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13 de Diciembre de 2010

"La visita del señor Bugueño, el gásfiter"

¿Es posible que un gásfiter sea un genio matemático que adoptó el noble oficio de las cañerías y los wc tapados por mero gusto? En un pueblo donde nunca pasa nada, la respuesta es sí.

 

Por Redacción
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¿Es posible que un gásfiter sea un genio matemático que adoptó el noble oficio de las cañerías y los wc tapados por mero gusto? En un pueblo donde nunca pasa nada, la respuesta es sí.

 

Una cañería perdía agua, varias llaves goteaban sin piedad y el calefón estaba con desperfectos. Consulté a Hembra Alfa (mi arrendadora) y me dijo que el único gásfiter en que confiaba y que era aprobado por la SEC era el señor Bugueño. Lo llamé, apareció a los diez minutos y mientras cambiaba las gomitas de las llaves y apretaba las tuercas del calefón, me contó que había estudiado matemáticas en la U. de Chile, que era un matemático experto, con posgrados incluidos, pero que en su crisis de edad madura decidió abandonar carrera, familia y ciudad para trabajar de gásfiter en este pueblo. Dudé de la credibilidad de su historia, pero su trabajo era impecable.

La segunda visita del señor Bugueño a la casa fue como electricista, otro de sus oficios. Mientras arreglaba el amperaje y disertaba con pasión sobre Tesla y los polos energéticos, sonó su celular y escuché que hablaba con la madre de un estudiante de ingeniería de la Universidad de Chile, y le decía que sus servicios de profesor particular de cálculo VI no costaban menos de $30.000 la hora porque la materia era muy complicada, que su hijo estaba muy atrasado y que había muy pocas personas capaces de enseñar cálculo VI (¿será así? no sé, las matemáticas no son lo mío), y que ella sopesara cuánto estaba dispuesta a pagar por la educación de su hijo. ¡Vaya!

 

En su tercera visita hablamos más sobre el pueblo, yo presenté mis reparos sobre los alcohólicos, el viento que me daba alergia, la suciedad de las calles, y él me respondió que aún así era mejor que Santiago que tenía las mismas cosas pero por 10 elevado a 25.

 

Y me dijo que tenía grandes ideas para cambiar y potenciar turísticamente la localidad, como poner a los Carabineros con su mejor sonrisa (como si los doce que hay no estuvieran suficientemente ocupados) a repartir folletos a los turistas a la entrada del pueblo. Sin embargo, él no participaba de las reuniones en la Municipalidad porque la gente era muy rara y no se escuchaban entre ellos.

 

Pensé “cómo será el resto” mientras le felicitaba por sus ideas y plagiaba a Vargas Llosa al decirle que con más gente como él este pueblo sería la Suiza de Chile. Me refutó que este pueblo tiene mar y difícilmente podría ser la Suiza de cualquier lado.

De vuelta en el centro de Santiago a hacer un trámite (bendito centralismo) encontré a dos carabineros a caballo frente a La Moneda dando orientación a los turistas, con una ancha sonrisa. Parece que alguien creyó que Bugueño tenía razón y los hechos lo demuestran: hay un genio matemático oficiando de maestro chasquilla en este pueblo chico, y hay otros genios que, sin quererlo, siguen las ideas del gásfiter y electricista con el CI más alto de Chile.

 

 

SOBRE LA AUTORA: Casada con un funcionario público, supo lo que significaba “sacrificarse por Chile” cuando los enviaron a un villorio de 10.000 habitantes. Esta es la historia del Pueblo en el que Nunca pasa Nada. 

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