Democracia siempre
La política, el Estado, los Partidos Políticos no son ni malos ni buenos per se, dependen de quienes los manejen.
Guillermo Bilancio es consultor de Alta Dirección.
Hay un “profesor” que, según algunos adeptos a Javier Milei, hizo llorar al ahora presidente de los argentinos.
Se trata de Jesús Huerta de Soto, un pensador que se supone el “Jesús” de la Nueva Derecha española, cuyas convicciones inflexibles son el centro de la admiración de Milei.
Este personaje plantea que los libertarios y los anarcocapitalistas, son la única verdad de occidente ya que encarnan el “bien”, mientras que el resto del arco político es la representación más diabólica del “mal”.
En tal sentido, Huerta de Soto (No me interesa llamarlo Jesús), plantea que el mundo vive equivocado apostando a un sistema de gobierno errado y corrupto, por lo que plantea textualmente que “la democracia se ha convertido en un sistema perverso”. Por otra parte, y agregando más frases célebres a su relato, plantea que “ningún líder político, parlamentario, embajador o alto funcionario de ningún ministerio tendría que estar autorizado a realizar su labor sin conocer previamente la teoría básica de la economía, la libertad y la ética que enseña la Escuela Austríaca”. Esto es, la supervivencia del más apto.
En ese mismo plano, Huerta de Soto habla de “zurderío”, y que ese concepto está enquistado en los partidos políticos, sean estos socialistas, liberales o capitalistas conservadores. Esos partidos políticos, según Huerta de Soto, son los culpables de haber creado la fantasía del Estado de Bienestar en Europa, planteando que tal bienestar es una mentira.
Se olvida este señor, que el despegue social de la sociedad europea fue hasta hoy una garantía pacificadora y que, inclusive por estos lados, se sigue admirando ese estado de bienestar en países desarrollados del viejo continente (No sólo hablo de los nórdicos). Y ese despegue se debió a la coherencia de una socialdemocracia alternada por una democracia liberal en un juego competitivo pero civilizado por sus acuerdos. Hay experiencia…
Pero este representante de la Nueva Derecha española, en la que se puede percibir cierto tipo de totalitarismo o simplemente contraponerse al pluralismo, es parte de una corriente exacerbada por personajes extravagantes, pero que cíclicamente son también alentados por una parte de la sociedad que, adormecida placenteramente en su bienestar, pide a los gobiernos cada vez más.
Y es en esa insatisfacción interminable, que el delirio de falsos profetas como Huerta de Soto hace impacto, promoviendo una confusión entre libertad y anarquía, calificando al Estado como una entidad “prostituida” que coarta las libertades cobrando impuestos, impartiendo justicia, dirigiendo la educación, la salud y la seguridad, cuándo en realidad, según su idealización de la sociedad, “el paraíso en vida de los anarcocapitalistas es una bella anarquía”. Lo que esa sociedad olvida es que con los impuestos lograron bienestar general, con educación pudieron darse cuenta y convivir, con salud y seguridad tener espacio para desarrollarse.
Por supuesto, la exacerbación de ese modelo anárquico propuesto por esos falsos profetas no considera la separación de poderes, ni la institucionalidad, y menos aún el respeto por los adversarios “ideológicos”, especialmente si son parte de la prensa pagada por el “zurderío”. Nada diferente a lo que practicaba Hugo Chávez o cualquier otro dictador (¿de izquierda?), cuando defenestraba a los liberales y coartaba la libertad de expresión o generaba la pantomima democrática de votar.
De esto se desprende que también hay “zurdos” de derecha…
Dejando de lado al señor Jesús Huerta de Soto, sabemos que Europa entra en ciclos de mayor o menor intolerancia, pero conste que gracias a su acerbo cultural, estos ciclos aprendidos siempre vuelven naturalmente a un cauce equilibrado, más aún cuando los problemas no son de supervivencia, como los que vive nuestra región.
En tal sentido nosotros nos hacemos eco de las frustraciones europeas, que no son las nuestras, y equivocadamente tratamos de copiar modelos intolerantes que, frente a un sistema cultural débil, pone en riesgo la convivencia social.
Así es como aparecen caudillos regionales vociferando contra políticos, contra el Estado, contra las instituciones y apoyando un modelo del estilo Far West que resulta atractivo como relato contrarrevolucionario, pero que en definitiva idiotiza a “la masa” que cambia seguridad por libertad, participación por pasividad, descansando en la falacia de “quiero estar bien yo, no quiero complicaciones y que alguien lo resuelva”. Un campo fértil para cualquier ignorante populista que se supone un profeta salvador cuyo relato lo transforma en un encantador de mentes adormecidas.
Ese relato populista pone en plano de igualdad a quienes lo representan desde un extremo o de otro, planteando el antisistema, la decisión autoritaria, el divisionismo patria o antipatria, escudados en una ideología que nada importa, sino el ejercicio unilateral del poder sin obstáculos.
Sería triste (y tétrico), pensar que la democracia es un “sistema perverso”.
Sería deseable que pensemos en la libertad y como ganarla, que no es haciendo cada uno lo que le parece, sino dentro de un sistema de responsabilidades y derechos, de política de acuerdos, de instituciones que brinden respaldo y solidez, de justicia.
La política, el Estado, los Partidos Políticos no son ni malos ni buenos per se, dependen de quienes los manejen.
Y para eso, elijamos democráticamente a quienes deben conducir al país y a sus instrumentos de gobierno sin desdeñar de ellos, sin querer apropiarse de lo que no les pertenece y que les pertenece a todos. Por eso la democracia. Para que no nos despertemos algún día y veamos que un iluminado que se crea un mesías, cambió a su modo lo que nosotros construimos en paz.
Por eso la democracia. Siempre.