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24 de Mayo de 2011

“La venganza del destino: el gran momento”, por Valentina Verbal

A la hora de hablar sobre mi infancia, necesito hacerlo al son de la canción The Big Time de Suede. La segunda línea de este maravilloso tema dice “I see my starring role tick away” que puede traducirse como “veo mi papel protagónico latir”. 

Por Redacción
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A la hora de hablar sobre mi
infancia, necesito hacerlo al son de la canción
 The
Big Time
 de
Suede. La segunda línea de este maravilloso tema dice “I see my
starring role tick away” que puede traducirse como “veo mi papel
protagónico latir”. 


Y, en
efecto, durante toda mi infancia siempre sentí que cumplía muy bien
un papel actoral
. De hecho, jugaba fútbol como todos los chicos de
esa época (en los 80, las niñas no lo hacían). Jugaba con
soldaditos, a los vaqueros y a la guerra. Sin embargo, en mis
momentos de soledad, no podía dejar de latir el verdadero papel
protagónico que quería y soñaba con desarrollar en este mundo.

Quizás
para explicar lo anterior sea mejor transcribir un extracto de la
carta que el 4 de octubre de 2008 les envíe a mis padres
con el fin
de revelarles una realidad que ellos desconocían, pero que siempre
yo llevé en mi intimidad como la principal esencia de mi ser:

Nací
con la genitalidad de un hombre
y, obviamente, tuve que cumplir el
rol de tal. Pero ese rol a mí nunca me gustó, siempre fue como
estar actuando en un papel equivocado. Y, al mismo tiempo, sabía
que debía cumplirlo bien, porque eso era lo que correspondía
conforme a mi sexo biológico.

Desde
que yo era niño (o niña, como así yo me sentía), este problema se
manifestó, sobre todo, en el hecho de que —reiteradamente— me
vestía con ropa de mujer. Lógicamente, esto lo hacía tratando de
que ustedes no se dieran cuenta
, pese a que, en alguna ocasión
concreta, cuando tenía como 8 o 9 años, mi hermano me descubrió.

Lo
anterior lo vengo haciendo desde que tengo uso de razón. Me acuerdo
que ya esto sucedía cuando vivíamos en Ancud, época en que yo
tenía alrededor de 5 años. Y desde ahí hasta la fecha, y pese a
que miles de veces me prometí cambiar, este tema nunca paró. A
veces me compré ropa de mujer que, después de usarla un tiempo y al
prometerme cambiar y ‘volver a empezar’, la botaba en el tarro de
la basura
. Pero el tema siempre y siempre volvía, nunca terminaba.
Yo pensaba que era como un ‘vicio’, como una ‘enfermedad’.

Sin
embargo, esta situación no se reducía sólo a la ropa, esto era
algo accesorio. Se trataba de algo mucho más de fondo
. Lo importante
para mí es que, cuando ustedes y mis hermanos no estaban en casa, y
yo estaba sola, tenía la oportunidad de ser feliz, por la sencilla
razón de que podía ser la persona que quería ser. Ese era mi “gran
momento”, mi momento mágico, en el que me miraba al espejo,
soñando ilusamente con volver a nacer y despertar en un cuerpo de
niña.

Pero
esto nunca sucedía, aunque siempre lo esperaba. Llegué a pensar que
el destino se había vengado de mí para siempre.

En las
noches, me dormía pensando que mi vida era una terrible pesadilla y
que amanecería siendo una niña
. Que al otro día esa pesadilla
desaparecería. También soñaba con la posibilidad de morir y volver
a nacer en un cuerpo de niña; pero en verdad nunca he creído en la
reencarnación. Y aunque así fuera, no tendría plena conciencia de
estar viviendo una nueva vida, la vida que añoraba vivir”.

Sin
embargo, y cerrando las comillas de este extracto, luché por mucho
tiempo, por diversas razones (de las que hablaré más adelante), por
ser una persona “normal”.
Porque, efectivamente, creía que no
existía nadie más en el mundo como yo. Pensaba que era un “caso”
único. Sabía de la existencia de personas homosexuales, pero yo no
me sentía así. Me consideraba una mujer “hecha y derecha”, al
menos mentalmente
.

Varias
veces pensé en escribir un diario de vida y contar mi “verdadera
historia”. Pero sin poner mi nombre en la portada y enviarlo a
alguna editorial cualquiera para que lo publicara como una realidad
existente, como un caso exótico y sorprendente digno de ser
conocido.

Pero
ya no será necesario. Este diario, en base a mi memoria personal y
experiencia vivida, de tantos años y de muchos días, lo estoy
comenzando a escribir ahora mismo
, junto a ustedes. Y lo estoy
haciendo, pese a que siempre he sido una persona pudorosa en lo más
íntimo.

Mi
meta, hasta hace poco, era ser una historiadora seria, “académica”,
y centrar mis escritos, únicamente, en mis investigaciones
historiográficas. Y no hablar de mi vida personal. Pero ya no me
interesa ser una historiadora seria. Me importa ser lo que soy
, con
todas mis dimensiones posibles. Y si, por hablar de mi realidad
personal, seré el hazmerreír de mis colegas, me da exactamente lo
mismo
. Sólo quiero ser feliz y ya lo estoy logrando, a pesar de
todas las vallas que he debido saltar. ¡No se imaginan cuántas!, ya
les contaré.

Hace
algún tiempo, cuando durante varios meses no encontraba trabajo por
ser una mujer transexual, le dije a un viejo profesor universitario
que me tenía cierto cariño: “Prefiero barrer las calles, pero ser
Valentina
ciento por ciento. Igual podré ser una ‘historiadora
dominguera’, como así se calificara Philippe Ariès, el gran
historiador francés de la infancia y de la muerte”.

Y,
aunque perdí la mitad de mi vida cumpliendo un rol distinto al que
soñaba con realizar, tengo toda la otra mitad —lo que yo llamo “el
segundo tiempo de mi vida”— para ser Valentina las 24 horas del
día,
con mi rol protagónico latiendo con toda la fuerza del mundo,
y no sólo desde dentro, desde mi secreta intimidad, sino hacia
afuera con toda la potencia que emana del corazón de una persona. Y
ahora mi vida entera es un gran momento, pese a los muchos obstáculos
que todavía debo vencer.  

 

Valentina
Verbal Stockmeyer
es l
icenciada en Historia por la
Universidad de los Andes y estudiante de Magíster en la misma
disciplina en la Universidad de Chile. En 
Twitter es @valeverbal.

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