“La respiración de Gonzalo Rojas”, por Cecilia Gª-Huidobro
Hace un mes que un infarto cerebral mantiene al poeta Gonzalo Rojas grave, "pero estable", según el parte médico. Definitivamente le falta poesía a la medicina, qué se le va a hacer. Prefiero el decir del propio Rojas que alguna vez escribió "cualquiera sea la vibración uno es de estiercol / y envejece por las puntas", acaso pensando en su propia muerte; un tema que ha acompañado su creación desde su primer libro "La miseria del hombre", publicado en 1948.
Hace un mes que un infarto cerebral mantiene al poeta Gonzalo Rojas grave, “pero estable”, según el parte médico. Definitivamente le falta poesía a la medicina, qué se le va a hacer. Prefiero el decir del propio Rojas que alguna vez escribió “cualquiera sea la vibración uno es de estiercol / y envejece por las puntas“, acaso pensando en su propia muerte; un tema que ha acompañado su creación desde su primer libro “La miseria del hombre“, publicado en 1948.
Maltratado por el crítico Alone, demoró 16 años en volver a publicar (“Contra la muerte” en 1964) y probablemente debe haber condicionado además su personalísima poética con un toque de artesano que lo vuelve un labrador del lenguaje. Los temas sin embargo serán siempre los mismos: el amor, la muerte, el desasosiego.
Un camino largo que nadie le prometió que sería fácil. Nacido el 20 de diciembre 1917, este longevo poeta, que siempre ha preferido llamar reniñez a la vejez, pertenece a la generación que vino a continuación de Neruda, cuya poesía había provocado una especie de explosión nuclear que terminó por contaminar casi todo a su alrededor. Los “neruditas” estaban a la orden del día.
Rojas se inventó un árbol genealógico distinto arrimándose a Huidobro que, aunque quiso ser rey, terminó vencido por el poeta oficial, al peruano Cesar Vallejo, un completo outsider, al gran Rimbaud que jugó por fuera y optó por el silencio, y al perseguido Francisco de Quevedo…
En otras palabras, decidió ser de la camada de los perdedores ganadores (también llamados originales). Y lo cumplió con creces.
Más que mencionar sus numerosos premios prefiero recordar la ocasión en que lo acompañé a su tierra natal, Lebu. Fuimos a hacer una donación de libros. En la calle y luego en la biblioteca lo recibieron como rockstar. Caminamos varias cuadras mientras la gente lo saludaba. En una esquina, apuntó a una de esas casas con fachada continua y puertas destartaladas y dijo “ahí nací”. Sus palabras sonaron como un certificado de nacimiento.
Luego nos desplazamos un par de kilómetros para ver a uno de los lugares más bellos de la región y acaso de Chile: Millaneco y Piedra del Toro, donde el mar le ha dado formas caprichosas a los roqueríos. El poeta, como por arte de magia, sacó una botella de Chivas Reagal que rapidamente usamos para palear el frío. Nunca sabré si fue el whisky, el paisaje o la inspiración pero viendo el agua revolverse entre las rocas me di cuenta de que la poesía de Gonzalo Rojas tenía el ritmo de ese mar y la respiración de la gente que lo habían interpelado en las calles de Lebu. Su buen oído le había permitido instalar ese habla cotidiano de sus paisanos en la geografía de la poesía.
Por eso, hago caso omiso del último informe clínico que señala que una bronquitis infecciosa complica su ya delicado estado de salud y que se encuentra con apoyo de oxígeno. Olvidan los médicos que su verdadero respirar está en su obra con poemas memorables que siempre podremos releer.
Cecilia García-Huidobro es periodista y magíster en Literatura. Entre sus publicaciones se cuentan: Portarretrato; José Donoso. Artículos de incierta necesidad; Vicente Huidobro a la intemperie; El escribidor intruso; Edwards Bello. Un transatlántico varado en el Mapocho; Moneda Dura. Gabriela Mistral por ella misma; Tics de los chilenos. Es Decana de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales y Directora Ejecutiva de la Cátedra Roberto Bolaño. |