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2 de Diciembre de 2010

"Hembra alfa y su manada", una sitcom a la chilena

¿Conocen la estructura social de una manada de lobos? Hay un alfa, que es el que manda, y así sucesivamente hasta el más bajo de los individuos. Mi arrendadora es la Hembra Alfa de su manada, que consta además de dos hermanos-cacho, la Hembra Omega y el Macho Omega.

 

Por Redacción
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¿Conocen la estructura social de una manada de lobos? Hay un alfa, que es el que manda, y así sucesivamente hasta el más bajo de los individuos. Mi arrendadora es la Hembra Alfa de su manada, que consta además de dos hermanos-cacho, la Hembra Omega y el Macho Omega.

 

Hembra alfa tiene unos 80 años, Hembra Omega unos 70, y el Macho Omega unos 75. La simple razón de su poderío es ser dueña de la tierra, pagar las cuentas y haber acogido generosamente a sus ancianos hermanos desterrados de sus respectivas manadas formadas en sus longevas vidas.

 

Todo eso, en los 300 metros cuadrados del sitio donde están la casa que arrendamos, la de Hembra Alfa (dueña de todo) y las humildes cabañas de sus hermanos.

 

Una mañana de domingo desperté con un ruido en el jardín, mi marido en su mejor versión de Wolverine sin pelo en pecho, se asoma por la ventana y ve un sujeto plantando árboles en nuestro patio, nuestro sitio exclusivo según acuerdo con la dueña, en que colgamos la ropa y nuestros animales defecan y que, por ende, no debe tener árboles, por tiernos, ecológicos e inocentes quesean.

– ¿Qué está haciendo?

– Plantando árboles (respuesta obvia)

– ¿Y quién lo mandó?

– La dueña.

 

El Wolverine latino sale en un horrendo pijama coronado por una roñosa polera de los Rolling Stones, con esa lengua colorada desteñida, a enfrentar a la dueña por la afrenta forestal. La Hembra Omega cruza todo el sitio como saeta y, desesperada, corta el paso de mi X-Men hacia la casa de Hembra Alfa:

– ¡¿Qué quiere?!

– Hablar con su hermana, hay un tipo plantando árboles en el patio.

– ¡Ni se le ocurra! Está con influenza con 40 de fiebre, es muy contagiosa. Yo le digo al jardinero que saque los árboles.

– Pero la influenza es grave, a esa edad… llevémosla al hospital…

– ¡No se preocupe, ya la llevamos! Gracias, que le vaya bien ¡adiós!

– Bueno, no hay de qué… gracias.

 

 

En la tarde fuimos a la playa a pasear al perro, con ocho grados sobre cero y un viento huracanado. Y allí estaba la Hembra Alfa bañándose en el mar, con una salud de veinteañera, rosada, rebosante y feliz, sin una gota de fiebre ni influenza.

 

Comprendí lo que significa el temor reverencial y el pavor de enojar al dueño de la tierra. También entendí que vivir en un pueblo enano donde este fenómeno de familias viviendo en el mismo sitio es muy frecuente, puede hacerte sentir que vives en una sitcom gringa y te acerca de forma más evidente al orden animal natural, donde el más fuerte lidera su manada sin atisbo de un orden democrático, y el seguidor vive entre la comodidad de la protección del líder y el temor a que cualquier motivo lo lleve a la exclusión del grupo y de regreso a la soledad de la vida en ciudad, sin comunidad ni manada alguna que lo sostenga.

 

 

SOBRE EL AUTOR: Casada con un funcionario público, supo lo que significaba “sacrificarse por Chile” cuando los enviaron a un villorio de 10.000 habitantes. Esta es la historia del Pueblo en el que Nunca pasa Nada. 

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