La “piñerización” de Bachelet
Despojada de su investidura, Michelle, como una fanática más, habla del triunfo y aprovecha de enviar un mensaje a quienes lo están pasando mal con los temporales en el sur de Chile. Todo muy rápido, muy hecho a la fuerza, y tratando de contener las críticas de una derecha que estaba burlándose de ella hacía días en la tierra de los 140 caracteres.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
El hecho de que Michelle Bachelet haya asistido al primer partido de la selección chilena en Brasil, desató una tremenda ola de críticas de parte de la oposición. Al ver su foto sonriente en el país sede del Mundial 2014, la derecha evocaba palabras de su ex presidente y principal figura política-no tienen otra, admitámoslo- Sebastián Piñera.
En Twitter comenzaron a circular ciertas frases del ex mandatario, quien en 2010 no pudo ir a Sudáfrica debido-según él- a la situación en que se encontraba Chile luego del terremoto. Sin dejar en ningún momento su mentalidad 24/7-que si somos concretos, poco revitalizó la tarea del Estado-, Piñera quiso convertirse en una especie de mártir de la reconstrucción, lo que cuatro años después le ha servido de material a sus adherentes para enfrentar a Bachelet.
Claramente la situación no es la misma. La Presidenta fue especialmente invitada como jefa de Estado al Mundial, cosa que no sucedió con el ex habitante de La Moneda. Pero eso nadie lo dice, porque como hemos dicho hasta el cansancio, en Chile el Twitter es una herramienta de ataque más que de reflexión. Es la eterna lucha moral en que unos pelean con otros con tal de tener un empate.
Es una especie de competencia que también se trasladó a la política real de la mano de un Piñera que se comparó con el primer gobierno de Bachelet hasta el último día de su mandato. Es una pelea perfecta para no tratar los verdaderos temas ideológicos que cada vez están apareciendo con más fuerza, y que la derecha quiere evitar. Esta pelea consiste en establecer quién está más tiempo en la tierra con la gente, o quién apoya con más fuerza una tarea en pro de esa unidad tan despolitizada y tan servil a ciertos poderes llamada Chile. No el país concreto, sino el que algunos medios dibujan como tal.
Es el ejercicio del presidente “todoterreno”, el que más que llevar a cabo una tarea de transformación a nivel estatal y de aparataje de un país, tiene que estar en todas partes con su chaqueta y su bolso, porque así es más visible, pero también más obstaculizador de las verdaderas tratativas y diferencias que un país padece. Los “problemas reales de la gente” que alguna vez Lavín acuñó, no son más que una perfecta manera para que la realidad desaparezca.
Pero como buena idea que forma parte de una hegemonía de un pensamiento, no solamente es aplicada por la derecha, sino también por personas que dicen criticarla pero que, lamentablemente, tienen que recurrir a ella. Un hecho claro, es lo sucedido el viernes pasado luego del partido de Chile con Australia. En un momento, cuando los comentaristas estaban hablando del buen resultado del equipo chileno, aparece como si nada Michelle Bachelet vestida con la camiseta de la “Roja”, lo que deja a los periodistas algo impresionados.
Despojada de su investidura, Michelle, como una fanática más, habla del triunfo y aprovecha de enviar un mensaje a quienes lo están pasando mal con los temporales en el sur de Chile. Todo muy rápido, muy hecho a la fuerza, y tratando de contener las críticas de una derecha que estaba burlándose de ella hacía días en la tierra de los 140 caracteres.
Obviamente resultó pésimo este intento por combatir a los amantes del 24/7 de manera inmediata, sin pensarlo y tratando de decir que la mandataria estaba ahí, presente para todos los chilenos. Fue una torpeza poco sutil y plagada de lugares comunes de parte de Bachelet, mostrando así la desprolijidad de sus asesores frente a una situación que pudieron haber salvado de manera mucho más inteligente y política.
Lo lamentable es que este espíritu competitivo, y tan propio de la administración anterior, quedó rondando en los pasillos de La Moneda e impregnó a sus nuevos habitantes. Basta escuchar las vocerías de Álvaro Elizalde para recordar a la oficialidad piñerista, responsabilizando de todo al gobierno anterior. En este caso, la torpeza de parte de Elizalde es evidente debido a que la administración que antecede a la Nueva Mayoría nunca gozó de gran popularidad, por lo que compararse con ella resulta estéril.
Aunque a algunos les parezca un detalle lo expuesto, es importante tener en cuenta que si un gobierno pretende-como este ha dicho- reformar ciertas políticas y ciertos paradigmas sociales, tiene que empezar también por cambiar las maneras en que se aplican desde el Poder Ejecutivo. Sobre todo en materia comunicacional, para así poder dar un sello distinto y distintivo, y comunicarnos que algo ha cambiado. Porque en estos días sólo hemos visto una inconsciente y desafortunada “piñerización” de Bachelet. Esperemos que sea pasajera.