Los vaivenes de la conflictiva relación gobierno-Iglesia

En medio de la cita que la noche del domingo convocó a diez parlamentarios de la Concertación y el oficialismo en la casa del ministro de Justicia, Felipe Bulnes, para tratar el proyecto de ley que el gobierno enviará al Congreso para subsanar la crisis carcelaria, el diputado Jorge Burgos dirigió un misil al ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter. “Esto es demostrativo de que se equivocaron al cerrarle la puerta en la cara a la Iglesia“, le dijo el parlamentario DC a Hinzpeter, que en la reunión ostentaba el cargo de vicepresidente de la República. La frase no tuvo más respuesta que un silencio incómodo.

En efecto, la propuesta que La Moneda explora hoy para superar la grave crisis carcelaria marca un vuelco respecto de la postura que mostró cuando a mediados del año pasado desechó la propuesta de Indulto del Bicentenario que presentó ante la opinión pública la Conferencia Episcopal.

La presión por mantener fiel la promesa de campaña de que “habría mano dura” contra la delincuencia y las críticas por eventuales beneficios a violadores de los derechos humanos, pusieron en veredas opuestas a la Iglesia y a La Moneda. Más aun después de que el ministro Hinzpeter tuviera un publicitado impasse, al confidenciar con micrófono abierto a los miembros de la comision de derechos Humanos de la Cámara que a su juicio “la Iglesia a veces hace planteamientos que no son los estrictamente propios de la condición religiosa; hay ciertos aspectos que están más ligados al campo de lo político”. Y se declaró “totalmente”contrario a los indultos y del “resabio monárquico”  de la facultad presidencial de entregarlos.

Fuentes cercanas a la Iglesia comentan que el episodio dejó altamente resentida la relación entre el Ejecutivo y la Conferencia Episcopal, en ese minuto a cargo del cardenal Francisco Javier Errázuriz.

Esta vez, sin embargo, La Moneda se preocupó de limar asperezas. Es así como el ministro de Justicia , Felipe Bulnes, hace dos meses  tomó contacto con el nuevo arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati para adelantarle algunas medidas del Ejecutivo para paliar la crisis carcelaria  y para adelantarle que trabajaría en una reforma “teniendo en cuenta la propuesta que la Iglesia había hecho”.

Según señaló el prelado, el ministro secretario general de la Presidencia, Cristián Larroulet, también tuvo la deferencia de abordar con él la nueva propuesta del gobierno.
“Lo de la Conferencia Episcopal era una propuesta. Nunca la Iglesia exige que lo que propone sea efectuado”, dijo ayer Ezzati, añadiendo que no corresponde que  “perdone”  al Ejecutivo por no acoger su planteamiento, como sostuvo el presidente del Senado, Jorge Pizarro. 

Relación distante

Pese a los gestos a Ezzati, ayer hacia el mediodía el ministro Hinzpeter volvió a poner en entredicho la postura del gobierno frente a los indultos al sostener que “no está claro que el proyecto del Gobierno incluya esa fórmula”.

Las palabras del titular de Interior dan cuenta del vaivén del Ejecutivo en su relación con la Iglesia Católica. De hecho, un parlamentario cercano a la curia sostiene que particularmente el titular del Interior tiene una relación distante con el Episcopado. Y, especialmente, con monseñor Ezzati con quien no tuvo una buena interlocución durante el conflicto mapuche y quien públicamente ha sido más vinculado a la oposición. Personeros que siguieron de cerca la elección de Ezzati como máximo líder de la Iglesia Católica chilena revelan que éste sabía que no era el candidato favorito de palacio para suceder a Errázuriz. Aun cuando su nombre no despertaba el mismo rechazo entre las autoridades de gobierno que el obispo de Rancagua, monseñor Alejandro Goic.

“Probablemente algunos miembros de la UDI, habrían preferido al obipo González, que  es del Opus Dei de San Bernardo. Pero Ezzati es un gallo tranquilo, más bien centrista. Es un tipo de carácter, eso sí. Y reemplaza a un cura que se había puesto muy pusilánime”, dice el diputado Burgos, uno de los invitados a la cita del domingo.

Fuentes de gobierno, en cambio, sostienen que los contactos con el Ejecutivo son fluidos, y que en eso ha sido clave la labor del ministro Larroulet, quien – tal como su antecesor José Antonio Viera Gallo- tiene línea directa con los obispos. Una relación que, además, tiene larga data, pues por varios años fue miembro de la comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcipal.

Sin embargo, también admiten que al inicio del mandato, la relación no fue del todo armónica ya que la Iglesia, y en especial, los sectores más conservadores creían que con la llegada de la Coalición al poder muchas de sus propuestas -sobre todo las de carácter valórico- tendrían una rápida acogida. Sin embargo, no fue así. “La Iglesia terminó por darse cuenta que este gobierno es muy pragmático”, dice una fuente cercana a la Conferencia Episcopal. 

Según confirman fuentes en Moneda y del Episcopado, el ministro Larroulet -cercano a la UDI y al movimiento Schoensttat asiste al menos una vez al mes a reunión con los miembros del Episcopado, donde se abordan temas de actualidad y se comentan algunos proyectos de ley.

Fuentes de gobierno coinciden en sostener que toda la relación del Ejecutivo con la Iglesia Católica pasa por el titular de la Segpres, dejando la Oficina de Asuntos Religiosos –creada bajo la administración de Michelle Bachelet y que debía velar por el buen entendimiento con la Conferencia Episcopal- a cargo de la interlocución con la Iglesia Evangélica. De hecho, en reemplazo del Humberto Lagos recientemente fue nombrado en ese puesto al pastor luterano Juan Werhli.