Los cinco mitos sobre la prohibición de jugar en San Carlos
Esta sí que es una historia de nunca acabar. Todos los años, cada vez que Universidad Católica tiene que enfrentar como local a Universidad de Chile o Colo Colo mucha gente se hace la misma pregunta: Por qué no juegan en San Carlos de Apoquindo.
La historia tiene muchas vueltas. Incluso, a lo largo del tiempo, la explicación ha pasado por supuestos recursos de protección o porque en los alrededores del estadio hay piedras... Tal cual. Sin embargo, nunca se ha escuchado un argumento de peso para la negativa.
Esta sí que es una historia de nunca acabar. Todos los años, cada vez que Universidad Católica tiene que enfrentar como local a Universidad de Chile o Colo Colo mucha gente se hace la misma pregunta: Por qué no juegan en San Carlos de Apoquindo.
La historia tiene muchas vueltas. Incluso, a lo largo del tiempo, la explicación ha pasado por supuestos recursos de protección o porque en los alrededores del estadio hay piedras… Tal cual. Sin embargo, nunca se ha escuchado un argumento de peso para la negativa.
Ayer, el alcalde de Las Condes, Francisco de la Maza, dio la explicación: existe un acuerdo verbal entre el municipio y el CDUC. Ok, esa es la razón. Pero no es un argumento, porque Católica nunca ha transparentado qué gana con esa decisión. Queremos creer que, cuando alguien llega a un acuerdo, gana algo, ¿no?
Y mientras esperamos la respuesta del club, sería bueno echar una mirada a todas las razones que se dan para los cruzados tengan que dejar su casa a la hora de enfrentar a sus dos máximos rivales. Ninguna de ellas es lo suficientemente clara como para dar el tema por cerrado.
– Se necesita modernizar el estadio: San Carlos no será el estadio más moderno del mundo, pero tiene los estándares necesarios como para, por ejemplo, albergar partidos internacionales. Y si a eso le sumamos que la “U” y los albos llevan su barra a jugar a recintos donde los accesos no son los mejores, e incluso a veces con un estadio cayéndose a pedazos, claramente el nivel de San Carlos no es la razón para sacar de ahí los partidos.
– Faltan medidas de seguridad: Esto nunca se lo van a escuchar decir a alguien de Carabineros. Porque, claro, sería admitirse sobrepasados, y lo cierto es que en el último tiempo la organización policial ha logrado disminuir notablemente el número de altercados. Es cierto que llevar a una barra de las denominadas “peligrosas” implica un plan especial, pero eso se hace en la mayoría de sus partidos. Y si se coordinan bien el número de tickets, la entrada y salida de los visitantes se hace con una fuerte custodia y durante el partido se toman todos los resguardos necesarios, todo podría ocurrir con total normalidad.
– La municipalidad manda: Aquí no hay mucho que discutir. Cuando el alcalde dice que “jamás se van a jugar los clásicos en San Carlos” no es porque unilateralmente lo pueda decidir, sino porque confía en que la UC no va a romper el famoso acuerdo. Si todos los alcaldes de Chile pudieran decidir si se juega o no un partido en sus comunas, lo más probable es que los tres grandes tendrían que salir del país para poder jugar. El caso más emblemático es el de Independencia, en donde su edil ha intentado una y mil veces prohibir que las “barras bravas” vayan al Santa Laura. Es más, hoy se decide si el recurso legal que presentó Antonio Garrido para que la “U” no juegue este fin de semana es considerado. Sería la primera vez que pasa. Y un antecedente muy malo en términos de organización.
– El rol de Cruzados S.A.: Francisco de la Maza fue enfático en aclarar que él se relaciona con la gente del Club Deportivo Universidad Católica, y no con Cruzados SADP, a quienes llamó “arrendatarios”. Si bien es cierto que la S.A. que controla la rama de fútbol le arrienda el estadio a la UC, nos imaginamos que los que tienen que hacer los trámites son Jaime Estévez y compañía. Sino, sería gravísimo para los accionistas por dos cosas: primero, porque el contrato de arriendo especificaría que no se pueden jugar los clásicos, cosa que nos imaginamos no es así; y segundo porque, en un tema tan delicado como este, la última palabra la tendría el directorio del club y no el de la sociedad anónima, rompiendo con la estructura legal conocida.
– La voz de los vecinos: Acá hay mucho paño para cortar. Primero, el nivel de desórdenes que sufren los vecinos de San Carlos de Apoquindo, quienes llegaron a sus casas después de que el estadio estuviera donde está, es mínimo. Es cierto, hay tacos, mucha gente caminando y rayados en las murallas, pero no se compara con el temor que sienten los vecinos de muchos otros estadios. Y si el temor es el que gana finalmente la pelea, tenemos que replantearnos muchas cosas. ¿Hay vecinos de primera y segunda clase en nuestro país?
Con esto, no queda más que esperar una respuesta clara por parte de Cruzados. Quizás, en su acuerdo con la municipalidad, tienen mucho que perder si hacen los clásicos en casa. O quizás prefieren postergar el tema para más adelante, o de frentón nunca jugarlos, por los problemas que podría traer. La idea no es juzgar su postura; es conocerla. Para no tener que seguir haciendo cálculos.