Medios y política: atrapados por las redes sociales
Las protestas ciudadanas que esta semana explotaron en varias ciudades españolas y las que se vivieron en Chile a raíz de HidroAysén, tienen muchos grados de diferencias, pero también similitudes que deben ser observadas por los medios de comunicación y la clase política con un alto grado de humildad y empatía.
Las protestas
ciudadanas que esta semana explotaron en varias ciudades españolas y
las que se vivieron en Chile a raíz de HidroAysén, tienen muchos
grados de diferencias, pero también similitudes que deben ser
observadas por los medios de comunicación y la clase política con
un alto grado de humildad y empatía.
A pesar de
que es fácil dejarse llevar por las emociones y entregar un
protagonismo exagerado a las redes sociales sumando escenarios como
si fueran clones sociales: Tunez, Egipto, España y Chile (en su
justa medida), la verdad que los movimientos reventaron por razones
más profundas que la conectividad (de hecho, en Egipto no se alcanza el 5%
de penetración de Internet y el uso de las redes registró un
crecimiento importante, pero no tanto en el número de usuarios).
Sin
embargo, Twitter y Facebook le han hecho la vida más fácil a los
activistas: el mensaje se viraliza más rápido, la capacidad de
organización se hace más eficiente, la contra campaña oficial es
rápidamente desarticulada por la organización y el tiempo real hace
que el movimiento genere una atención y un nivel de actividad
imparable.
“Hace 20 años tenías que empapelar las calles, hoy en
una hora congregas a un millar de personas”, decía un analista
español. Por Twitter.
Si en el
primer día de la “revolución” española se generaban
2.390 tweets por
hora en promedio y 25.118 usuarios emplearon palabras claves, el 19
de mayo, dos días después, había 8.425 tweets por
hora en promedio y 63.144 usuarios emplearon alguna de las palabras
clave. Además, 90 millones de personas habían recibido algún
tweets relacionado con el movimiento. La viralización del desencanto
español fue tan explosiva que se hizo indescifrable para los medios
y la clase política.
Más allá de
las diferencias entre España y Chile (crisis económica, 21% de
desempleo que llega a 47% entre los jóvenes), hay fenómenos que se
repiten: medios de comunicación que en general se han convertido en
voceros de las empresas y la clase política (Bob Woodward acaba de
reconocer en foro de Al Jazzera que los medios deben dejar de mirar
el poder y a la elite y acercarse a la gente) y políticos que olvidaron
que salir a la calle es salir a escuchar.
En Chile, no
sólo hay 3,8 millones de jóvenes entre 18 y 29 años que no vota,
sino que además un 82% de ellos confía poco o nada en los
parlamentarios de su distrito. Y un 89,3% opina lo mismo
respecto a los partidos políticos. Y son jóvenes que, en general,
piensan muy diferentes a quienes hoy gobiernan, especialmente sobre
la importancia del medio ambiente. Los jóvenes también son muy
críticos con los medios, apenas los consumen y la evaluación que
hacen de ellos es muy baja.
En los nuevos
tiempos, el ensimismamiento de los medios ya no es rentable.
Como dice Jay Rosen, “la prensa ya no
informa
al público. Es el público quien debe informar
a la prensa. La verdadera cuestión del futuro del
periodismo es dónde se ubica la conversación”.
Los nuevos
movimientos son mucho más informados, pero con poca musculatura más
allá de la red, sin liderazgos claros y, tal como dice Malcom
Gladwell, sin vínculos fuertes entre ellos. Todo esto es verdad, pero mirarlos sólo sobre esta perspectiva es un error. Patagonia Sin Represa es el
movimiento ambiental más grande en Facebook desde hace mucho tiempo
y es probable que (más allá de la simpatía por la causa) se haya
transformado en el símbolo de la enorme distancia que separa a los
jóvenes de las instituciones.
Las redes
sociales han roto con las distancias. Personas que piensan similar
muy pronto pueden estar conectadas y sumar fuerza ya no es tarea
difícil. Pero también, plataformas como Twitter, dan una sensación
de empoderamiento (y da lo mismo si muchas veces es engañosa) que
sobredimensiona el problema y también la solución. Colocando temas
que muchas veces son complejos de prever. Durante las últimas
semanas el gobierno tenía identificado el alza del pan y los
combustibles como los temas más delicados, pero fue HidroAysén el
que finalmente se transformó en un problema político.
Las
clases dirigentes, incrustadas en la política y los medios, deberán
mirar de cerca la evolución de las redes sociales, pero primero
deberán bajar algunos escalones y comenzar a entender cómo está
conversando la gente.
Andrés Azócar es editor de investigación de TVN, autor del blog Hijodelmedio.com y del libro “Tompkins, el Millonario Verde”. Director ejecutivo del Consejo Editorial de El Dínamo. |