A 30 años de su muerte: John Lennon aquí y hoy
Es difícil hablar sobre John Lennon. La lógica indica que, para la gente de mi generación, es casi obligatorio referirse a él con cierta distancia, al no haber convivido en el mismo momento histórico. Yo, por ejemplo, nací cuatro años después de su muerte. Y ni siquiera quienes lo hicieron desde mediados de los '70 deben tener recuerdos muy latentes de haberlo visto con vida.
Es difícil hablar sobre John Lennon. La lógica indica que, para la gente de mi generación, es casi obligatorio referirse a él con cierta distancia, al no haber convivido en el mismo momento histórico. Yo, por ejemplo, nací cuatro años después de su muerte. Y ni siquiera quienes lo hicieron desde mediados de los ’70 deben tener recuerdos muy latentes de haberlo visto con vida.
Sin embargo, hay algo que derriba esa barrera imaginaria. Algo que, asumo, tienen sólo unos pocos. Hace unas semanas, fuimos con un grupo de amigos a Brasil a ver a Paul McCartney. Quien haya tenido la suerte de estar en uno de sus conciertos, no sólo ha salido con la convicción de que no existe show alguno que pueda superarlo.
El consenso indica, además, que durante esas tres horas varias generaciones son capaces de convivir unidas simplemente por un puñado de canciones, tan trascendentales como atemporales. Pero hay un momento particular en el que la imagen de Lennon aparece más clara que nunca. McCartney toma su guitarra y dice: “Esta canción es para mi amigo John”. Y no, no es de los Beatles. Los primeros acordes revelan “Here Today”, escrita como homenaje poco después de su partida. Ahí la piel se pone de gallina y la imaginación se pone a trabajar.
Con mis amigos conversamos –a raíz de ese preciso instante- sobre qué pasaría si Lennon estuviese aquí y hoy día entre nosotros. El abanico es grande. Revisando un poco de historia podemos saber que la inquietud por volver a escribir le había vuelto poco antes de morir. Que las diferencias entre ambos ya casi no existían. Que su dupla con Yoko Ono podía seguir desafiando sin límites. Pero qué más da.
Cualquier especulación se acaba al retomar y revivir, ahí en vivo y en directo, gran parte del legado que Lennon y McCartney construyeron mucho antes de que uno naciera. Y, terminado el concierto, volvemos a darnos cuenta de que ya no está. Peor aún: que -en nuestra reducida realidad- realmente nunca estuvo.
Al final, ésa es la gran gracia que tiene la leyenda de John Lennon para nosotros. Eso es justamente lo que derriba la barrera imaginaria del tiempo y del espacio. Eso, en definitiva, permite que cualquiera de nosotros pueda referirse a John Lennon como se le ocurra. De haber seguido vivo, probablemente hubiese seguido alimentando ese legado. O tal vez no.
Quizás en vez de viajar a ver un show de McCartney, hubiéramos ido a uno suyo. O a otra reunión más de los Beatles. Tal vez a la primera. Quizás a la última. Quién sabe. Al final, no queda otra que asumirlo así como está ahora. Sin aquí, sin hoy, pero con algo que al final es mucho mejor y que sólo unos pocos pueden llenar: cualquier lugar y para siempre.
(*) Nicolás Castro es periodista y multitasking: edita el blog No Nací en Manchester (nnm.cl), colabora para la revista iPop, pincha discos y, de lunes a viernes, está a cargo del programa con el nombre más elegante de la Radio Horizonte: Fina selección. Si te perdiste su pluma en Súper 45 y sus ideas como editor general de la revista Extravaganza, puedes escuchar sus recomendaciones en el dial a las 22.00.