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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Gary

Gracias Gary por romper la maldición que nos acompañaba a los que somos mayores de 40 años, pues llevábamos décadas siendo testigos de una selección que no creía de verdad, hasta lo más profundo, en sus capacidades. Gracias por matar el fantasma del Cóndor Rojas, del Chile tramposo y mediocre.

Por Rodrigo Guendelman
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Gracias Gary por mostrar tus emociones al final de ese impresionante partido. Lograste algo enorme, que probablemente aún no dimensionas: desde hoy la estúpida pero recurrente frase “los hombres no lloran” será políticamente incorrecta en Chile. Ese es el principio de un cambio cultural. Pero no es el único.

Haz hecho, junto a tus compañeros, especialmente junto a ese otro gladiador llamado Alexis, que un diario tan importante como el británico The Guardian  titule una columna hablando del carácter chileno. En otras palabras, y lo dice el texto, “Chile´s players seemed to summon the power of their Mapuche ancestors”. O sea, “los jugadores de Chile pareciera que convocaron el poder de sus ancestros mapuches”.

¿Te das cuenta? Tú y tus socios han llevado nuestra sangre originaria a las páginas de uno de los diarios más importantes del planeta.  Creo que lo terminé de entender cuando vi las entrevistas a los jugadores brasileños, apenas se acabaron los penales. Lloraban. ¿Leíste bien? Muchos de ellos estaban profundamente emocionados de haberle ganado a Chile. Ellos. Los pentacampeones, los dueños de casa, los del equipo donde estuvo Pelé, ellos daban las gracias con lágrimas de haber sobrevivido al partido con Chile. Eso vale oro. Eso es dignidad en estado puro, es un espaldarazo inmenso a nuestra autoestima.

Tú Gary, especialmente tú, desgarrado, adolorido, aperrado hasta el final,  nos mostraste en este mundial, y especialmente en este partido, que es posible ser una nación con cojones, decidida, firme, valiente, aperrada, segura, ganadora, optimista. Y digo optimista, porque esta derrota huele a victoria en demasiados aspectos sociológicos y antropológicos. Si además tú, Gary, y el resto de los cracks, son todos ejemplos de meritocracia, algo que tanta falta le hace a Chile.

Por eso no sólo estoy de acuerdo en que a Charles Aránguiz le hagan una calle en Puente Alto, sino que creo que cada uno de ustedes debiera tener una calle con su nombre. Pero a ti, Gary, a ti deberíamos hacerte una avenida. Una transversal, como Américo Vespucio, para que diariamente nos acordemos de que sí se puede, de que somos un nuevo Chile, y al mismo tiempo, una nación que por fin empieza a ponerse en línea con el espíritu de sus bravos pueblos originarios.

Gracias Gary por romper la maldición que nos acompañaba a los que somos mayores de 40 años, pues llevábamos décadas siendo testigos de una selección que no creía de verdad, hasta lo más profundo, en sus capacidades. Gracias por matar el fantasma del Cóndor Rojas, del Chile tramposo y mediocre. Gracias por devolverme, hoy, después de décadas de nihilismo futbolero, la pasión por ver a un equipo de hombres que son tan valientes como capaces de expresar sus sentimientos. Gracias a ti y a todo el equipo de Sampaoli por permitirnos andar con el pecho inflado: hoy ganamos el partido más importante de los últimos 50 años, nos ganamos a nosotros mismos. Y por goleada.

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