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20 de Mayo de 2011

La loca de la azotea: De cómo la bautizamos

Para contarles acerca de cómo reconocí a la loca de la azotea tengo que apretar rebobinar hasta aproximadamente un año atrás; cuando estaba sentada con un par de amigas en un café vegetariano, tomando jugo de naranja-zanahoria en honor a sus embarazadas guatas de casi igual cantidad de meses. Y debo de reconocer que ante sendas panzas de mis amigas una vocecita no podía dejar de preguntarme ¿Se habrán puesto de acuerdo para preñarse y no me avisaron? ¿O sólo me quieren presionar para que seas mamá?

Por Juana "La Loca"
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Para contarles acerca de cómo reconocí
a la loca de la azotea tengo que apretar rebobinar hasta
aproximadamente un año atrás; cuando estaba sentada con un par de
amigas en un café vegetariano, tomando jugo de naranja-zanahoria en
honor a sus embarazadas guatas de casi igual cantidad de meses. Y
debo de reconocer que ante sendas panzas de mis amigas una vocecita
no podía dejar de preguntarme ¿Se habrán puesto de acuerdo para
preñarse y no me avisaron?
¿O sólo me quieren presionar para
que seas mamá?

Por supuesto hablábamos de la
maternidad. En mi caso de una posible maternidad, porque al menos
esta vez, mi rollo irreductible no calificaba para formar parte del
discurso de este loable grupo de féminas de abultada panza
. Y
claro está, la situación de verme como la distinta del grupo
facilitaba el que esa fastidiosa vocecita en mi cabeza no me dejara
tranquila y comenzara una vez más a recriminarme por mi vientre
plano:

– ¿Y es que acaso nunca vas a tener un
hijo? ¡Después de tantos años casada!

-Linda, si sigues con esa actitud te
van a dejar, porque él sí quiere uno.

-Yo no sé si tú ¿quieres amar a
alguien más?

-¡Y hazte el ánimo, que una vez
que nazcan tus hijos tu marido de seguro los va a querer más que a
ti!

– Y tú, ¿Qué tal serás como madre?

-Si quieres ser mamá ¡atina! ¿Por
qué no querrás sólo un hijo para hacerlo un consentido
?
Entonces, ¡qué quieres que te diga, si quieres más, estamos
bastante atrasaditas!

-Pero ¡Ojo! esta decisión no te la
tomes como un juego, que un hijo es para siempre, no se pueden
guardar en un cajón cuando te aburras
y ya sabes que ¡a ti te
va a cambiar la vida, él con suerte va a ayudar!

– ¡Huy!, piénsatela bien ¿y tu
espacio de pareja, los carretes, el cine, los viajes y tu vida?
¡Olvídate!

-¡Pero qué egoísta! ¡Qué egoísta!
Sólo pensando en ti y en cómo un hijo te cambia la vida: las
levantadas en la noche, las papas, los llantos bla, bla, bla, bla”.
¿Y qué pasa con lo que quieren los demás?

¡Uf! ¡Qué agotador que alguien la
calle por favor!

Mi cabeza hervía como una olla de
presión y por no estallar, comencé a vomitar algunas de las
ideas que se venían a mi mente con mis confidentes y cómo me sentía
culpable de pensar tantas “cabezas de pescado”
. Fue entonces
cuando una de mis amigas me miró y me dijo:

¡Hay que callar a tu loca de la
azotea un rato!”.

¿Cómo así?, pregunté.

Ella respondió: “escuché alguna vez
a una amiga llamarle así a esa loca que todas(os) tenemos y que
habita en nuestra azotea… es que tal y como en nuestro edificio
tenemos algún vecino desquiciado que alega por todo, hace ruidos
extraños o simplemente arroja objetos. Nosotros tenemos una loca que
vive en nuestra cabeza que irrumpe sin aviso y no para de hablarnos
,
y es tan poderosa que a ratos llegamos a confundirnos sobre quién es
la loca”.

Riéndome agregué: ¡Y yo que creía
que ella era la cuerda! ¡jejeje!

La verdad, fue tranquilizador darme
cuenta que no era la única que tenía a esa loca rondándome y
extrañamente al darle nombre, un nombre reciclado de boca en boca,
sin querer, le comencé a tener estima
. Como si en ese minuto le
hubiera dado vida. Lo que tiene su lado amable, porque es más fácil
tratar con “alguien”, que solamente con una voz en off. De esta
loca, de sus locuras, de cómo intento dominarla y de cómo a ratos
me domina tratarán mis historias.

Vamos a ver como lo hacemos para
convivir, ella y yo en una misma casa. Y a quién terminan poniéndole
la camisa de fuerza.

Juana, “la loca”, mujer chilena fanática de la buena mesa, de su marido y la buena compañía, que vive su día a día intentando encontrar su destino profesional y la paz consigo misma, ya que más allá de su fachada de “señora de bien” en su soledad tiene que lidiar con una verdadera loca salida de El Peral. 


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