La Patria Sola
La polarización de hoy, el fatalismo de los extremos, el pasado anclado en el odio y sin conciencia de lo ocurrido, no contribuyen a entender la democracia. El quiebre fue profundamente antidemocrático, la ideologización con odio y violencia son ingredientes para enfrentar a un país.
Enrique Morales Mery es Cientista Político, investigador Proyecto Democracia, Universidad Miguel de Cervantes
Una imagen potente que resumió el dolor de muchas personas víctimas de la represión de la dictadura militar fue la llamada cueca sola. Las mujeres bailando solas en recuerdo de los ausentes graficaban una realidad incompleta, una ruptura manifiesta, no solamente como producto de la polarización política sino también como resultado de familias destruidas, separadas y cargando heridas difíciles de cicatrizar. Desaparecidos y ejecutados retratados desde la ausencia, desde lo pendiente; un recuerdo de lo que nos falta para reencontrar la convivencia democrática. Ciertamente esa cueca apuntaba a un pasado, un momento, un sector político y todo lo que ello conllevó y conlleva para comprender las cercanías y distancias actuales.
La denuncia cultural que emerge desde aquella cueca de y con los ausentes muestra a un país que necesita reparación y reconciliación. La polarización de hoy, el fatalismo de los extremos, el pasado anclado en el odio y sin conciencia de lo ocurrido, no contribuyen a entender la democracia. El quiebre fue profundamente antidemocrático, la ideologización con odio y violencia son ingredientes para enfrentar a un país. El costo aún permanece entre nosotros y ha vuelto a marcar las agendas supuestamente políticas de quienes intentan imponer verdades, reescribir la historia y celebrar todo aquello que es indefendible. La solución nunca ha sido ni será una dictadura o un gobierno popular reducido a los que piensan igual; la democracia en toda su fortaleza y debilidad se baila en pareja. Es un valor que no conoce de ausentes.
La vida, la cueca, la realidad país se mantiene con la memoria, con la resiliencia y con la amistad cívica. Donde predominan el silencio, la agresividad, la opresión la democracia huye y lo hace replegándose en la ciudadanía que conserva la identidad, la dignidad, el respeto y los valores que dieron vida a nuestra república. Ahí están nuestros cantos, nuestros bailes, nuestros pañuelos que ondean con respuesta.
La Patria Sola es también una metáfora poderosa de una reconciliación pendiente y de un país incompleto. Muchos bailamos solos en la medida que la falta de unidad, las injusticias y la nula voluntad de encuentro y diálogo perduran. En todo orden de cosas una vida en concordia es la base de la cohesión social, de un futuro en común y de una disposición convergente.
La ausencia de un proceso de reconciliación pleno es la ausencia de comprensión política y de transferencia de valores democráticos. Como toda cueca, historia y realidad somos el fruto de lo que nos une y nos separa; la reciprocidad es vital para salir de esa soledad ciudadana, oculta tras el fanatismo y la odiosidad. Una democracia inclusiva construye comunidades diversas, deliberantes y llamadas a trabajar en conjunto. El destino doloroso ya lo conocemos, esa profunda ausencia e incapacidad ya la conocemos; es hora de celebrar el encuentro, la cueca de los demócratas y hacer realidad una Patria acompañada, de todos y todas.