Ex ministro del Interior británico Jack Straw: “Pinochet nos engañó”
El político recuerda los pormenores de la detención y el proceso judicial por el que pasó el fallecido ex dictador en Londres. "Lamento no haber sido capaz de entregarlo al juez Garzón", escribe.
Un extracto de las memorias recientemente publicadas por el ministro de Interior británico, Jack Straw, da cuenta de su reacción cuando vio la llegada de Augusto Pinochet a Santiago, saludando a sus partidarios, luego de haberse salvado de enfrentar un juicio en Gran Bretaña basado en su supuesta condición “frágil” de salud.
El libro, titulado “Last Man Standing: Memoirs of a Political Survivor“, fue lanzado ayer, y contiene un capítulo entero -titulado “Un dictador llama”- dedicados a la detención y proceso judicial de Pinochet en Londres, consigna La Tercera.
“Yo me interesé en Chile desde que pasé dos meses de 1966 en el país. Recuerdo en 1973 cómo los aviones bombardeaban la oficina central (La Moneda) de Salvador Allende, su suicidio y el golpe de Estado que llevó al poder al general Pinochet por 17 años. Las historias de tortura y ‘desaparecidos’ de cientos de sus adversarios habían sido bien documentadas, por lo que era imposible que ellos las hubiesen inventado. Siento que no tenía sentido que Reino Unido liderara la campaña para una Corte Penal Internacional y suscribiera a convenciones que hacen de la tortura y crímenes similares sujetos de jurisdicción internacional, a menos que estuviéramos preparados para actuar cuando enfrentáramos acusaciones concretas en contra de un individuo. Ahora, si teníamos el coraje de llevar adelante esta convicción, era algo que tenía que decidir yo”, señala el político inglés en el texto.
Straw admite haber recibido presiones desde dentro del gobierno y del Parlamento a fin de que se dejara sin efecto la petición de extradición del general Pinochet, puesto que “las relaciones con Chile eran buenas y se trataba de un hombre frágil, de 83 años”.
El ex secretario de Estado recuerda: “Mi secretaria me trajo un mensaje a una reunión: ‘Tengo una sugerencia del Número 10 (de Downing Street, nombre que recibe la oficina del primer ministro, Tony Blair), se trata de involucrar a una tercera parte. Ellos creen que sería bueno llamar a los buenos oficios del Vaticano’. Yo sabía que el Vaticano había escrito y en los términos que lo había hecho. Pero, a mi juicio, este era un asunto para ser determinado en esta vida, no en la próxima”, acota.
El libro también hace referencia a las dos cartas que la ex premier Margaret Thatcher escribió al primer ministro en ejercicio solicitando la liberación de Pinochet. “En ese entonces, Tony (Blair) estaba nervioso por todo el asunto. De vez en cuando después de alguna reunión de gabinete me llamaba a su oficina y me sugería que era hora de ‘decirle adiós’ al general, y luego trataba de conversar sobre el tema. Para su frustración, tenía que decirle que sentía no poder discutir el asunto con él. Si cualquiera de mis decisiones eran cuestionadas en la corte y me hubiesen pedido testificar, habría tenido que decir lo que él me había dicho”, relata Straw.
Afirma el ex ministro británico que el 14 de octubre de 1999, la embajada chilena emitió una petición formal del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, con informes médicos, donde se aseguraba que Pinochet no estaba en condiciones para enfrentar un juicio. “Esto me llevó a sospechar que algunos miembros del gobierno británico podrían haber estado ofreciendo ‘ayuda’ a la embajada sobre cómo llevar mejor el caso”, sostiene, agregando que decidió que un panel de médicos británicos revisara al ex comandante en jefe del Ejército. “El panel fue cuidadoso, todos llegaron a la conclusión de que Pinochet no estaba apto para enfrentar un juicio”, dice.
“Durante todo el proceso, ejercí mis responsabilidades en una forma justa y racional, de acuerdo a la ley. (El caso) había establecido los principios de que aquellos que cometieron abusos a los derechos humanos en un país no pueden asumir que estarán seguros en otros. Ese es el legado”, aseveró Straw ante la Cámara de los Comunes.
Luego vendrían las imágenes que mostraron a un Pinochet sonriente, saludando a sus partidarios, poniéndose de pie y caminando. “Es cierto, los reportes médicos no tenían nada que ver con su movilidad física, pero el mensaje era claro: engañó al sistema británico y escapó del juicio que merecía tener. Realmente, lamento no haber sido capaz de entregar a Pinochet al juez Garzón. Cuando terminaron sus 16 meses de encarcelación en Londres, mi conocimiento sobre sus reportes eran enciclopédicos. Era horroroso. Pinochet era uno de los peores dictadores de la posguerra y es muy frustrante que no fui capaz de llevarlo al banquillo”, reflexiona Straw.