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12 de Junio de 2013

Juan Pablo Mañalich: "El temor a la AC es la patología de la historia política de Chile"

El hijo PS del ministro de Salud, Jaime Mañalich, firmó junto a otros 120 profesores de Derecho una inserción llamando a “marcar tu voto por una Asamblea Constituyente”. En esta entrevista dice que hay temores infundados a esta vía y explica por qué está por la candidatura de Bachelet.

Por Redacción
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Este domingo, Juan Pablo Mañalich, profesor del Departamento de Ciencias Penales de la Universidad de Chile e hijo mayor del ministro de Salud, Jaime Mañalich, nuevamente apareció firmando un texto público.

Esta vez no fue una carta al director apoyando el matrimonio homosexual. El abogado que se inscribió en el Partido Socialista el 12 de marzo del 2010 -pocas horas después de que Sebastián Piñera asumiera como Presidente de Chile- firmó, junto a más de 120 profesores de Derecho de varias universidades, una inserción llamando a “marcar tu voto por una Asamblea Constituyente”.

Mañalich ganó notoriedad en medio de las movilizaciones estudiantiles cuando criticó  la llamada Ley Hinzpeter al ser invitado como penalista a la Cámara de Diputados, y señaló luego que ese proyecto “pretende criminalizar la participación en marchas”.  Pese a haber estado 14 meses en Alemania haciendo una residencia post doctoral, dice que siente “gran expectación por cómo se viene el año en lo político”.

A pocos pasos de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, y con un café en una mano y un libro en la otra, el jurista accedió a conversar con El Dínamo para defender la vía de una Asamblea Constituyente. Dice que es un mecanismo  “especialmente idóneo para dar lugar a un proceso constituyente” y acusa de “falta de honestidad intelectual” a quienes advierten que la medida va por fuera de la institucionalidad.

Además señala que “el temor a la Asamblea Constituyente es la patología de la historia política de Chile” y que en nuestra sociedad “hay un sector de la derecha chilena a la cual el pueblo de Chile debería tenerle justificado temor”.

Asimismo, señala que sin un candidato que haya votado por el No en el Plebiscito de 1988, “la derecha jamás hubiese llegado al poder”. Un tema vetado, sin embargo, es la gestión de su padre en la cartera de Salud. Dice que  prefiere “pasar”, porque afirma no le gusta “introducir la variable ‘familiar’”.

– Fuiste uno de los 112 profesores de derecho que llamaron este domingo a marcar el voto en las próximas elecciones presidenciales por una Asamblea Constituyente. ¿Por qué surge esta iniciativa?
-La iniciativa específica de publicar ese extracto en ese medio de prensa ese día, surge a consecuencia de un esfuerzo de parte de un grupo de académicos que quizá tiene en común pertenecer a un determinado eslabón generacional, con matices, por apoyar esta convocatoria que ya se encuentra institucionalizada a través de esta campaña Marca tu voto, y que promueve la táctica de que en la elección de noviembre de este año, quienes sufraguen dejen un registro escrito en el voto de la demanda de un proceso constituyente en Chile.

Lo crucial de parte de los profesores que suscribimos esa declaración es dar cuenta de la razonabilidad y la urgencia de hacer oídos a esa demanda por un proceso que culmine con una constitución democráticamente legítima para Chile. El punto consiste en que sean profesores de derecho quienes suscriben esa declaración, precisamente para salir al frente de quienes sugieren o afirman que la propuesta de favorecer un proceso constituyente – o quizá cabría decir reconstituyente- en Chile, responda a pulsiones y oleajes provenientes de países vecinos, hermanos a lo nuestros, que en modo alguno necesitan corresponderse con la situación que vive en Chile.

-Si el Servel anunció que no contabilizará los AC en los votos y hay una cuarta urna, sirve seguir llamando a marcar el voto?
-No me sorprende, pero eso no obsta que puede tener sentido marcar el voto, porque el cómputo del Servel es el que tiene relevancia para determinar el resultado del proceso electoral en su conjunto, pero eso no quiere decir que informalmente pueda hacerse un cómputo políticamente relevante de los votos marcados de esa manera. Nadie está esperando que el Servel explícitamente oficialice cuál sea la prevalencia de esa eventual marca del voto. Lo que importa es que eventualmente pueda constatarse por parte del pueblo de Chile que hay una voluntad abrumadoramente mayoritaria favorable a una redefinición constitucional de la forma política de Chile, esa es la apuesta.

-¿Qué contexto político social facilita la aplicación de una Asamblea Constituyente? Existen esas características hoy en Chile?
-Tengo cierto recelo frente al intento de justificar, o a rechazar, una iniciativa como esta por referencia de lo que ha sido el caso en países vecinos de Chile y también por referencia de países que no son vecinos pero que en nuestra tradición cultural y política tienen importancia inequívoca, como el caso de España y el proceso de Génesis de la Constitución post-franquista. Y no porque yo creo que uno no pueda aprender de esos procesos, todo lo contrario. Sino que porque yo pienso que la cuestión relevante hoy día en Chile es en qué situación se encuentra el país y en qué medida un proceso de redefinición constituyente, más que entroncar con procesos similares o disimiles desarrollados en otros lugares, se hace cargo de un proceso histórico truncado en Chile.
Creo que la pregunta por la legitimidad de un proceso constituyente en Chile tiene que estar más bien referida a la situación que vive Chile transcurrido más de 20 años de gobierno post dictactorial y transcurrido, desde su aprobación en un plebiscito dudoso, 30 años de primero progresiva y después definitiva, vigencia de la constitución de Pinochet.

Entonces, ¿que la Constitución se impuso de manera ilegítima podría ser uno de los principales fundamentos a favor de la AC?
-Ese diagnóstico se queda corto, porque el problema no es la sola falta de legitimidad de origen, sino que hay una conexión interna entre esa falta de legitimidad de origen, -y no cualquier falta de legitimidad de origen, sino que esa Constitución que llegó a imponerse bajo las circunstancias que vivía Chile en 1980- y la imposibilidad de revertir esa ilegitimidad de origen (…) ¿Es casualidad que esa Constitución haya sido impuesta de ese modo? No es casualidad alguna y por eso que la vida política de los chilenos y chilenas bajo esa Constitución está llegando a un punto ciego porque la práctica política ha demostrado al cabo de estos veintitantos años que es imposible que el pueblo de Chile se apropie de esa Constitución como propia.

Esto queda demostrado con los muchos intentos de reforma a la Constitución…
-Justamente a propósito de eso, me llaman mucho la atención argumentos del tipo, ‘ojo, que esta Constitución ha sido modificada en un sinnúmero de ocasiones’, lo cual demuestra la posibilidad del proceso político posterior de redefinir sus términos. Pero  esto no es una consideración puramente cuantitativa en el sentido de que nos detengamos a contar cuántas modificaciones ha sufrido esta Constitución. La pregunta es si esas modificaciones han podido tener impacto en la forma en que la práctica política se desenvuelve, y la respuesta a esa pregunta es evidente: no, no ha podido. Pero el punto es que no ha podido porque no puede.

“El mito del orden Portaliano”

¿En este momento es el único camino la Asamblea Constituyente? ¿De qué otra forma podría llegar a establecerse una nueva Constitución en Chile?
-Tengo la impresión de que uno se ha encontrado en esta discusión con el siguiente problema: ¿es la asamblea constituyente un simple medio para alcanzar un fin? Cuando discutimos sobre Asamblea Constituyente estamos discutiendo sobre un mecanismo para impulsar un proceso que tendría que culminar en la adopción por parte del pueblo de Chile de una Constitución que el pueblo de Chile reconozca como propia. Hay algo infundado en la idea de que en razón de lo anterior, una Asamblea Constituyente es un simple medio entre otros. Digo eso porque yo pienso que uno llega a la demanda por una Asamblea Constituyente como el mecanismo a privilegiar por decirlo así, porque uno llega por defecto. Si uno se imagina otras posibilidades , esas otras posibilidades no resultan igualmente atractivas desde el punto de vista de la fuerza legitimante del mecanismo, o bien no resultan viables de facto.

¿Pero cuáles son esas posibilidades?
-Es que la Constitución de 1980 no va a ser objeto de una transformación vía práctica política que se someta ingenuamente a los términos de esa Constitución. Ese es el resultado irrefutable que arroja los 20 años de gobierno de la Concertación. Mantenerse ingenuamente dentro de los términos de la Constitución de 1980 no va a llevar a un proceso de redefinición que logre abrir espacio para un proceso político diferente. No significa que la única posibilidad sea recurrir al mecanismo de Asamblea Constituyente, pero yo pienso que la que uno tiene que ver es que una Asamblea Constituyente es un mecanismo especialmente idóneo para dar lugar a un proceso constituyente. El concepto de Asamblea Constituyente es un concepto que no tiene una sustancia intrínseca. No tiene una sustancia propia. Asamblea constituyente es asamblea con capacidad de dar lugar a un proceso constituyente, por lo tanto, cuál sea la forma de ese proceso no es algo que esté prejuzgado por el concepto de Asamblea Constituyente. Y no hay nada en la experiencia histórica inmediata de los países vecinos, de lo no tan vecinos, o de los intentos fallidos que arroja la propia historia política de Chile, que nos fuerce a vernos encasillados dentro de posibilidades prefiguradas. La radical fuerza política de un proceso constituyente está dada por la circunstancia de que no hay términos anteriores a ese proceso constituyente que puedan determinar cuál será su resultado. Creo que eso en parte explica por qué hay tanto temor asociado al uso de esa etiqueta, pero ese es un temor que es la patología de la historia política de Chile. O sea, lo que algunos historiadores y constitucionalistas llaman el mito del ‘orden Portaliano’. La república de Chile jamás ha estado preparada para hacerse la pregunta en primera persona plural de cómo vamos a definir los términos de nuestra propia vida política.

Crees que “si se votara en el Congreso Nacional y se formara la Asamblea Constituyente, la derecha sería ampliamente más representada en dicha instancia que las fuerzas que hoy la propugnan o solicitan”, como dijo Escalona?
A lo que creo que esa observación apunta es a que hay un sector de la derecha chilena respecto de la cual el pueblo de Chile debería experimentar justificado temor y eso es algo que uno no puede soslayar y el punto creo que ha tratado de desatacar Camilo Escalona varias veces va por ahí. Ahora, es difícil establecer un punto de vista neutral a la hora de juzgar si eso es sabiduría históricamente obtenida por parte de personas que perteneces a la generación de Escalona que fueron protagonistas y testigos del terror que en Chile miles de personas sufrieron como expresión de esa disposición política de la derecha chilena. Por eso marcaba que era importante al grupo generacional a la que pertenece el grupo de profesores que suscribimos esa declaración. Siendo del todo sensato el llamado a la prudencia, yo no creo que la situación política de Chile sea prudente apostar por el esfuerzo de dar lugar a una transformación de proceso político en términos internos a lo que hace posible a la constitución de 1980, no creo que eso sea prudente. Y creo que ese es el punto de la tan citada y mal entendida observación de mi colega Fernando Atria respecto a que la salida de la situación en que nos encontramos va a tener lugar por las buenas o las malas, en el sentido de que no es prudente esperar que ocurra por las malas. (…) No creo que sea prudente esperar a que podamos transitar un camino institucional ingenuamente desde adentro,  porque ya sabemos que eso no va a ocurrir.

¿La idea de la AC  surge por el gobierno de Piñera y los movimientos sociales que surgieron en él?
-Yo tengo la impresión de que con la llegada de la derecha a La Moneda, se cortó un hilo que era muy fino pero nada de débil y que consistía en una cierta solidaridad con el hecho de que al menos parcialmente quienes tenían el poder político bajo los términos de la Constitución de Pinochet no estaban del todo cómodos con el orden que les tocaba administrar. Ahora yo no creo que eso sea una señal de virtud moral de la Concertación, ni mucho menos. Michelle Bachelet personificaba la incomodidad con la administración de un orden, en cierta medida creo, ajeno. Al asumir el gobierno actual cualquier sensación de incomodidad pasó al olvido. Eso es algo que, en terminología economista, uno podría decir como una externalidad positiva del hecho de que el actual gobierno esté ejerciendo el poder. Esa solidaridad algo derrotista llegó a su fin inmediatamente. El punto es que creo que eso ya es irreversible.

En esa línea, lo más probable es que no exista un segundo gobierno de Alianza entonces…
-Creo que sin un candidato que en su momento se hubiese declarado partidario de votar que No en el plebiscito de 1988, la derecha jamás hubiese llegado al poder. Entiendo que los candidatos que están ahora en posición no caben bajo esa descripción. Y creo que eso a la vez da cierta luz de por qué la Concertación se mantuvo en el poder durante esos 20 años, a pesar de la inequívoca decepción creciente por parte de su propio electorado. Creo que buena parte de las personas que votamos por Lagos o Bachelet lo hicimos para impedir que quienes validaron, apoyaron, aceptaron o no condenaron la desaparición de personas, el exterminio de adversarios, la tortura como método de gobierno, se hicieran de nuevo del poder formal.

“Voy a votar por Michelle Bachelet”

Eres militante PS, ¿Michelle Bachelet es tu candidata o no lo tienes tan claro aún?
Sí, lo tengo claro. Voy a votar por Michelle Bachelet.

¿Y por qué votarás por ella?
-En las circunstancias actuales no se me ocurriría votar por un candidato distinto. Precisamente en el momento en que se ha abierto la posibilidad de la conformación de una fuerza mayoritaria que impugne y supere el orden impuesto a través de la Constitución de Pinochet. Es necesario colaborar en el esfuerzo de que esa posibilidad se materialice. La única candidatura que está algo más cerca de poder generar la plataforma política necesaria para ello es, actualmente, la candidatura de Michelle Bachelet. Por supuesto, estoy consciente de que esto puede sugerir alguna dosis de candor. Pero pienso que sin una cierta dosis de candor no es posible apostar por la transformación del status quo. El día en que todos seamos cínicos será el día en que ya no haya espacio para la política.

En el debate ella dijo que la opción de la AC era una alternativa más y que solo podía llamarse dentro de un marco institucional. ¿Qué opinas de eso?
-Entiendo que esa es una definición que aún está pendiente al interior de su equipo. El favorecimiento de un proceso consituyente a través de la vía de una Asamblea Constituyente en los términos que ha sido presentado en la parrilla de posibilidades que se estarían barajando no va por fuera de la institucionalidad. Entiendo que la propuesta que se ha asociado a uno de los miembros de este comité asesor no es -a pesar de la caricatura- una propuesta que se sitúe por fuera de la institucionalidad. Ahí lo que se está constatando es  la posibilidad de impugnar ante el Tribunal Constitucional una convocatoria a plebiscito por parte del Presidente o la Presidenta de la República depende de la concurrencia de la voluntad de los integrantes de una u otra cámara, a diferencia de lo que sucede para la impugnación ante el Tribunal Constitucional de la constitucionalidad de alguna ley, y en la medida en que esa posibilidad de impugnación no se active, entonces en términos de la constitución vigente no podría haber objeción a su validez. Y es muy interesante eso que para un jurista, abogado, debería ser más o menos evidente, sea objeto de tanto tremendismo en la discusión más especializada, me llama la atención la imagen del derecho que se muestra en algunos pronunciamientos que han sido especialmente ácidos de la vialidad jurídica de esa propuesta.

Y se ha satanizado ampliamente desde todos los sectores…
-O sea, eso se puede decir y habrá que ver quién tiene los mejores argumentos al final, pero descartarla como una vía que va por fuera de la institucionalidad, me parece especialmente ingenuo, porque no hay nada en esa propuesta que suponga contravenir esa institucionalidad. O sea se están interpretando determinadas disposiciones de la constitución vigente y se están sacando consecuencias desde el punto de vista de lo que es posible hacer en atención a esas disposiciones según cómo se encuentran redactadas esas disposiciones. Y digamos, eso es algo que caracteriza a la profesión del abogado en su cotidianidad más obvia, solo veo falta de honestidad intelectual en esa objeción. No estoy diciendo que haya deshonestidad intelectual en la oposición per se a esa vía, sino que revestir con esa argumentación las posiciones sabidas no es intelectualmente honesto.

Los estudiantes han sido muy críticos de la ambigüedad de la candidata de tu partido. ¿Crees que existen razones para encantarse con candidaturas alternativas como la de Marcel Claude?

-Hay muchas razones que explican por qué la candidatura de Marcel Claude puede estar resultando atractiva para personas que han hecho suyas demandas que están definiendo la agenda política actual y, por supuesto,  que hay justificadísimo recelo y resquemor respecto de la viabilidad de que otras candidaturas puedan materializar el proceso político que lleve a la realización de esas demandas. Pero eso define cualquier escenario de campaña electoral y no veo ninguna razón para alarmarse por eso. Me parece del todo sensato y si algún candidato o candidata quiere disputar ese sector del electorado va a tener que dar muestras de su compromiso con el proceso conducente a la transformación del país en esa línea.

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