la serie de HBO Game Of Thrones con diversos y fantásticos escenarios en esta localidad.

Mucho antes que los fanáticos de la ciencia ficción desbordaran la ciudad para recrear escenas de su serie favorita, la gastronomía ya tenía un sitial en ella por establecerse dentro de sus límites, uno de los mejores y más emblemáticos lugares de la alta cocina.

Hablar del Celler de Can Roca en el mundo gastronómico es hablar de un lugar de culto. Ganador de diversos reconocimientos, mejor restaurante del mundo, tres estrellas Michelin y otros, son el palmarés cúspide los hermanos Roca: Joan, Josep y Jordi. Mucho ya se ha escrito al respecto y poco queda más allá de seguir admirando y disfrutando sus maravillas. Pero en la antigua ciudad se encuentran también dos lugares, vinculados a la familia Roca, que no pueden ser pasados por alto.

Normal es el nombre del más reciente proyecto, establecido en el centro histórico de Girona, manteniendo la hermosa línea de diseño trazada por Andreu Carulla, resaltando el territorio, lo íntimo y la sustentabilidad. Efectivamente, visto desde fuera, se puede apreciar un restaurante normal, sin grandes pretensiones ni modernas estructuras. No obstante, al traspasar el umbral de su puerta lo íntimo del ambiente da paso a un momento retrospectivo de conexión con los placeres culinarios, pulidos, limpios y
minimalista que resaltan los sabores y aromas, transportando cualquier velada fuera de la normalidad.

Para partir, una copa del cava del Celler de Can Roca, un brut clàssic penedès 2020, de la mano de Albet i Noya, mezcla xarel-lo, parellada y chardonnay, abriendo los sentidos y limpiando el paladar para lo siguiente: croqueta de leche de oveja “mas mercè y jamón ibérico”, una delicia de sabor que se deshace en boca.

Luego, Vieiras a la meunier, almendras lima e hinojo con una reducción de mantequilla flameada que desborda untuosidad al sabor cítrico e intenso de los ostiones.

El principal de la noche viene de la mano del histórico filete Wellington, hojarasca de consistencia perfecta, carne en su punto perfecto, saignant, sabroso, jugoso, una bomba de intensidad al paladar. Para acompañarlo, fue recomendado un tinto del Empordà, Negre dels aspres 2020, mezcla preponderante de cariñena, con la calidez de su alto alcohol y su estructura tánica, estuvo a la altura de la voluptuosidad del plato.

El toque dulce de la mano de flan de huevo con nata, cuya textura y sabor hizo sentir tristeza por el fin de la velada. No obstante, dos sorpresas quedaban pendientes, dúo de destilados del Celler, bajo la línea Esperit Roca, uno de ellos aguardiente de Garrofa, proveniente de orujo de uva envejecido en barricas
de roble y, el otro, destilado con base de ciruela. Ambos fueron el punto final de una experiencia sublime con un servicio a la altura, pulcro, cercano y bien complementado.

El costo de la experiencia bordea los 80 euros.

Bar-Restaurant Can Roca: donde todo comenzó

El segundo de ellos, siendo en verdad el inicio de toda la trilogía, se encuentra fuera de la ciudad como tal, en un barrio residencial, su nombre no deja lugar a dudas: Bar-Restaurant Can Roca. Es allí, donde todo comenzó.

De apariencia distante al glamoroso estilo del restaurante moderno, el de toda la vida es el comienzo de la dinastía gastronómica de los Roca. Tiene por temática clásicos de la cocina catalana, platos tradicionales llevados a una preparación excelsa, digna de cualquiera de las afamadas cartas de sus hijos. Precisamente, los padres de los tres hermanos iniciaron este lugar, Montse Fontané y Josep Roca, en 1967.

Más allá de la fama, es posible disfrutar de platos espectaculares, en formato menú diario, para servir o
llevar, con precios cercanos a los 16 euros.

Por supuesto, no es secreto lo bien que se come aquí, por lo cual reservar telefónicamente es siempre la mejor opción, atendido a que el flujo de comensales no es menor y en horarios punta, es difícil encontrar lugar.

Su menú destaca por una entrada, un primer plato, un segundo y postre, acompañado de pan, agua y vino de mesa en jarra, mucho más que correcto.

El servicio es afable pero directo, no hay tiempo que perder y cada mesa cuenta. Tuve el placer de compartir sitio con Luis, catalán de nacimiento y asiduo al restaurante de la familia desde más de 30
años, tiempos en que la propia matriarca, Montserrat, se hacía cargo de la cocina con sus hijos correteando por la sala, jugando entre platos y copas.

Incluso hoy, si se cuenta con suerte, es posible encontrar a los propios hermanos Roca y muchos integrantes de sus equipos comiendo en el restaurante, incluso a su madre, ya retirada, comandando este lugar lleno de historia.

A pesar del reconocimiento y la alta afluencia, sus precios no han variado: ella misma dice que sus comensales no tienen la culpa de la fama de sus hijos.

Si bien cada menú tiene diversas opciones, si se llega “tarde” para la hora de almuerzo (o comer a la usanza en España) no existe mucha opción, lo mejor es dejarse llevar por lo que la cocina manda, sin dudas será una experiencia muy satisfactoria, dejándose guiar por aquellos que orientaron la alta gastronomía desde Cataluña al mundo.

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