Belleza ecosistémica para combatir la delincuencia
Lucio Cañete Arratia es académico de la Facultad Tecnológica USACH.
La delincuencia es una de las grandes preocupaciones que afecta al grueso de la población que desea un Chile seguro y próspero, demanda a la cual las autoridades han respondido con diversas medidas. Sin menospreciar la efectividad de dichas acciones, se nota que todas ellas están cayendo dentro de la insípida obviedad, sin que alguna destaque por un exitoso rasgo innovador. Quizás esta ausencia de propuestas perturbadoras y a la vez rentables se deba a que quienes están a cargo de la seguridad del país y a otros que con sus recientes campañas para ganar votos pretendan estarlo, no están atentos a los avances científicos generados desde diversas áreas del conocimiento.
Tales avances muestran que una acción distinta a los clásicos aumentos de penas, incrementos de la dotación policial y acogidas de jóvenes vulnerables; puede por sí sola bajar los índices de delitos en unidades territoriales. En efecto, sin ser excluyente a estas ya probadas medidas, el embellecimiento de ciudades es también una estrategia efectiva para reducir la agobiante delincuencia.
El primer aporte es la Teoría de las Ventanas Rotas formulada por los criminólogos J. Q. Wilson y G. Kelling en 1982. Tal como su nombre lo indica, se trata de una metáfora donde ventanas rotas que no se han reparado, indican que de ellas “nadie se preocupa”. Este descuido que permite el afeamiento del inmueble es el mensaje que ahí poco inquieta su suciedad y desorden, promoviendo el robo y otros ilícitos en escenarios de alta permisividad. Esta teoría fue recientemente reafirmada por N. Sypion de la Universidad de Szczecin quien en su estudio Exploring the Impact of Green Areas on Crime Rates in Urban Environments, establece que las áreas verdes mal mantenidas pueden atraer vandalismo y drogadicción.
En 2001 las investigaciones de F. Kuo y W. Sullivan también revelaron que las áreas verdes armónicas a las zonas urbanas donde se emplazan, disminuyen significativamente los niveles de agresividad y violencia. En su estudio titulado Aggression and Violence in the Inner City: Effects of Environment via Mental Fatigue, encontraron que el contacto con aquello que evoque a la naturaleza ayuda a restaurar la energía mental y a reducir la “fatiga cognitiva”, un estado que a menudo aumenta la agresión.
En otro estudio del 2009, los investigadores N. Weinstein, A. Przybylski y R. Ryan demostraron que la exposición a la belleza natural despierta conductas de altruismo y generosidad. En el artículo Can Nature Make Us More Caring?: Effects of immersion in nature on intrinsic aspirations and generosity, los autores muestran cómo la experiencia de la belleza aumenta la capacidad para colaborar y mostrar empatía. Estos científicos concluyeron que vivir en un entorno estéticamente agradable dispone a que un individuo lo respete y, al mismo tiempo, a respetar a quienes lo rodean.
Resumiendo las evidencias, M. Shepley de la Universidad de Cornell junto a otros cuatro colegas probaron que el acceso a lugares que emulan la belleza de la naturaleza tiene un impacto mitigador sobre la violencia en entornos urbanos. Después de examinar 45 artículos, ellos concluyen en su publicación del 2019 The Impact of Green Space on Violent Crime in Urban Environments: An Evidence Synthesis, que la provisión a la ciudadanía de áreas verdes bien conservadas, reduce la criminalidad.
En estos y en otros reportes se argumenta que la inversión en belleza urbana, especialmente en áreas verdes, es una forma no tradicional pero efectiva de contribuir a la seguridad ciudadana. Otro aspecto en común de estas investigaciones es que ellas abordan la delincuencia callejera desatendiendo la que en Chile coloquialmente se denomina “de cuello y corbata”, sin dar luces de cómo impactan las dosis adicionales de belleza en la magnitud y frecuencia de ilícitos perpetrados por los grupos privilegiados que siempre han vivido en ecosistemas exuberantemente hermosos.
Sin perjuicio de dicha incertidumbre y pese a que no se conoce cuantitativamente la reducción de los diferentes delitos que la hermosura puede provocar en los barrios, la ausencia de dicha información no es un impedimento para que tanto residentes como municipalidades embellezcan sus entornos. Como siempre se ha sabido, cada peso destinado a hermosear un lugar de acceso público lo hará más atractivo para el enriquecimiento territorial y como ahora ya se sabe, lo hará más repulsivo para la delincuencia.
Así lo bello deja de ser una cuestión meramente artística, convirtiéndose en una herramienta para combatir el crimen callejero.