5 datos de bares… donde remojar el güergüero
En las viejas tradiciones de los amigos, uno iba a un bar a conversar, tomarse una buena piscola y pelear por unos dignos manís que te ponían gratis para acompañar. Si alguien se le ocurría pedir un trago de colores, probablemente comprendería rápidamente lo que significa el “bullying” entre parroquianos alcoholizados, incluidas las niñitas. Varios años de universidad (en casa central UC) los pasé en grandes bares como el Torremolinos y el Mastique (vendían cervezas de litro).
En las viejas
tradiciones de los amigos, uno iba a un bar a conversar, tomarse una
buena piscola y pelear por unos dignos manís que te ponían gratis
para acompañar. Si alguien se le ocurría pedir un trago de
colores, probablemente comprendería rápidamente lo que significa el
“bullying” entre parroquianos alcoholizados, incluidas las
niñitas. Varios años de universidad (en casa central UC) los
pasé en grandes bares como el Torremolinos y el Mastique
(vendían cervezas de litro). Era como jugar en la cancha
del barrio.
Y cuando podíamos
ir al “Valle de Oro” (derramo una lágrima en su honor
ahora que cerró) era como ir a jugar al Nacional, hasta te ponían
cubiertos para comerte un completo. Otros bares frecuentados
fueron el Bahamondes (QEPD, en El Aguilucho), el Bar de
René (Santa Isabel 0390), el Berri (Rosal 231)
y el Café Escondido (Rosal 346 Lastarria).
No me quiero
hacer el joven: hace años no voy a ellos. Con el paso del tiempo,
descubrí que hay hartos bares que van más allá de la cerveza de
litro y el hidalgo completo. Y que la relación precio, calidad,
atención y música hacen de un bar cualquiera un gran bar.
Aquí van algunos
datos:
1) El Barcelona
(Seminario 40): es uno de mis favoritos en estas combinaciones.
Mezcla precios razonables, buenas dosis de alcohol en cada vaso,
música aceptable (a veces se cargan al punchipunchi) y unos picoteos
de miedo… una tortilla española espectacular, un crudo
notable, y unas entrañas que te ponen sensible.
2) Ciudadano
(Seminario 400): ya lo he recomendado antes, pero no me canso.
Básicamente porque tiene las mejores mollejas de Santiago, buenas
cervezas (pruebe la belga Gulden Draak) y unas pizzas de rechupete.
La música está perfecta y tiene onda hasta tarde.
3) Bar el
Diablito (Merced 336): un bar chico de barrio, absolutamente
vieja escuela. Aquí no encontrará nada de moda: sólo buenas
cervezas artesanales, algunos platos típicos, buenos sanguches y
música ochentera y noventera.
4) El
Perseguidor (Antonia Lopez de Bello 0126): me gusta, tiene esa
onda que no importa la edad que tengas, calzas. No es barato, pero
tiene buena música en vivo ¡Hasta los martes con el vocalista de El
Cruce! Acá la música negra hace la pega y los tragos son
cargados. Alguna vez cuenta el mito que hasta Sarita Vásquez
acompañó a los contertulios.
5) La
Destilería (Plaza Ñuñoa): Bonita restauración lo que asusta a
los más tirados al rock. Pídase un churrasco y se dará cuenta
que hasta Tom Araya pasaría por acá: marraqueta completa,
chorreando palta y mayo. Agregue al pedido una cerveza de la
carta de artesanales y verá que se puede lograr embutir un
lugar con onda con un bar de buena muerte.
Y los siguientes no se me quedaron
fuera. Simplemente estaban en otra categoría:
– El decano de la
noche en Santiago: El Liguria (insisto que sus mejillas de
merluza son el mejor plato de Santiago).
– El Bar The
Clinic: tiene los mejores y más abundantes picoteos de Santiago.
– La Casa de
Cena (Almirante Simpson 20): nadie sabe lo que es Santiago
Bizarro si no ha terminado una noche aquí. Un dato para sólo
aquellos que buscan el lado B de Santiago (antes de las 4 am no vale
la pena) y son capaces de comerse una mechada con puré a las 6 am,
con hartas posibilidades de encontrarse con la tía Carlina, los
integrantes del circo Timoteo y algún político, empresario o
artista que cree que Santiago y la noche no mueren.
Y algunos otros
que cuando tienen música en vivo hacen la pelea: El Catedral,
El Amanda y El Subterráneo.
Al final, lo mejor de la noche de
Santiago, donde no hay edad, donde todavía venden cerveza de a litro
y donde todo el que se precie de bohemio terminó sus noches de
juerga: La Batuta (no mueras nunca).
Sebastián Iglesias Sichel, abogado, 33 años, padre de Pedro. Ex muchas cosas. Casi casi otras tantas. Vinculado a la política por vocación, a los asados para ver a los amigos y a la música para acompañar la vida. A veces medio obseso, otras tantas emprendedor. Mis obsesiones del momento: renovar la política y hacernos cargo de la modernidad. Tratando de que nos renovemos hasta nosotros mismos y que nos hagamos corresponsables de nuestro futuro. |