Cálido y frío, la gestión económica del gobierno
Con la mitad del período presidencial cumplido, y dada la situación de bajo crecimiento y estancamiento del empleo formal, se necesita de un gobierno que tome medidas decididas para salir del pantano.
José Antonio Valenzuela es director de Incidencia de Pivotes
En Cálido y frío el cantante Franco De Vita describe una relación de pareja cambiante y difícil de predecir, que transita del cariño a la indiferencia. Esos vaivenes de temperatura reflejan bien lo que ha sido la gestión del Gobierno del presidente Boric en materia económica en estos primeros dos años de gobierno.
Luego de su notable triunfo electoral y de múltiples aprehensiones del sector empresarial vino una positiva señal que fue reconocida de forma transversal: la designación del reputado economista Mario Marcel como ministro de Hacienda. Se optaba por un encargado de la billetera fiscal de un perfil más tradicional, cercano a lo que fueron los jefes de finanzas durante el período de la Concertación, y relegaba a un segundo plano a ciertas voces que propulsaban un cambio drástico al “modelo”.
Sin embargo, luego vino la Convención Constitucional, y el oficialismo en masa se volcó a defender y apoyar un proyecto político radical transformado en texto constitucional. En dicho texto se veía una mirada de sospecha al crecimiento, junto con autonomías territoriales indígenas, fuertes limitaciones al “extractivismo”, entre otras amenazas económicas. El mismo ministro, en su momento alabado por la oposición, dio su respaldo a la opción Apruebo en el plebiscito de septiembre de 2022.
Luego el ministro Marcel pudo retomar su agenda, y tras el fracaso de su reforma tributaria planteó avanzar en un ambicioso Pacto Fiscal. Se prometían reformas para fortalecer la transparencia, reducir la elusión de impuestos, y por sobre todo una agenda de impulso al crecimiento a través de la inversión, la productividad y la formalización de la economía. Una Estrategia Nacional del Litio, agenda de modernización del Estado y proyectos de ley para racionalizar la excesiva permisología ambiental y sectorial eran algunas de las propuestas destacadas, y permitieron un cierto optimismo en materia de crecimiento económico.
Pero en estos dos años lo cálido ha tendido rápidamente a helar, y es el frío la temperatura ambiente que predomina. Respecto a la Estrategia Nacional del Litio y con más de la mitad del mandato presidencial transcurrido, aún no hay claridad respecto a elementos cruciales de la estrategia del gobierno (salares protegidos, estratégicos y aquellos abiertos a la iniciativa privada), todo en un contexto de baja sostenida de los precios del mineral. En materia de modernización del Estado han sido solo anuncios y todavía no hay luces de esperados proyectos de ley en empleo público y de mejora de la calidad regulatoria.
Finalmente, en lo que respecta a la permisología, han sido diversas las voces que han señalado que los proyectos del gobierno no moverán la aguja para atraer inversión. La iniciativa de permisos sectoriales, si bien está correctamente inspirada, no muestra una apertura ambiciosa y potente hacia la simplificación regulatoria y la priorización de instrumentos distintos a la autorización para agilizar proyectos, siguiendo el modelo de España.
En materia de permisología ambiental la situación es aún más preocupante, un proyecto anunciado como uno pro inversión, es en realidad la materialización de una agenda ambientalista. Nada condenable, salvo la poca transparencia y la generación de expectativas que se verán defraudadas. De certidumbre y plazos más acotados, poco y nada.
Con la mitad del período presidencial cumplido, y dada la situación de bajo crecimiento y estancamiento del empleo formal, se necesita de un gobierno que tome medidas decididas para salir del pantano. Lamentablemente al interior del Ejecutivo conviven quienes le toman el peso a la importancia de crecer con aquellos que creen que crear riqueza como país va a ser siempre a costa del planeta y de las comunidades, y estos segundos han logrado imponer sus términos. Son las versiones políticas del cálido y frío de Franco De Vita y, dado lo que hemos visto estos dos primeros años, pareciera que se avecina un largo invierno.