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18 de Febrero de 2014

Las cuatro claves para convivir con vegetarianos sin perder la buena onda

El bloguero español Mikel López Iturriaga detalla, a través de simples testimonios, elementos útiles para no acabar devorándose o asesinándose y luego convertir a las víctimas en abono para plantas.

Por Redacción
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Hasta no hace mucho toparse con un vegetariano era casi tan raro como conocer a un bosquimano, un monje shaolín o una transexual lesbiana. El vegetarianismo era visto como algo raro, se asociaba con hippies o naturistas excéntricos que, por algún motivo ignoto, habían decidido no comer carne. En la actualidad, la situación ha cambiado… en parte.

El bloguero español Mikel López Iturriaga apunta en El Comidista que hoy existen cada vez  más personas que toman la libre decisión de alimentarse sólo con vegetales, huevos y lácteos, sea por motivos éticos, respeto a los animales (como plantean los veganos), por cuestiones de salud o por ambas cosas. Ya no se les ve como bichos raros, pero la mayoría omnívora sigue mostrando cierta perplejidad -cuando no incomprensión o desdén- ante los humanos que siguen una dieta sin animales muertos.

Sin embargo, la convivencia entre carnívoros y vegetarianos entraña pequeñas dificultades. La teoría dice que debemos respetar las opciones de cada cual, como no podría ser de otra forma.Pero, en la práctica, cuando nuestra pareja, hijo, amigo o compañero de casa mantiene hábitos diferentes a los nuestros, surgen ciertos inconvenientes en el día a día, empezando por la necesidad de crear dos menús diferentes o de poseer cierta sensibilidad hacia las preferencias del otro.

Siempre en pro del entendimiento entre las distintas condiciones alimentario-sexuales, López Iturriaga optó por pedir consejo a tres personas que se enfrentan a este drama del Primer Mundo: la periodista Mónica Escudero, omnívora con pareja vegetariana (y dos hijos también omnívoros, al menos de momento); Alba Salgado, vegetariana en situación inversa y autora del blog Mi Carnívoro y Yo, y Carlos Egea, legendario comentarista de estas páginas y creador del blog de cocina vegetariana Vegetal y Tal. En el caso de Carlos la cosa se complica todavía más, ya que uno de sus hijos tiene una intolerancia alimentaria (a la proteina del vacuno) y su mujer es alérgica a las grasas del cerdo y el cacao. Los tres comparten sus vivencias personales resultan útiles para no acabar devorándose o asesinándose y luego convertir a las víctimas en abono para plantas.

1.-Replantéate el concepto de proteína:

“Conozco a bastantes personas, no sé por qué la mayoría de sexo masculino, a las que si no les sirves carne o pescado en una comida les da la sensación de no haber comido, como si les hubieran estafado o algo y se quedan inquietos y como poco saciados”, afirma Mónica. “Pero unos garbanzos con acelgas (los de la receta llevan hueso de jamón, nuestra versión no), una ensalada de porotos verdes potente con huevo duro o unas lentejas con curry, nueces, espinacas y queso aportan una cantidad importante de proteína vegetal de calidad, y pueden ser compartidos por vegetarianos y omnívoros, que para eso comemos de todo y no solo carne o pescado”.

Entiendo que el tofu, el seitán o el tempeh y todo ese tipo de preparados que sustituyen a la carne en la dieta de los vegetarianos en las preparaciones rápidas (especialmente en la de los veganos, que no pueden usar huevos o lácteos) pueden parecer un poco agrestes para el paladar no acostumbrado, pero si se tratan con cariño pueden funcionar muy bien como proteína no conflictiva. Lo creo especialmente desde que a una de las personas más carnívoras que conozco le prepararon una hamburguesa de soya texturizada con ajo, pimentón ahumado, mozzarella y algunas hierbas y especias más (bien hidratada y amalgamada) y se la comió convencido de que aquello era lo mejor.

Alba cree que su condición de ovolactovegetariana debería ampliar considerablemente el rango de comidas que ella y su pareja podrían compartir sin problema, pero por desgracia para ella esa no es una regla matemática. “Por ejemplo, podemos comer los dos algo como una tortilla de papas (un clásico español) con una ensalada. Si no compartimos menú más a menudo es, de hecho, porque me ha tocado en suerte un carnívoro argentino que se declara enfermo si pasa un día entero sin carne y porque hay muchas otras cosas en las que no coinciden nuestros gustos”, comenta sin ninguna acritud.

2.- Divide y vencerás:

Especialmente si lo haces a mitad o al final de la cocción, en eso coinciden los tres entrevistados. Carlos afirma que cuando uno está en la cocina tiene huecos de tiempo que sirven para sacar adelante dos recetas sin apenas notarlo. “Hay muchos platos en los que existe un proceso de elaboración que puede ser común y se puede finalizar personalizando para cada tipo de comensal. Por ejemplo, los platos que involucran pasta. La cocción de la pasta es común y la finalización es personalizada. En los asados el horno nos permite poner una bandeja en la que se aprovechan los jugos de carnes y pescados para dar sabor a las verduras que las acompañan y en otra asar las verduras bien aliñadas que serán mi plato. Por supuesto, en los platos de filetes de carne o pescado que se acompañan con salsa y acompañamientos, éstas últimas pueden ser comunes para todos y sólo el elemento principal cambiaría”.

Dicho así no parece tan complicado, ¿no? Pues en el caso de Alba y Luis, el mismo plato de fideos que en casa de Carlos concilia, supone una batalla entre varias opciones de salsas con verduras (ella) y la simpleza de cubrirlos con mantequilla y queso (él). Ella prefiere los fideos integrales, y él los blancas. Así que suelen trabajar bastante el punto de la adaptación. “Es mucho más sencillo de lo que la gente imagina, y hemos perfeccionado cada uno unos cuantos platos al gusto del otro. Luis ha aprendido a cocinar con soya texturizada, tofu y seitán y yo he comenzado a pillarle el gustos a diferentes tipos de carne“.

“De los platos que suele cocinar”, continúa, “está entre mis preferidos el pastel de papas que hace para él con carne picada y para mi con soya texturizada, o el pollo/tofu con curry y champiñones que le sale estupendo. Yo hago algo parecido: pollo/seitán a la mostaza. Con un poco de organización y sentido común consigues hacer los dos platos sin demasiados pasos ni recipientes sucios extra. Por ejemplo, cuando hago lentejas comienzo preparando todo junto y solo al final separo la mitad a otra olla donde añado la carne. Con el tiempo hemos ido desarrollando ambos esta capacidad y cada vez es más fácil”. Otra opción recurrente es hacer una ensalada completa que él usa como guarnición para un bife y Alba como plato único, además de “cosas muy obvias como hacer una pizza y que cada uno decida lo que pone en su mitad. O hacer hamburguesas cambiando la de carne de ternera por alguna vegetal”.

3.- Busca un punto en común:

No es tan difícil encontrar cosas con las que vegetarianos y carnívoros disfruten por igual. No hay fórmula mágica, porque cambia en cada casa, pero siempre hay platos o preparaciones que triunfan. En casa de Carlos estas comidas libres de conflicto son sobre todo “las sopas y cremas (ya sean frías o calientes), las ensaladas y muchos guisos de olla. En el apartado de los postres elaborados en casa usamos leche de cabra, nata vegetal y margarina en lugar de leche de vaca, nata de leche y mantequilla. Cambia un poco el sabor, pero no es tanto como para no poder asumir la diferencia, y tampoco es necesariamente para mal: incluso han habido invitados en casa que han probado nuestros postres y han decido cambiarse a los ingredientes que nosotros usamos”.

En casa de Mónica, además de Jon el veggie hay dos pequeños omnívoros que todavía “no son tan fans” (según sus propias palabras) de las cremas de verduras, pero han asumido el cambio de su sopa con carne por una vegana sin ningún drama. “Básicamente uso nabos, cebolla, zapallo, puerros y zanahoria, lo dejo 30 minutos en la olla rápida y, cuando retiro las verduras, dejo tres zanahorias y algo de zapallo y lo trituro. El caldo queda muy sabroso y con cuerpo, y justo antes de servir la sopa añado algo de miso”, afirma la madre en cuestión. Otras preparaciones que no fallan nunca son “los gratinados de pasta y verduras y otros tipos de verdura asada, el arroz a la cubana con plátano, las ensaladas de cualquier tipo y uno de los mejores platos de la historia: el puré de papas –aligerado con nabo– con un poco de cebolla salteada y huevo mollet”.

4.-Apuesta por la tolerancia:

Todos los vegetarianos implicados en esta investigación han cocinado carne o pescado por amor. Carlos ya no tiene que hacerlo casi nunca, ya que en su casa ya están todos en edad de cocinar y rara vez le toca elaborar platos con ingredientes no vegetarianos. “Pero cuando toca hacerlo, lo hago sin mayor problema. Lo hago por respeto a los que conviven conmigo, pero que no comparten todas mis peculiaridades personales”, afirma convencido. “Así que no hay nada que me niegue a cocinar, y si lo hubiera, seguro que encontraríamos la forma de solucionarlo”.

Jon prepara todo tipo de carne y pescado a sus hijos, todavía pequeños, cuando le toca, pero no suele comprarla y si está Mónica en casa se ocupa ella de cocinarla. “No hace falta que pase por el trago, obviamente si has rechazado comer carne por un tema moral tampoco te gusta manipularla, es perfectamente comprensible. Y con la cara que pone cuando recuerda el sabor del chorizo, sé que no le ha sido fácil renunciar a él”.

Alba, que para eso convive con un adulto capaz de hacerlo por si mismo, se niega a manipular la carne. “Mientras me la de cortada, picada o lista para agarrarla con una pinza y tirarla a la sartén todo va bien. Claro que él también se niega a lavar lechuga o cualquier verdura de hoja verde por mí. Es un acuerdo justo, ¿o no?”.

Carlos sugiere una solución final que debería servir como bálsamo para minimizar conflictos, además de concienciar sobre las decisiones alimentarias de los demás. “Todos deben estar implicados en la elaboración de la comida, desde la elección del menú y la compra de los ingredientes hasta el último paso de la elaboración. Así cada uno disfruta más de lo que come y lo sabe apreciar. Esto hace que llegado el momento de la posible situación conflictiva cada uno ponga de su parte para flexibilizar su postura y llegar a una solución satisfactoria para todos”. Más claro, imposible.

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