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10 de Marzo de 2011

“Las palabras de don David”, por Débora Calderón

A estas alturas de la vida, don David puede llegar a apasionarse demasiado con algunos temas. Tanto que a veces cuesta leer entre líneas el dolor de su relato y la experiencia que lo marcó y cambió para siempre. Con su número de recluso aún marcado en el brazo y el recuerdo vivo del Holocausto, don David es un resiliente de uno de los peores capítulos de la historia de la Humanidad.

Por Redacción
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A estas alturas de la vida, don David puede llegar a apasionarse demasiado con algunos temas. Tanto que a veces cuesta leer entre líneas el dolor de su relato y la experiencia que lo marcó y cambió para siempre. Con su número de recluso aún marcado en el brazo y el recuerdo vivo del Holocausto, don David es un resiliente de uno de los peores capítulos de la historia de la Humanidad.

Don David comparte una historia similar con miles de familias, todas esas que hace algunos días el presidente Piñera y su mujer observaron arrodillados en el Museo del Holocausto en Israel. Seis millones de judíos murieron en la II Guerra Mundial, entre ellos los padres y dos hermanos de Don David. Sus fotos también están en ese museo. Es lo que le queda de ellos.

Las cenizas, decía siempre, se las llevó el viento.

Don David juró que si salía con vida del Holocausto lucharía para que hechos como esos no se repitieran. Y como él, otras personas, organizaciones, fundaciones e instituciones -no necesariamente representantes de alguna religión- están abocadas hoy en día a velar para que no se vuelvan a producir este tipo de atrocidades que nos denigran como seres humanos.

Me toca personalmente el tema. Me conmueve, sin duda, ver nuevamente imágenes tan marcadoras como los campos de concentración, cinerarios y cámaras fabricadas para la muerte. Pero también me hace reflexionar sobre países en los que agresiones y muertes injustificadas siguen existiendo al filo de la ley y ajenas a la condena y el repudio de las naciones más poderosas.

Es en estas causas cuando más las autoridades, los compromisos, las voces, las banderas deben unirse y remar hacia el mismo lado. Nos cuesta, es cierto, alinearnos entre todos para acusar, destapar, y hacer algo concreto en el momento en que es necesario.

Tenemos cada día más herramientas. La viralidad de las redes sociales ha detenido incluso muertes inminentes, como el año pasado ocurrió con los disidentes cubanos. Como ciudadanos, éste debiera ser recién el “desde”. Y mientras más ambiciosos nos pongamos, en materia de dignidad humana, más ganamos nosotros, nuestras familias y las generaciones que vienen por delante.

No quisiéramos otro Don David con su historia enmarcada en un museo conmemorativo. Somos mucho más que eso.

 

 

Débora Calderón Kohon estudió periodismo en la Universidad Católica. La vida la llevó temprano al mundo de los negocios y el retail, pero las ganas de escribir nunca desaparecieron. Hoy es columnista estable de la Revista Poder y Negocios y Mosso, y una activa participante en redes sociales.
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