Cuando las promesas se ahogan por la lluvia
A medida que la reconstrucción sigue pendiente y más lluvias amenazan con agravar la situación, la necesidad de una buena administración nunca ha sido más clara.
Víctor Inostroza es investigador Fundación Piensa.
“No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague.” Ya llegaron a las primeras lluvias fuertes del año, y las secuelas del devastador incendio en la Región de Valparaíso se hacen cada vez más evidentes.
Estamos en la primera quincena de mayo, y mientras comenzamos a enfrentar las inclemencias del invierno, muchos habitantes de la Región de Valparaíso continúan desamparados, luchando no solo contra el frío, el agua, la humedad y la amenaza de enfermedades, sino también contra la incompetencia de una reconstrucción que fue prometida pero aún no se cumple.
En febrero, el fuego arrasó con más de 7.000 hogares, dejando a miles sin un lugar donde vivir. Durante su visita a terreno en marzo, el presidente Gabriel Boric prometió soluciones rápidas y eficaces, afirmando que el gobierno utilizaría todos los recursos disponibles para asegurar una recuperación completa antes del invierno. Sin embargo, los hechos hablan por sí solos: las familias aún viven en carpas, las viviendas de emergencia se inundan, y la burocracia parece girar en círculos sin encontrar una salida efectiva. María Tapia, dirigente vecinal de Villa La Pradera, nos recuerda la grave situación al señalar que las casas de emergencia “están muy mal hechas… la gente ha tenido que poner plata de su bolsillo para arreglarlas”.
El ex Ministro de Salud Pública de Uruguay y profesor de derecho administrativo, Dr. Carlos E. Delpiazzo, en su estudio sobre la buena administración, nos recuerda que “la Administración no puede ser sino buena; si no lo es, resulta ilegítima” y que la buena administración implica “hacer bien lo que hay que hacer”. Estas palabras resaltan la desconexión entre las promesas de nuestros líderes y la dura realidad que enfrentan nuestros ciudadanos. La buena administración no solo es un principio jurídico, sino una responsabilidad ética que parece haber sido pasada por alto por quienes tienen el deber de gestionar, administrar y gobernar.
La llegada de las lluvias ha evidenciado aún más las deficiencias en la gestión de la crisis. Las viviendas provisionales están fallando y las predicciones climáticas sugieren que enfrentaremos más desafíos en el corto plazo. Según Delpiazzo, “administrar bien es algo más que respetar el principio de legalidad”. Se trata de garantizar seguridad y dignidad a cada ciudadano afectado, promesas que, hasta ahora, parecen ser más retóricas que realidades.
Además, la gestión deficiente no es un problema nuevo. Incidentes como la malograda campaña de vacunación, que resultó en miles de vacunas desechadas, y el prolongado cierre de establecimientos educacionales por afectaron a más de 30,000 alumnos en la región de Atacama a fines del año pasado, son ejemplos claros de una administración que requiere, al menos, una revisión profunda. La juventud y las buenas intenciones de nuestras autoridades no son suficientes para justificar la falta de resultados tangibles y efectivos en la gestión pública.
Normalmente, cuando se pronostican lluvias para todo el territorio nacional, especialmente para la Región de Valparaíso, muchos celebramos dada la prolongada sequía que nos agobia desde hace tiempo, pero esta vez no es del todo así. A medida que la reconstrucción sigue pendiente y más lluvias amenazan con agravar la situación, la necesidad de una buena administración nunca ha sido más clara. Debe ser un imperativo ético, no solo para responder efectivamente a esta crisis, sino también para restaurar la fe en capacidad de gobernar de nuestras autoridades, ya sea a nivel municipal, regional o central. Las familias de Chile y, en particular, de la región de Valparaíso, merecen más que promesas, merecen un hogar y la certeza de que su bienestar es la máxima prioridad.