“Violeta se fue a los cielos”, según Mauricio Jürgensen
Aquí un extracto de la columna que hoy dedica Mauricio Jürgensen en La Tercera a "Violeta se fue a los cielos". "Quizás lo más triste e inexplicable y corroborable incluso en el desolador epílogo de la carpa vacía que se muestra en el filme, es que a Violeta Parra la querían poco, porque no era como el resto".
La tenían secuestrada. Su familia sobreprotectora y celosa, que quiso contarnos pasajes escogidos de su vida; la militancia de izquierda, que leyó en sus versos un nuevo canto al programa, y esa intelectualidad de academia, que ocupó convenientemente su nombre como credencial de un país culto en el extranjero. Aunque oficialista, porque está basada en un libro de su hijo Angel, y comprensiblemente parcial, por la enormidad del personaje, la película de Andrés Wood triunfa porque libera a la cantora de San Carlos y la lleva del museo a la matiné. Humanizándola, retratándola en sus miserias y contando, por primera vez, la historia de una mujer más que la de un mito con nombre y apellido de alcance universal.
El filme, que suma convocatoria en salas, lo deja claro: a Violeta Parra la quisieron poco en vida. Porque era huasa y pobre. Porque andaba con el pelo cochino y tenía varios amantes, algunos más jóvenes que ella, y tomaba a la par con los hombres. Y todo en esos cacareados sesenta que escenificaron un cambio generacional, pero que en Chile eran puro prejuicio y polarización. Pero quizás lo más triste e inexplicable y corroborable incluso en el desolador epílogo de la carpa vacía que se muestra en el filme, es que a Violeta Parra la querían poco, porque no era como el resto: porque era puntuda y se mandaba sola y le pegaba en las canillas a los poderosos y se agarraba para el tandeo a los periodistas que la trataban de “india”. Esos mismos rasgos de personalidad fuerte que se celebran tanto cuando es un foráneo, pero que irritan tanto cuando el que saca la voz y tira el mantel es uno nacido en esta tierra.