Alejandra Matus: "Lucía Hiriart subvencionó a Pinochet en capacidad política…"
La periodista Alejandra Matus lanza hoy en Filsa "Doña Lucía", biografía no autorizada de la esposa del dictador Augusto Pinochet. En esta entrevista repasa el rol de la mujer que en años de horror intentó erigirse como la Eva Perón chilena.
A sus 90 años, Lucía Hiriart se encuentra perfectamente lúcida y con gran parte de su fortuna. Sin embargo, no tiene la mejor relación con sus hijos y nietos y han dejado de visitarla la mayoría de sus antiguas amistades. Un momento de mucha amargura para quien llegó a ser lo más cercano a un partido político para Augusto Pinochet.
Así termina por describirla la periodista Alejandra Matus en su libro “Doña Lucía, la biografía no autorizada” , una investigación que aborda de manera detallada las claves de la vida de quien llegó a ser la mujer más poderosa de Chile, intentando alejarse de la caricatura con que hasta el momento se le ha perfilado.
“Lucía ha sufrido demasiado la condena de vivir demasiado. Vivir para soportar la pérdida de poder y la soledad de los salones que construyó para desplegar el esplendor de sus trajes de princesa. Vivir para presenciar la desintegración de su familia. Vivir para experimentar el rechazo de la clase a la que tanto quiso pertenecer y percibir cómo aquellas mujeres que se le inclinaban ahora se ríen a sus espaldas, comentando sus gustos kitch y su falta de refinamiento. Vivir para ver frustrados sus sueños de convertirse en una especie de Eva Perón, amada por los descalzos.”
En esta entrevista, la periodista que irrumpió en los 90 con el ‘Libro Negro de la Justicia Chilena’ y que pagó altos costos por develar las malas prácticas de personajes como el ex presidente de la Corte Suprema, Servando Jordán, comparte reflexiones sobre su última investigación que hoy verá la luz en Filsa 2013.
–Lucía Hiriart se transformó en un paradigma de mujer chilena: arribista, celosa y con un gran afán de poder ¿es posible ver ese paradigma hoy en día caminando por la calle?
Lucía Hiriart no es, encarna un paradigma. Para mí el mayor desafío en el libro fue entender y meterme en los zapatos de la Lucía más allá del estereotipo, porque una crónica sobre el estereotipo te da para 5 páginas y tiene suficientes anécdotas y es como el sketch, o el chiste. Pero para mí la Lucía se me fue revelando en la investigación como una mujer muy chilena, muy producto de una época y de una firma de educación de las mujeres chilenas que, por supuesto, no es un caso único ni exclusivo de ella que tuvo el poder total que pudo desplegar. Pero no nos olvidemos de que el Sí en el plebiscito tuvo el 44% y habrá un porcentaje de esto que era por miedo y otro gran porcentaje eran estas mujeres para las cuales lo más importante en la vida es la seguridad, los recursos familiares. No la democracia, no la participación pública, mujeres convencidas de que saben lo que es bueno y lo que es malo, mujeres que no dudan de ciertas convicciones y que dividen al mundo entre buenos y malos.
Una cosa sorprendente que está retratada en el libro es que ella viene de una familia con convicciones democráticas muy profundas. Hay comunista, radicales, ella es hija del Partido Radical de una época en que era el partido más grande de Chile, en su mejor momento con tres presidentes. Su papá fue ministro del Interior, es como que hoy en día la hija de Ricardo Lagos… se casara con un militar y se transformara en la esposa de un dictador.
– ¿En qué momento se manifiesta, esta Lucía Hiriart desplegada, ambiciosa y con ansias de poder?
Ella estuvo muy amargada desde que se casó con Pinochet a los 19 años y hasta más o menos los 50 años, no sólo por el tema económico, tuvo 5 hijos, los primeros tres bien seguiditos. Luego Pinochet le ‘pone el gorro’ y, posterior a eso, tiene los otros dos y nunca cumplió sus expectativas hasta que llega la UP, donde lo pasaron bastante bien. Pinochet nunca soñó llegar a ser comandante en jefe del Ejército que era lo que más soñaba la Lucía, pero hasta ahí. Pinochet fue la última antigüedad de su curso, es decir siempre se sacó las peores notas, no tenía ni una posibilidad de encabezar nada, nunca estuvo con ni se definió por nada y el único sector donde mantuvo más o menos alineado fue con estos constitucionalistas, donde él obedecía y aplicaba, como dice Gonzalo Vial, fue siempre “el perfecto segundo hombre”.
Pinochet no da el golpe como el primero, participa en él y tiene que dar muestras de que es el más duro, tiene que empujar por ser el primero, entre septiembre del `73 y junio del `74 tiene que deshacerse de varios enemigos y pisar bastantes callos para llegar a ser el primero. En ese esfuerzo la Lucía fue clave. Ella desde primer momento tiene conciencia de que el Ejército tiene que ser la fuerza número uno y de ahí salen los argumentos de que es la rama más antigua y todo eso es un relato se que construye para lograr este objetivo de que Pinochet sea el número uno y de que los demás sean los subalternos y es una constante batalla.
En esos primeros años ella subvencionó a Pinochet en capacidad política, porque ella lo tenía en los genes y lo hizo desde el mundo de las mujeres, porque estaba educada para casarse, no se esperaba más de ella. Era hija mayor, percibía, se deba cuenta de las reuniones políticas, de los fracasos y tropiezos que vivió su papá y tenía todo eso internalizado, y ella es la que en los primeros años lo apuntala en capacidad política. En ese aspecto, no se puede separar a Pinochet de la Lucía.
-Eran una dupla en todo lo que llegaron a representar…
Pinochet lo dice en varias entrevistas y me parece que es bastante honesto cuando lo dice “ella es mi mejor amiga”, “es mi consejera”, “es la única amiga que tengo”. Ella era la única persona en la que confiaba plenamente, porque sabía que era la única completamente leal. La única pinochetista real. Y eso lo vemos claramente ahora, todos los que profitaron de la dictadura han ido abandonando el barco paulatinamente y en eso no se equivocó.
-En el tema de la fortuna que amasaron da la impresión de que ella era la ‘metalizada’ y Pinochet el austero, ¿era así?
Pinochet efectivamente es un tipo simple. Por ejemplo, la Lucía nunca fue buena cocinera. Los primeros años lo torturaba con sopas intomables, pero hubo años en que tuvo que cocinar y eso para ella era horrible , pero él se comía cualquier cosa. Pinochet no era un hombre que necesitara plata para si mismo, era un hombre de campo, bien sencillo en ese sentido. Es ella la que, efectivamente, tiene ambición de mansiones, de banquetes, de conformar una especie de realeza.
Después Pinochet adquirió cierta predilección por mostrar la plata con las otras mujeres que tenía, o a los subalternos les regalaba fajos de billetes enrollados en elástico. Un clásico estereotipo del macho chileno: “no se fije en gastos, mijita”. Le empezó a gustar tener plata a disposición y no tener que rendir cuentas. El tenía permanentemente en su oficina perfumes, cigarros y los libros, por cierto que acumuló por miles, en un inicio para impresionar a su suegro, que era un ávido lector y le transmitió que un hombre de verdad debe ser instruido.
-Volviendo a Lucía Hiriart… ella también se instala como una figura política relevante que logró una capacidad importante de movilización…
Fue lo más cercano a un partido político para Pinochet, construyó una fuerza con Cema Chile que llegó a movilizar hasta un millón de mujeres. Ella fue clave, primero, en la preeminencia de Pinochet sobre los demás, pero también en lograr que mantenerse en él. Habían otras fuerzas dentro de la dictadura que querían prescindir de Pinochet. Osea, cuando vino el atentado, lo primero que él pensó era que venía de adentro.
Ella apoyó, por ejemplo, en el tema de DD.HH el discurso de que esto era una guerra y que en ese contexto hubo menos víctimas de las que podría haber habido. El libro también revela que ella dentro de su familia sufrió actos de represión y lo supo inmediatamente, su padre se los hizo saber. No pertenece al grupo que dice “yo no sabía”. De hecho a ella le irrita mucho ese desmarque de la derecha.
-¿Cómo está Lucía Hiriart ahora sin Pinochet y tras el caso Riggs y con este desmarque de sus antiguos seguidores?
Ella es de una familia muy longeva, todos su tíos y tías murieron muy viejos. Ha vivido lo suficiente y como se ve en el libro, esa es su condena. Pinochet tuvo el beneficio de morir antes de ver esta debacle. Ella ha tenido que bancársela, creo que el momento que vive es de mucha amargura. Dedicó su vida a Pinochet y ya no lo tiene al lado y está a merced de sus hijos, y no es una situación cómoda para ella. Lucía Hiriart no es una abuelita tipo ‘Hello Kitty’, así como “qué rico estar con mis nietos y mis hijos”, no. No la visita la gente que la visitaba, ya no la invita la gente que la invitaba. Eso si, la plata no es -ni va a ser- un problema. La Justicia la acaba de declarar inocente, todos los bienes importantes están a su nombre. Pero esta otra pérdida es mucho más importante y devastadora.
-¿Tuvo algún otro amor aparte de Pinochet?
En alguna parte, alguien me comentó que que habían rumores de que ella había sido tan infiel como Pinochet, pero siendo honesta y, de acuerdo a lo que logré recabar, me parece que lo de ella iba por otro lado. Era esa necesidad constante y siempre insatisfecha de reconocimiento, de que le dijeran “señora Lucía”; de los salones; del cóctel; de los viajes y la adulación, y de ‘ser alguien’. En eso se encuadra en una matriz que es una demanda callada de las mujeres de su época, que eran inteligentes, que podrían haber hecho otras cosas. La Lucía con un poquito más de oportunidades habría podido estudiar derecho, o haber sido política, pero se casó y jodió. Y esas aspiraciones de reconocimiento social las cumplió, de manera siniestra, pero las cumplió, la dictadura fue el momento en que ella pudo desplegar todas esas necesidades insatisfechas y erigirse como una Eva Perón chilena.